Lecturas: Amós 6,1.4-7 / I Tim 6,11-16 / Lucas 16,19-31
Botón homilético: Francisco Quijano

• El Evangelio de hoy es una parábola propia de San Lucas: el rico que presume sus vestiduras y banquetea a sus anchas; el mendigo echado a su puerta, plagado de llagas, cortejado por perros callejeros. Dos personajes en condiciones extremas, un abismo los separa.
• Con la muerte, la fortuna de uno se convierte en infortunio, y la desgracia de otro se convierte en gracia. El rico es enterrado, va a dar a una región de tinieblas en medio de tormentos; Lázaro es llevado por los ángeles a la gloria del patriarca Abraham.
• El contraste se agudiza: el rico pide que se apiaden de él, que Lázaro le refresque la lengua con su dedo húmedo. Pero oye una respuesta: «Entre nosotros y ustedes se abre un abismo inmenso, de suerte que nadie puede cruzarlo de aquí hacia ustedes o de allá hacia nosotros».
• Este abismo que los separa, ¿qué es? ¿dónde está? ¿es la separación del cielo y del infierno? El cuento de la parábola no se refiere al mundo de ultratumba, aunque usa esas imágenes; la parábola trata de este mundo: el de tiempos de Jesús, o de tiempos del profeta Amós (750 aC) o de nuestro tiempo. El abismo no es entre cielo e infierno, es el que separa a ricos y pobres.
• ¿Es posible cruzar este abismo? El cuento pone un plazo en la vida humana, la muerte; más allá de ese plazo, el abismo es infranqueable. ¿Qué plazo es ese? ¿Cómo sería posible salvar el abismo en el plazo que nos corresponde como seres mortales?
• El rico pide apariciones del más allá, que Lázaro se aparezca a prevenir al resto de su familia para que cambie de conducta, a fin de volverse solidaria con la gente pobre. Hasta aquí el cuento original de la parábola
• Dos respuestas, sin embargo, se han añadido a la historieta original: hay que escuchar a Moisés y a los profetas, hay que creer en uno que resucitó de entre los muertos.
• Moisés, los profetas, la palabra de Dios advierten que permanecer indiferente ante el prójimo miserable en desgracia es un pecado, un abismo que se abre en medio de la fraternidad y de la solidaridad.
• Cristo mismo, siendo rico por su vida divina, se despojó de esa riqueza y asumió la debilidad humana por nosotros. San Pablo dice que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.
• Cristo es quien ha traspasado el abismo que nos separa de Dios por el pecado y nos separa de la comunión fraterna por la injusticia.
• En el designio de Dios en favor de nuestra humanidad, nadie puede quedar fuera. Quienes están en los márgenes o fuera de nuestra solidaridad –inmigrantes, gente pobre, pueblos originarios, encarcelados, mujeres violadas, ancianos solos, y una lista enorme– son la voz de Dios, como la de Moisés y los profetas, como Jesús que se hizo pobre.
• El Papa Francisco ha lamentado en varias ocasiones «la globalización de la indiferencia» que separa a ricos y pobres. En su Encíclica Fratelli tutti convoca tender puentes y extender en todo el mundo la solidaridad y la fraternidad.
• Y qué tal se nos preguntamos, a la luz de esta parábola, ¿cuál es y cómo es el abismo que se ha abierto en la fraternidad y la solidaridad que debe unirnos en este país? Se dice con frecuencia que es la polarización política.
• Puede que sea otro el enorme abismo que tiene dividida a la sociedad mexicana. ¿Qué abismo es ese? La polarización, la desigualdad social son apenas un signo o un indicio de un abismo más profundo y más grave.
• Este abismo es un abismo de corrupción, crímenes, delitos, extorsión, contrabando, negocios ilícitos, complicidad, envuelto todo por impunidad y mentira, y propiciado todo, alentado y ejecutado desde altas esferas del poder político, militar, empresarial, criminal, frente a una inmensa población desprotegida, vulnerable que logra sobrevivir y, extrañamente, se acostumbra con frecuencia y hasta apoya quienes causan estas desgracias.
Lecturas: Amós y Timoteo
• Amós no se guardaba sus palabras, sin recato alguno denunciaba los abusos de las autoridades y la gente rica de su tiempo. Con palabra crudas describe las orgías: adorar a Baal, vivir apoltronados en la molicie, hartarse de comer corderos y terneras, hacer fiestas, canturrear al son del arpa, atiborrarse de vino, usar perfumes exquisitos.
• Esa gente vivía en la abundancia y el derroche, disfrutar con insolencia y petulancia de la vida, justamente como sucede en la parábola. Y como lo hemos vista en días recientes aquí mismo en este país.
• Resuena fuerte la palabra del profeta: «No se afligen por las desgracias de la gente. Por eso, irán al destierro a la cabeza de los cautivos, se acabará la orgía de los disolutos».
• Pablo conmina a Timoteo a mantenerse fiel en su misión hasta la manifestación final de nuestro Señor Jesucristo. Lo hace recordando al mismo Cristo Jesús, que rindió un admirable testimonio ante Poncio Pilato.
• Ese testimonio fue el de la fidelidad a la encomienda que había recibido de mostrar a la humanidad el amor incondicional su Padre. Esta es también la encomienda que se nos hace: solo el amor al prójimo tiende puentes y supera los abismos de que nos separan.
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Claves para la homilía: Julián Riquelme
• Contexto - Palestina año 30: Los fariseos admiran a quienes viven de manera fastuosa (palacios, vestimentas y banquetes), y no ven la dignidad pisoteada que muchas personas padecen (leprosos, ulcerosos y hambrientos). - Grecia año 80: Para propiciar un mundo no de esclavos, sino de hermanos, es necesario unir aquí y ahora compasión y amor al prójimo necesitado.
• Sentido El tema de la “parábola del epulón y Lázaro” está diciendo que: “No ver al pobre, que está a nuestro lado: es no ver a Dios, que aparece en nuestro caminar” (cf. Mt 25,34-46). El relato se desarrolla en tres secuencias:

• Insensibilidad e inhumanidad (16,19-22a). El rico demostró su egoísmo, porque ignoró la presencia del pobre Lázaro, que estaba a la puerta con los perros (animal impuro). Moisés pedía que no hubiera ningún pobre en medio del pueblo (Dt 15,11ss), y los profetas denunciaron la maldad de las riquezas (Am 6,1.4-7). Constatación: Esta parábola es todavía historia en nuestros días: la distribución en forma desigual de los recursos de la tierra; los abusos de los poderosos contra los débiles (cf. La crueldad de las guerras); y la indiferencia ante el clamor de los pobres.
• Muerte de los dos personajes (16,22b). El mendigo probablemente tuvo un fallecimiento prematuro; el rico parece que reconoce después a Lázaro como pobre, cuando lo ve en el “seno de Abrahán”. Si Jesús usa el lenguaje de los fariseos (“morada de los muertos”, “padre Abraham”, “Moisés y Profetas”), es para que ellos no idolatren las riquezas y se conviertan. Invitación: No es el temor a la muerte lo que nos mueve a buscar un mundo nuevo, sino la presencia de Jesús Resucitado: ¿Para qué fuimos bautizados? ¿Dónde queda el Espíritu Santo que se nos comunicó en la Confirmación? ¿Para qué sirven entonces las Eucaristías?
• La seriedad del presente (16,23-31). El adverbio “ahora” (griego “nun”) es la clave del relato (v. 25), pues convierte la parábola en una enseñanza pronunciada desde la eternidad. Mensaje: Jesús no quiere que se agigante el abismo que genera marginación. Por eso, nos pide conversión de la indiferencia a la compasión, del egoísmo al amor, y del individualismo a la fraternidad.
Semana XXVI: Lunes (aquí)
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