HIMNOS Y SALMOS

Segundo Isaías: Primer Cántico del Siervo de Yahveh
por Francisco Quijano

Miren a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, en quien yo me gozo.
Sobre él he puesto mi espíritu,
para que promueva
el derecho en las naciones.
No gritará, no clamará,
o voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
el pábilo vacilante no lo apagará.
Promoverá fielmente el derecho,
no vacilará ni se quebrará,
hasta implantar el derecho en la tierra,
y su ley que esperan las islas.

Así dice el Señor Dios,
que creó y desplegó el cielo,
afianzó la tierra con su vegetación,
dio el respiro al pueblo que la habita
y el aliento a los que se mueven en ella.

Yo, Yahveh,
e he llamado para la justicia,
te he tomado de la mano,
e he formado
y te he hecho alianza de un pueblo,
luz de las naciones.
Para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión
y de la mazmorra
a los que habitan en tinieblas:

Yo soy Yahveh, éste es mi nombre,
no cedo mi gloria a nadie
ni mi honor a los ídolos.
Lo antiguo ya ha sucedido,
y algo nuevo yo anuncio,
antes de que brote se lo comunico.

 

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En la escena del bautismo de Jesús se escucha una voz de lo alto que dice: «Este es mi Hijo amado, en él me gozo» (Mt 3,17). Son palabras del primer cántico del siervo de Dios, adaptadas a Jesús. Son cuatro estos cánticos (42,1-9; 49,1-7; 50,4-9; 52,13-53,12) incluidos en el Libro de la Consolación de Isaías (cc. 40-55). El autor es un profeta anónimo del tiempo del exilio en Babilonia hacía los años 550-540 antes de Cristo, al cual se le llama comúnmente Isaías Segundo.

Para meditar este Cántico Primero del Siervo de Dios conviene tener en cuenta lo siguiente.

Composición literaria. Imaginemos la escena de la vocación de este personaje como la audición de cuatro voces, en realidad una voz en cuatro tiempos. Una voz en primera persona, la voz de Dios, se dirige a una vasta audiencia para llamar la atención: «¡Miren a mi siervo…!» Otra voz en tercera persona, también de Dios, anuncia un oráculo divino: «Así dice el Señor...» Una voz de nuevo en primera persona se presenta: «Yo Yahveh, Yo el Señor…» y de dirige particularmente a su siervo: «Yo te he llamado para la justicia…» Otra voz en primera persona, siempre la misma voz de Dios, proclama quién es el único Dios: «Yo soy Yahveh, este es mi nombre…»

Amor de predilección de Dios por su siervo. Hay una gradualidad de significado en el despliegue de esta voz en cuatro tiempos. Elección y amor de predilección de Dios por su siervo en quien tiene todo su gozo y complacencia. El amor de Dios sostiene a su siervo, su Espíritu lo envuelve para que cumpla su misión. Imágenes que evocan dulzura, suavidad, ternura, bondad, mansedumbre describen la manera como el siervo cumplirá su misión. Pero su benignidad va acompañada de reciedumbre, tenacidad, fidelidad hasta la realización última de su misión.

Poder creador y providencia de Dios. Hablando en tercera persona Dios se presenta como creador de toda criatura y como conservador de la vida, su aliento comunica su vitalidad a la humanidad y a todo ser viviente. Este poder creador y conservador de Dios garantiza la eficacia de la misión que confía a su siervo.

Misión liberadora del siervo de Dios. Dios habla a su siervo para decirle el cuidado con que lo formó con un propósito bien definido: ser alianza de un pueblo, ser luz de las naciones. Él será signo de lo que Dios quiere para todo un pueblo: una alianza de amistad que será también luz para muchos otros pueblos. Esta misión consiste en una restauración total de la humanidad: que los ciegos vean, que los cautivos queden en libertad…

Proclamación de fe en el Único Dios. El poema termina con una declaración de fe solemne: no hay más que un solo Dios, todos los demás son ídolos. La proclamación, que está en boca de Dios, representa la profesión de fe de Isaías Segundo. El Único Dios Creador hará nuevas todas las cosas como en una segunda creación.

Origen, alcance y actualidad del cántico. Este poema fue compuesto hacia finales del exilio del pueblo judío en Babilonia, que duró de 586 a 538 aC. Forma parte los capítulos 40 a 55 del Libro de Isaías, llamado Libro de la Consolación. En su sentido original, el cántico expresa la esperanza en la repatriación del pueblo, su fe en un Dios creador y Señor de la historia, la convicción firme en que el amor de predilección de Dios a pesar de los sufrimientos. Porque estos cánticos, los cuatro, reflejan una experiencia de sufrimiento muy profunda, pero no un sufrimiento carente de sentido sino sufrimiento redentor.

Por eso el alcance de esto cánticos llega hasta los evangelios que ven su cumplimiento pleno Jesucristo, el Hijo de Dios que se hizo siervo semejante a nosotros, para solidarizarse con nuestra humanidad y arrancarnos de nuestra condición miserable. El amor de Dios en Jesús, su Espíritu Santo simbolizado por la paloma, le confirió la fuerza benigna e incondicional para liberarnos del mal (Mt 3,3-17). Más adelante san Mateo cita extensamente este cántico para subrayar que Jesús nos liberó de nuestros males (12,18-21).

La actualidad de estos cánticos se cumple en nosotros. Somos hijos e hijas en el Hijo, a quienes Dios Padre ama con predilección, en quienes tiene puesto su gozo que es su Espíritu de Amor. Las palabras que escucha el siervo, al igual que las que escucha Jesús, repetidas al ritmo de la propia respiración, son una magnífica oración para tener confianza en Dios y paz en el corazón.

* Ilustración de Georges Rouault

 

 

Enero 2014