En este portal damos cabida a aventuras elevan la cota de humanidad que nos debemos. En esta ocasión, dos visiones distantes y distintas acerca de dos virtudes: la veracidad en contraste con la mendacidad, la nobleza frente a la mezquindad. Lo hacemos en tiempos en que reinan la posverdad y la ruindad.
Romano Guardini, uno de los grandes teólogos del siglo XX, padeció la mendacidad y la opresión del régimen nacionalsocialista en Alemania. Michelle Obama honró la transición democrática en Estados Unidos en 2016. Guardini publicó sus reflexiones en 1963. Michelle publicó en Instagram (16.11.2020) cómo vivió el paso del poder de su marido, Barack Obama, al presidente electo Donald Trump. [F. Q.]
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«La expresión más horrible de la violencia es que se le destroce al hombre su conciencia de verdad, de modo que ya no esté en condiciones de decir: “Esto es cierto... eso no”. Quienes lo hacen –en la práctica política, en la vida jurídica y donde sea– deberán darse bien cuenta de lo que hacen: quitar al hombre su condición de hombre. El darse cuenta de eso les anonadaría. La verdad es también aquello por lo que el hombre hace pie en sí mismo y llega a tener carácter. El carácter se apoya en que el hombre haya llegado a tener en su ser esa firmeza que se expresa en las frases: lo que es, es. Lo que es justo, debe tener lugar. Lo que se me ha confiado, lo defiendo. En la medida en que así ocurre, el hombre puede hacer pie en sí mismo.
«¿Qué cimenta esto tan firme, que no puede ser de otro modo sino como es? ¿Qué hace, yendo más allá de estas relaciones más simples de sentido, que todo auténtico conocimiento, en el momento de su iluminación, nos dé la certidumbre: “así es esto”? Naturalmente, puedo equivocarme si no observo con bastante cuidado, si no pienso con bastante exactitud. Esto puede ocurrir y ocurre también todos los días. Pero si he conocido realmente, entonces sé: así es. ¿Qué es lo que produce esa extraña firmeza, no apoyada en nada palpable? Sólo puede ser algo que venga de Dios. Algo que no procede del mismo hombre se presenta aquí en la acción y la experiencia humana. Un poder, y no de la violencia que existe y obliga, sino del sentido que llama y da testimonio de sí; un poder de sentido que crea en el hombre esa firmeza que llamamos “convicción”».
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«Esta semana he estado reflexionando mucho sobre dónde estaba hace cuatro años. Hilary Clinton acababa de sufrir una dura derrota por un margen mucho más estrecho que el que hemos visto este año. Me sentí herida y decepcionada, pero los votos se habían contado y Donald Trump había ganado. El pueblo estadounidense había hablado. Y una de las grandes responsabilidades de la presidencia es escuchar cuando lo hace. Así que mi marido y yo instruimos a nuestro personal para que hicieran lo que George y Laura Bush habían hecho por nosotros: llevar a cabo una transición de poder respetuosa y fluida, que es uno de los sellos distintivos de la democracia estadounidense. Invitamos a la gente del equipo del presidente electo a nuestras oficinas y preparamos memorandos detallados para ellos, ofreciéndoles lo que habíamos aprendido durante los últimos ocho años.
«Debo ser franca y decir que nada de esto fue fácil para mí. Donald Trump había difundido mentiras racistas acerca de mi marido que habían puesto a mi familia en peligro. No era algo que yo estuviera dispuesta a perdonar. Pero sabía que, por el bien de nuestro país, tenía que encontrar la fuerza y la madurez para dejar de lado mi ira. Así que le di la bienvenida a Melania Trump a la Casa Blanca y hablé con ella sobre mi experiencia, y respondí todas las preguntas que tenía, desde la máxima exposición crítica a la que está expuesta la Primera Dama hasta cómo educar a los hijos en la Casa Blanca.
«En mi corazón sabía que eso era lo correcto, porque nuestra democracia es mucho más grande que el ego de cualquiera. Nuestro amor por la patria requiere que respetemos los resultados de una elección, aun cuando no nos gusten o quisiéramos que hubieran sido diferentes. La presidencia no pertenece a ningún individuo ni a ningún partido. Fingir que sea así, jugar con esas infundadas teorías de la conspiración, ya sea para beneficio personal o político, es poner en peligro la salud y la seguridad de nuestro país. Esto no es un juego. Así que quiero instar a todos los estadounidenses, especialmente a los líderes de nuestra nación, independientemente del partido, a que honren el proceso electoral y hagan su parte para procurar una transición del poder sin dificultades, tal como lo han hecho los presidentes en ejercicio a lo largo de nuestra historia».
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