EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 4º de Adviento


Lecturas: II Samuel 7,1-7.8-12.14-16 / Salmo 88,2-5.27.29 / Romanos 16,25-27 / Lucas 1,26-38

Botón homilético - Francisco Quijano

• «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» Ángel, ángelos, mal’ach, es decir, mensajero (en español, griego y hebreo). María recibe un mensaje de tres cláusulas que la desconcierta.

• «Alégrate»: saludo, comunicación de gozo, sentimiento de placidez. ¿De dónde viene, cómo se da este estado de ánimo?

• «Llena de gracia»: hermosura, agrado, plenitud de ser, don, favor. ¿Cómo se alcanza, cómo se disfruta?

• «El Señor está contigo»: presencia divina, donación. ¿Cómo llega el Señor a nuestras vidas?

• En cada cláusula, el mensaje va cobrando intensidad. La continuación del relato revela todo su alcance: «Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús».

• Dios irrumpe en nuestra humanidad de una manera totalmente inesperada e inalcanzable humanamente: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder el Altísimo te cubrirá con su sombra».

• Es el poder del Amor que lo envuelve todo. María lo acoge en la fe: «Soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu palabra».

• Todos estamos llamados a acoger a Dios que irrumpe en nuestra vida. Eso es el Adviento, tiempo de espera y gestación. María somos nosotros, ella nos representa.

• Al fin, el mensajero se retira dejando una estela de silencio. Ese silencio, que fue el de María toda su vida, es la matriz en la que se forma la presencia de Dios, su Palabra, en nuestras vidas. (Ver otra lectura aquí)

⦁ Alfredo Castañeda (1938-2010: Pintura en la Capilla de la Anunciación, Parroquia Universitaria, de la Ciudad de México.

 

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Claves para la homilía – Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 1: La madre de Jesús era de Galilea, lugar de los pobres y despreciados (cf. Lc 22,59). - Grecia, año 80: Jesús es más grande que el Bautista, y María es más grande que Isabel. Ella es la “madre de mi Señor” (Lc 1,43).

• Sentido El texto trata de la "Anunciación del Señor". Todo el relato describe una teofanía o manifestación de Dios Padre, ante quien María manifestó su fidelidad y disponibilidad, su capacidad de entrega. Ella supo imitar a Dios Padre, en su capacidad de darse, de amar. El trozo del Evangelio se puede dividir así:

• Llegada del Ángel (Lc 1,26-27). El Angel Gabriel (hb. gabrî'ël: "hombre de Dios" o "Dios se ha mostrado fuerte", cf. Dn 8,16; 9,21-27), significa un enviado de Dios; también puede simbolizar a quien evangeliza. María es saludada como “llena de gracia”.- Dentro de cada uno de nosotros, constituyendo el núcleo de nuestro ser, está el Amor de Dios, que quiere comunicarse a todos los seres humanos. Todo lo bueno que hay en nosotros es de Dios; lo que no es tan bueno, es nuestro, porque somos creaturas. Lo bueno podemos desplegarlo y permitir que llegue a plenitud.

• Diálogo entre el Ángel y María (Lc 1,28-38ª). El linaje o descendencia de David recibió la misión de hacer presente la Promesa para bien de todas las naciones (cf. 2 S 7,12-16; Sal 2,7-9; 88/h89/4-5; 109/h110/1s; Is 9,5-6; 55,3). A la Virgen, que está vinculada de alguna manera con el linaje de la Promesa, se le va a pedir la colaboración en el Proyecto del Dios de la vida. Su Hijo, Jesús, el Mesías, propiciará la libertad de todos los pueblos de la tierra (cf. Sal 71/h72/5; Is 9,5-6; 11,1.10; Ez 34,23-24; Dn 7,14; Mi 4,7).- La grandeza de María está encerrada en una sola palabra: “Fiat” = “Hágase”. Lo que celebramos es la respuesta de María al Amor de Dios. Nosotros también podemos descubrir lo divino en todo ser humano.

• Partida del Ángel (Lc 1,38b). La ausencia del Mensajero divino produce un silencio, un vacío, para que meditar en el Amor que Dios Padre tiene por todos y cada uno.- Descubramos en nosotros lo que hemos descubierto en María. La fuerza de Dios, que estuvo en María para que el Hijo de Dios tomara carne, humanidad, en ella (Lc 1,35; cf. Gn 1,2; Ex 13,22; 19,16; 24,16; Sal 16/h17/8; 56/h57/2; 139/140/8), esa misma fuerza está en nosotros, los bautizados y bautizadas, para que propiciemos que la Palabra de Dios esté en nuestra historia, en nuestros ambientes, en nuestro mundo. El camino es la fidelidad a Dios, encontrada en la fidelidad a uno mismo, y manifestada en el servicio a nuestros prójimos.

• Sawai Chinnawong: Anunciación

Adviento – Lunes iv (aquí)