Evangelio de San Lucas 19,41-44
• En estas últimas semanas de la vida pública de Jesús, tres episodios se encadenan: él entra en Jerusalén como mesías humilde montado en un asno, se lamenta de la desgracia de la ciudad y expulsa a los vendedores del templo.
• Había la expectativa de la llegada de un mesías triunfal, que trastocaría todo y devolvería su esplendor al pueblo judío, sus instituciones, su templo. Se acercaba la Pascua, celebración religiosa y política de liberación.
• Vana expectativa: Jesús no es ese mesías. Ha llegado a Jerusalén para culminar su misión. La ciudad es símbolo de la oposición y el rechazo a su persona y su mensaje, que comenzó desde el inicio de su predicación.
• Jesús lo lamenta: «¡Ojalá tú también reconocieras hoy lo que conduce a la paz! Pero eso está oculto a tus ojos». ¡Qué desgracia! Viene acompañada de Ayes y Lamentos y tiene por resultado fracasos y desventuras.
• Sucede en la vida personal, sucede en la vida de las sociedades, sucede en la historia. Desgracias que son objeto de lamentos, de reconocimiento de culpas, de arrepentimientos. O todo queda simplemente en desgracia y lamentos. Así sucede.
• Esto no es la última palabra. Jesús llegó a Jerusalén, entró en la boca del lobo. Allí fue acosado, acusado, condenado, apresado, juzgado, ejecutado. Allí fracasaron él y su misión.
• Del fracaso y de la muerte, renació la vida, el futuro, la resurrección. Esa es la única esperanza firme. No las expectativas vanas.
Lectura: I Macabeos 2,15-29
• El rey Antíoco, como hacen los tiranos, trató de seducir a los judíos con honores y dádivas. Logró hacerlo con muchos, pero Matatías, jefe fe los Macabeos, se rebeló y tomó las armas:
• «Aunque todas las naciones que están bajo el dominio del rey obedezcan y abandonen el culto de sus antepasados para someterse a sus órdenes, yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos fieles a la Alianza de nuestros padres».
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Reflexión: Julián Riquelme
• Contexto - Palestina, año 30: Jesús ama a su pueblo, quiere a sus aldeas y admira la ciudad capital, Jerusalén. Aprecia al templo y sus obras de arte, su música y sus canciones. - Grecia, año 80: La Pascua de Jesús, su muerte y resurrección por amor, exige testimoniar y anunciar cada día el Reinado de Dios no solo a los judíos, sino a toda la tierra.
• Sentido El tema del Evangelio es ”Jesús llora por Jerusalén”. El texto se puede dividir en tres partes:
• Llanto (41-42). El Nazareno divisa en el horizonte la capital Jerusalén y llora por ella. Su llanto y su lamento es porque sus líderes y su gente no descubren el camino que conduce a su felicidad (hebreo “shalon”): son como ciegos. Lección: Miremos nuestro barrio, nuestro sector y nuestro país en este tiempo de incertidumbre social y, en lo que podamos ser responsables, cada uno allí donde está, construyamos la paz.
• Destrucción (43-44a). Este Evangelio se escribe el año 80 y el Templo de Jerusalén y parte de la ciudad han sido destruidos por Tito el año 70. Por eso, la nitidez de cómo suceden los hechos: “Tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco; te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra”. Moraleja: El diálogo ayuda a superar los conflictos y desentendimientos; de lo contrario, quedamos atrapados en nuestras intransigencias.
• Venida (44b). El momento de la Venida del Mesías ocurre principalmente en su Pascua, es decir, en su muerte y resurrección. Allí interrogado, Jesús declaró ante el Sanedrín que Él era el Cristo (Lc 22,66-71). Israel tenía la misión de presentar al Mesías a las naciones; pero lo entregó a Pilato (Lc 23,1). Mensaje: Jesús sigue viniendo a cada uno de nosotros y a nuestras sociedades: pidámosle por nuestro país, barios y familias para encontrarnos todos como hemanos.
Semana XXXIII: Viernes (aquí)
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