Lecturas: Zacarías 12,10-13; 13,1 / Gálatas 3,26-29 / Lucas 9,18-24
Botón homilético: Francisco Quijano

• ¿Quién eres tú? ¿Quién soy yo? ¿Quién digo que eres tú? ¿Quién dices que soy yo? Estos son preguntas cuya respuesta parece obvia. Yo me conozco, puedo identificarme ante cualquiera con una credencial de identidad. Yo te conozco, hemos convivido por años.
• Tú también te conoces, te has probado en la vida y sabes quién eres y qué quieres. Yo, por supuesto, te conozco hasta en tus recovecos. ¿O no te has dado cuenta de ello?
• En las relaciones personales más significativas –entre esposos, entre padres e hijos, entre hermanos, entre amigos– estas preguntas, aunque no se formulen expresamente, se hallan siempre latentes.
• Es más, sus respuestas, aunque tampoco se expresen, son garantía de la solidez de estas relaciones y de su gratificación; por su profundidad y fineza, tenemos confianza en quienes nos rodean.
• Más aún, este diálogo a veces tácito –quién dices que soy yo, quién eres tú– nos acompaña toda la vida. Pero ¿de veras sabes quién eres? ¿Sabes quién soy yo? Y yo, ¿sé realmente quien soy yo? ¿Descifro hasta los más hondos rincones de mi subconsciente?
• No. Hay áreas –dicen los psicólogos– de mí que yo conozco y tú no. Y hay áreas de mí que tú conoces y yo no. Así es en las relaciones interpersonales.
• ¿Qué decir de un ámbito más vasto –vida social, trato con mucha gente, personalidades de la vida pública–: ¿Sabemos quiénes son? ¿Acaso no se presentan tales sorpresas que dices: ¡Mira con lo que nos viene ahora Fulanita! Y Menganito, ¡con qué osote nos ha salido!
• En el plano humano, estamos siempre en vías de conocer a fondo quien soy yo, quién eres tú. En la vida pública, vamos a toparnos siempre con sorpresas agradables y ejemplares de personas conocidas que nos deslumbran. Y también que se mueven en la vida púbica y vemos que son cada vez más impresentable.
• Este es el plano meramente humano. ¿Y qué tal si tú llevas, entre tus genes humanos, un gen de otro mundo? Dice san Juan: «Quienes recibieron la Palabra y creen en ella, los hizo capaces de ser hijos –hijas– de Dios. No han nacido de la sangre ni del deseo de la carne, sino que fueron engendrados por Dios» (Jn 1, 13-13).
• De esa generación divina dirá san Juan más adelante: «Queridos, ya somos hijos –hijas– de Dios, pero no se ha manifestado aun lo que seremos. Sabemos que, cuando aparezca, seremos semejantes a Él porque lo veremos tal como es Él» (I Jn 3,2). Este es el misterio último de nuestro ser.
• Nosotros, creyentes, sabemos que, en nuestro código genético humano, se halla infundido un gen divino. Este gen divino ha sido infundido en toda la humanidad, no solo en quienes creen en ello. Quienes creen lo saben, quienes tienen otras creencias o ninguna, no lo saben.
• Si nosotros, humanos, somos portadores de un gen divino que es un misterio, ¿qué decir de Jesús? Él pregunta a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo? Ustedes ¿quién dicen que soy yo?» Este diálogo acompañará a Jesús y sus discípulos hasta el desenlace final: su muerte por ejecución en la cruz, su resurrección por amor gratuito de su Padre.
• Jesús pide a sus discípulos de entonces y de ahora acompañarlo hasta el fin, para develar él su misterio y para que se devele el misterio nuestro del que somos portadores: «Si quieres acompañarme, no te busques a ti mismo, toma tu cruz y sígueme»
• En el camino de la cruz que todos recorremos de una o de otra manera, con menos desventuras y padecimientos en nuestras relaciones más significativas, llegaremos al desenlace final: saber quién soy yo, quién eres tú, quién es Jesús, quién el Padre que Jesús nos revela.
• La humanidad entera, esta que antes, ahora y después, padecerá desgracias de guerra –Ucrania, Gaza, Israel, Irán–, desventuras de exclusión, violencia, opresión, asesinatos –Estados Unidos, México, Nicaragua, Cuba– esta misma humanidad, descubrirá que su misterio es su divinización.
• Miniatura de Otto van Moerdrecht: Confesión de fe de Pedro (1430)
Lecturas: Zacarías y Gálatas
• Este pasaje del profeta se sitúa probablemente en tiempos de la dominación griega tras la conquista de Jerusalén por Alejandro Magno (332 aC). Dos expresiones destacan en él: «Derramaré un espíritu de gracia y súplica sobre los habitantes de Jerusalén» «Ellos mirarán a quién han traspasado con la lanza».
• San Juan, al relatar la muerte de Jesús, dice: «Jesús tomó el vinagre y dijo: ―Todo se ha cumplido. Dobló la cabeza y entregó el espíritu». Luego dice: «Un soldado le abrió el costado con una lanza… Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: Mirarán al que traspasaron».
• El don del Espíritu para la humanidad sucede cuando Jesús muere en la cruz y de su constado brota sangre y agua. El Espíritu, el agua y la sangre –bautismo y eucaristía por el Espíritu– son la fuente de la recreación de la humanidad y de la vida nueva.
• San Pablo, a su vez, dice que por la fe en Cristo y por el bautismo: «Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos son uno en Cristo».
• Esta es la humanidad nueva que Cristo recreo con su muerte en la cruz, por su resurrección de los muertos y con el don de Espíritu a todos los pueblos en Pentecostés.
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En Chile: Solemindad del Cuerpo y Sangre de Cristo
Julián Riquelme: Claves para la homilía
• Contexto - Palestina, año 30: La ciudad Betsaida se cierra a aceptar el anuncio del Reinado de Dios (Mt 11,21), y en sus alrededores hay muchos enfermos y gente con hambre. - Grecia, año 80: Los cristianos consideran que las eucaristías son para darnos fuerzas en el compartir.
• Sentido El Evangelio trata de la “Multiplicación de los panes” (Lucas 9,11-17) y puede dividirse así:
• Diálogo entre Cristo y los discípulos (9,11-14ª). Como se hace tarde, los discípulos sugieren al Señor despedir a las gentes, para que vayan a comprar algo de comer en los pueblos cercanos. Jesús les responde: “Denles de comer ustedes mismos”. Los seguidores del Maestro agregan que no tienen más que cinco panes y dos pescados: el número 7 es símbolo de perfección. Lección: Cristo invita a responder con lo que somos y tenemos a las necesidades del bien común.
• Mandato y gestos del Señor (9,14b.16). “Sentarse” para comer es propio de personas libres, no de los esclavos. Los “grupos de alrededor de 50 personas” significan comunidades organizadas. Además, cuando Lucas detalla cada una de las acciones de Jesús (los toma, levanta los ojos al cielo, pronuncia la bendición, parte los panes, los entrega a los discípulos para que los sirvan a la multitud), está indicando la importancia que tiene la actitud central de Cristo en el relato. Moraleja: El Señor comparte su vida, su amor y los bienes con todos.
• Hambre saciada y abundancia (9,17). Las “doce canastas” aluden al nuevo Pueblo de Dios, que es la humanidad entera. Mensaje: Si colaboramos con Jesús en el servir a los pobres, una poderosa fuerza inundará toda la tierra y lo transformará todo.
Semana XII: Lunes (aquí)
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