EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 2º de Cuaresma


Lecturas: Génesis 22,1-2.9-13.15-18 / Salmo 115,10.15-19 / Romanos 8,31-34 / Marcos 9,2-10

Botón homilético – Francisco Quijano

• Dos imágenes de nuestra humanidad: el ascenso evolutivo del homo sapiens y el despliegue histórico de sus logros; la degradación y aniquilación del homo sapiens, la pandemia covid, los millones y millones reducidos a desecho por crímenes, guerras, genocidios.

• ¿En quién se encuentra la memoria y la supervivencia de cada ser humano? En Él, transfigurado, muerto, resucitado. En el amor y la voz que lo sostenía: «Este es mi Hijo –todos en Él son mis hijos e hijas– amado».

• El episodio de la Transfiguración del Señor está enmarcado entre el anuncio de su pasión y la pregunta de por qué tiene que padecer. ¿Qué significa este contraste entre gloria e ignominia, exaltación y vejación?

• Pablo nos da una clave: «Dios, que no preservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos va a regalar todo lo demás con Él?»

• El Hijo de Dios tomó nuestra condición mortal, no en lo que hay de glorioso en nosotros, sino en lo que hay de ignominia: desprecio, escarnio, humillación, ofensa, ultraje, crimen contra la humanidad, la de otros y la propia.

• La pasión y la muerte de Jesús no son una prueba a la que el Padre lo sometió por nosotros. Es lo que nosotros hemos hecho con Él y con nosotros mismos. El Padre no lo preservó, lo entregó, dejó que la ignominia y el crimen hicieran de Él su presa. ¿Por qué?

• En la Transfiguración –sus vestiduras se tornaron blancas resplandecientes– brillan dos cosas: Él en su gloria, que es la gloria de nuestra humanidad recreada, y el amor incondicional del Padre que dice: «Este es mi hijo amado, escúchenlo».

• El amor incondicional de Dios es capaz de rescatarnos de nuestra ignominia, nuestros crímenes, nuestra muerte. Ese es el sentido de la transfiguración y la resurrección de Jesús. El amor de Dios recrea nuestra humanidad para hacernos partícipes de su gloria.

• Otra vez Pablo: «Si Dios absuelve, ¿quién condenará? ¿Será acaso Cristo Jesús, el que murió y resucitó y está a la diestra de Dios y suplica por nosotros?»

• El Hijo de Dios hace su camino en nuestra humanidad vejada, pero lleva consigo oculta la gloria de nuestra humanidad recreada. Pablo continua: «Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro».

 

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Claves para la homilía – Julian Riquelme

• Contexto. - Palestina, año 30: Los seguidores de Jesús fueron ciegos durante la vida terrena del Maestro, pues no descubrieron quién era Él hasta después de su muerte. - Roma, año 70: Después de la experiencia Pascual, los discípulos experimentaron que Jesús era El Mesías, más grande que Elías y Moisés, y se convirtieron en peregrinos para comunicar esa vivencia a quienes son perseguidos por la fe.

• Sentido. La Transfiguración del Señor tiene un formato bíblico propio. Los especialistas lo clasifican como una "teofanía" con rasgos apocalípticos (griego: "Teos" = Dios; "fanos" = manifestación). En resumen, se trata de una manifestación o revelación de Dios, a través de imágenes conocidas en la cultura judía. La "teofanía" se desarrolla en una secuencia de tres pasos:

• La transformación de Jesús (Mc 9,2-4). El Evangelio se inicia con la subida del Maestro a un cerro, acompañado de tres discípulos. El resplandor luminoso, que rodea al Nazareno, presenta de manera gráfica su proximidad a Dios. Elías, como precursor mesiánico, aparece allí como el acompañante principal de Cristo, y Moisés, como un modelo, que le ayuda en la germinación del Nuevo Pueblo de Dios. Lección: Jesús es más grande que los antiguos profetas y que Moisés.

• La reacción de Pedro y de los discípulos (Mc 9,5-6). Pedro, Santiago y Juan viven una situación contradictoria: Por un lado, quieren retener la bienaventuranza celestial, que experimentan; y, por otro lado, se comportan como faltos de inteligencia, pues se resisten al sufrimiento, que implica seguir al Maestro hasta la cruz. Moraleja: Si queremos encontrarnos con el Resucitado, tenemos que emprender el camino del seguimiento de Jesús.

• La aparición de la nube y la voz divina (Mc 9,7-8). La nube es signo de la presencia de Dios, y, desde ella, resuena la voz celestial (Ex 24,16). Nube y voz interpretan la Transfiguración de Cristo, y son la respuesta divina a la reacción de los discípulos. La expresión "Éste es mi Hijo muy querido" corresponde a la presentación de Jesús, que hace Dios Padre a los tres testigos. El imperativo "escúchenlo" es una invitación a obedecer la Palabra del Nazareno. Mensaje: En el camino del seguimiento vamos con Jesús hasta la cruz y el sepulcro, pero desde allí hay que volver al seguimiento.

Cuaresma Semana II – Lunes (aquí)