X-SOLEMNIDADES

Conmemoración de los Fieles Difuntos xxx


Evangelio de San Mateo 25,31-46

• En la Conmemoración de Todos los Difuntos, se celebran tres misas con lecturas diferentes. Uno de los Evangelios es la alegoría del juicio final. Viene muy a propósito para iluminar el destino de tantas personas, cristianas o no, que fallecen trágicamente en el olvido, ya sea por pandemias, catástrofes, accidentes, crímenes o guerras.

• La alegoría tiene una dimensión universal, comprende a todas las personas necesitadas y a todas las personas que les tienden la mano.

• Estas obras de caridad están motivadas únicamente por la situación precaria del prójimo, no tienen relación explícita con Cristo ni con Dios. Son obras que unen a dos personas en el amor.

• El amor al prójimo se encuentra en el centro de la alegoría, que ilumina la vida de millones de personas, unas necesitadas de ayuda, otras dispuestas a ayudarlas.

• La alegoría concierne a personas de todo el mundo, de distintas culturas y religiones, que padecen necesidades y desgracias. ¿Qué es lo que cuenta en medio en estas situaciones? ¿Qué es lo que une a tanta gente al rededor del mundo?

• Es el amor. Lo dice san Pablo: «Si yo no tengo amor, no soy nada. Si yo no tengo amor, de nada me sirve» (I Cor 13,2.3). En la respuesta de millones de gente a las necesidades de otros tantos millones, hay una vivencia profunda del amor.

• Celebremos en este Día de los Difuntos a quienes han muerto por causas trágicas en el olvido, porque «sus nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero» (Ap 21,27).

 

Lecturas: Sabiduría y I Juan

• Un sabio judío cincuenta o sesenta años antes de Jesús, devela el enigma de la muerte que es y será siempre una desgracia porque se considera que es una destrucción completa (Sab 3,1-9).

• Sí. Pero añade él: «Las almas de los justos están en las manos de Dios y no los alcanzará ningún tormento... Los justos están en paz». Requiescant in pace – Descansen en paz. Eso es lo último que decimos a quienes mueren.

• En su Primera Carta, san Juan declara en dos ocasiones: «Dios es amor, quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (I Jn 4,16; 4,8). Como quiera que sea la idea que alguien tenga de Dios, aun si no cree en él, si vive en el amor al prójimo, vive en Dios.

• En el pasaje de hoy tenemos una verdad desbordante de esperanza: «Estamos seguros de haber pasado de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros hermanos». Dios, que es amor, vence a la muerte, y nosotros que participamos en su amor, también la vencemos.

• Al conmemorar este día a todos los difuntos, celebremos el amor de Dios que se difunde en nuestra humanidad de formas que no conocemos. Hemos de tener presentes este día a tantísimas víctimas de la violencia en el país, como quiera que les hayan arrebatado la vida.

 

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Reflexión: Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 30: Los fariseos y la mayoría de pueblo esperaban que Dios devolviera la vida biológica a los fallecidos en un futuro más o menos lejano (Jn 11,24). - Jerusalén, año 100: Jesús no viene a prolongar la vida física, sino a comunicar la Vida trascendente, que Él mismo posee y de la cual puede disponer, a partir de su Pascua (Jn 5,26).

• Sentido El tema del Evangelio (Jn 11,17-27) es la frase de Cristo: “Yo soy la Resurrección y la Vida”. Tradicionalmente se ha llamado a este Evangelio “La Resurrección de Lázaro”. El relato es principalmente simbólico y tiene esta secuencia:

• Llegada a Betania (17). Jesús sabiendo que su amigo Lázaro estaba muy enfermo fue hacia él, pero llegó cuando llevaba cuatro días muerto. Se pensaba que la muerte era definitiva a partir del tercer día, cuando la descomposición empezaba a borrar los rasgos del difunto. A la vez, el número “cuatro” simboliza una totalidad indeterminada, que es la situación en que Jesús encuentra a su amigo Lázaro: “Estaba sepultado desde hacía cuatro días”. Esto significa que sus hermanas y amigos habían asimilado la muerte de este ser querido como la muerte de siempre y para siempre, de la cual Jesús ha venido a sacar a la humanidad. Lección: El sepulcro no es el destino de los seres humanos. La muerte es solo una necesidad física.

• Situación de la comunidad (18-20). La comunidad está representada por los tres hermanos. Es un grupo de discípulos aún vinculados a la cultura y a la institución judías. De ahí nacen sus falsas concepciones sobre la muerte y la resurrección y sobre la obra del Mesías. Con su llegada y su diálogo con Marta, que personifica la comunidad, Jesús deshace esas creencias, y da a conocer el significado de su persona y misión, llevándola a la plenitud de la fe propia del discípulo (cf. 11,15). Moraleja: Dios convoca desde siempre a los seres humanos no a la muerte, sino a la vida plena y definitiva, comunicándoles la suya propia. Este es el proyecto del Padre Dios y la obra mesiánica de Jesús.

• La fe en el Mesías, Hijo de Dios (21-27). Marta, con pena, reprocha al Maestro no haber acudido antes a desplegar su fuerza taumatúrgica a favor de su hermano Lázaro (11,21). Además, ella cree, como la mayoría de los judíos, que la resurrección será en un futuro más o menos lejano: “el último día” (11,24). Lo que Cristo comunica es algo muy distinto: “Yo soy la Resurrección y la Vida” en el presente, en el hoy, en el ahora (11,25ª). Si una persona adhiere a Jesús no tiene que esperar la muerte física, sino que ya, desde ahora, posee la “Vida definitiva”, indestructible, la energía del Amor de Dios (11,25b-26). Es como un nuevo nacimiento del ser humano (cfr. Jn 3,5). Se aclara que el Evangelista Juan, en el año 100, considera como “el último día” aquel tiempo, que se inicia con la muerte pascual de Jesús, cuando la nueva creación está acabada y Él entrega el don de su Espíritu (cfr. Jn 19,28-30). Mensaje: Participar de esa Vida Nueva no es algo privativo de los creyentes cristianos; puede apropiarse de ella toda persona, que, sin conocer a Cristo, practica la misma actitud de Amor al prójimo que tuvo el Señor.

Semana XXXI: Lunes (aquí)