Edith Stein nació el 12 de octubre de 1891 en Breslavia, día que coincidió con el Yom Kippur, Día de la Expiación, del calendario judío; fue la menor de 11 hermanos, su padre murió cuando ella tenía 2 años. A los quince años renegó de su fe judía y se hizo agnóstica. En 1916 obtuvo el doctorado en filosofía por la Universidad de Friburgo en Brisgovia y comenzó su labor docente como asistente de Edmund Husserl, iniciador de la corriente fenomenológica. Por esas fechas, Max Scheler, otro gran filósofo, le ayudo a descubrir nuevamente el horizonte de la fe religiosa. El medio académico exclusivo de varones le impide acceder como docente habilitada.
Una noche en casa del filósofo Hedwig Conrad-Martius y su mujer, cae en sus manos la autobiografía de santa Teresa de Ávila, que lee completa de un tirón hasta el amanecer. Esa lectura le hizo descubrir la verdad profunda que buscaba y decidió recibir el bautismo el 1 enero de 1922. De 1922 a 1931 enseña literatura en un colegio secundario de la Dominicas en Espira. Edith intentó una vez más obtener su habilitación docente en Friburgo sin conseguirlo. Después de una breve enseñanza en Münster, se le prohíbe seguir en la decencia por ser judía. Decide entonces ingresar al Carmelo de Colonia donde es recibida el 15 de octubre de 1934 a los 42 años; hace profesión solemne el 21 de abril de 1938 y el 31 de diciembre de ese año, debido a la persecución contra los judíos, es trasladada al Carmelo de Echt en Holanda. Estando allí fue arrestada por la Gestapo el 2 de agosto de 1942 y enviada al campo de exterminio de Auschwitz, cerca de Cracovia en Polonia, donde fue sacrificada en la cámara de gas el domingo 9 de agosto de 1942. Ella es santa Teresa Benedicta de la Cruz, mártir, patrona de Europa.
Carta de Edith Stein al Papa Pío XI. El Miércoles Santo, 12 de abril de 1933, Edith Stein escribió una carta al Papa Pío XI sobre la inminente persecución contra los judíos en Alemania. Esta carta la entregó al Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Eugenio Pacelli, futuro Papa Pío XII, su amigo el Abad benedictino de Beuron, dom Rafael Walzer, el Sábado Santo, 15 de abril. En esas mismas fechas, por cierto, estaba de visita en el Vaticano el Canciller de Alemania Franz von Papen, que se entrevistó con el Cardenal Pacelli y el propio Papa, con el propósito de firmar un concordato, lo cual se hizo finalmente el 20 de julio de ese año. La carta de Edith Stein es un llamado de atención respetuoso y valiente al Papa sobre la situación de los judíos que también afectaría a los católicos, firmada por ella judía y católica.
Santo Padre:
Como hija del pueblo judío, que, por la gracia de Dios, desde hace once años es también hija de la Iglesia Católica, me atrevo a exponer ante el Padre de la Cristiandad lo que oprime a millones de alemanes.
Desde hace semanas vemos sucederse acontecimientos en Alemania que suenan a burla de toda justicia y humanidad, por no hablar del amor al prójimo. Durante años los jefes nacionalsocialistas han predicado el odio a los judíos. Después de haber tomado el poder gubernamental en sus manos y armado a sus aliados, entre ellos a señalados elementos criminales, ya han aparecido los resultados de esa siembra de odio. Hace poco, el mismo gobierno admitió el hecho de que ha habido excesos. No nos podemos hacer una idea de la amplitud de estos hechos porque la opinión pública está amordazada. Pero a juzgar por lo que he venido a saber por informaciones personales, de ningún modo se trata de casos aislados. Bajo presión de voces del extranjero el régimen ha pasado a métodos "más suaves". Ha dado la consigna de que no se debe "tocar ni un pelo a ningún judío". Pero con su declaración de boicot lleva a muchos a la desesperación, pues con ese boicot roba a los hombres su mera subsistencia económica, su honor de ciudadanos y su patria. Por noticias privadas que he conocido en la última semana, ha habido cinco casos de suicidio a causa de estas persecuciones. Estoy convencida de que se trata sólo de una muestra que traerá muchos más sacrificios. Se pretende justificar con el lamento de que los infelices no tienen suficiente fuerza para soportar su destino. Pero la responsabilidad cae en gran medida sobre los que los llevaron tan lejos. Y también cae sobre aquellos que guardan silencio acerca de esto. Todo lo que ha acontecido y todavía sucede a diario viene de un régimen que se llama "cristiano". Desde hace semanas, no solamente los judíos, sino miles de auténticos católicos en Alemania, y creo que en el mundo entero, esperan y confían en que le Iglesia de Cristo levante la voz para poner término a este abuso del nombre de Cristo. Esa idolatría de la raza y del poder del Estado, con la que, día a día, se machaca por radio a las masas, ¿acaso no es una patente herejía? ¿No es la guerra de exterminio contra la sangre judía un insulto a la Sacratísima Humanidad de Nuestro Redentor, a la Santísima Virgen y a los apóstoles? ¿No está todo esto en absoluta contradicción con el comportamiento de Nuestro Señor y Salvador quien aún en la Cruz rogó por sus perseguidores? ¿Y no es esto una negra mancha en la crónica de este Año Santo que debería ser un año de paz y de reconciliación?
Todos los que somos fieles hijos de le Iglesia y que consideramos con ojos despiertos la situación en Alemania nos tememos lo peor para la imagen de la Iglesia si se mantiene el silencio por más tiempo. Somos también de la convicción de que, a la larga, ese silencio de ninguna manera podrá obtener la paz con el actual régimen alemán. La lucha contra el catolicismo se llevará por un tiempo en silencio, y por ahora con formas menos brutales que contra el judaísmo, pero no será menos sistemática. No falta mucho para que pronto en Alemania ningún católico pueda tener algún cargo, si antes no se entrega al nuevo rumbo incondicionalmente.
A los pies de Su Santidad pide la Bendición Apostólica,
Dra. Edith Stein
Profesora en el Instituto Alemán de Pedagogía Científica en el Collegium Marianum de Münster
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