SEMANA XXVI: EVANGELIOS

Sábado: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra»


Evangelio de San Lucas 10,17-24

• Los setenta y dos regresan de su misión triunfantes y triunfalistas: «Señor, en tu nombre hasta los demonios se nos sometían».

• Jesús ratifica su alegría, los felicita: «Estaba yo viendo a Satanás caer como un rayo del cielo». Pero luego les dice que su alegría debe estar en otra parte: «Alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo».

• Jesús pronuncia entonces una alabanza desbordando de júbilo en el Espíritu Santo. Esta observación de Lucas es la clave para descifrar dónde se encuentra el júbilo, la alegría, el gozo.

• Por la fe intuimos que esa es la realidad de Dios, su Felicidad, o mejor dicho esa es la Felicidad que es Dios mismo, el gozo, el júbilo, la alegría de su Amor, que llamamos Espíritu Santo.

• Participamos en esperanza de esa Felicidad en virtud del don de la fe y del amor de Dios: «Nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo».

• Esa Felicidad que es Dios es la que gozan los discípulos y quienes vienen después de ellos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!» Esa es la Felicidad de los limpios de corazón que contemplan a Dios en la eternidad.

 

Lectura: Job 42,1-3.5-6.12-17

• El primer discurso de Dios cierra con una confesión de Job en la que reconoce su nada ante Dios. En su segundo discurso, el Señor muestra toda su sabiduría y todo su poder en la descripción de dos monstruos de los mitos de la antigüedad y su dominio sobre ellos: Beehemoth, el hipopótamo, y Leviatán, el cocodrilo. Ambos son la representación mítica del caos y del mal, los cuales se hallan bajo el dominio de Dios.

• Esta segunda parte de la teofanía cierra también con unas palabras de Job, que son balbuceo ante la sabiduría y la grandeza inconmensurable e inefable del Creador: «Reconozco que lo puedes todo... puse en duda tu providencia... Te conocía solo de oídas, ahora te ha visto mis ojos».

• El libro de Job es un ejemplo notable de profundidad, o de elevación como quiera verse, de la sabiduría teológica del judaísmo acerca del insondable Misterio de Dios, anterior a la revelación de ese Misterio en la persona, la vida, la muerte y la resurrección de Jesús.

• San Pablo exclamará a este propósito: «¡Qué abismo de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién ha conocido jamás la mente del Señor? ¿Quién ha sido su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para Él le devuelva? Él es origen, camino y término de todo. A Él la gloria por los siglos. Amén». (Rom 11,33-36)

 

 

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Reflexión: Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 30: En el camino hacia Jerusalén Jesús educa a sus discípulos a ser abiertos a todas las naciones. - Grecia, año 80: El Espíritu Santo ayuda Jesús y a sus seguidores a humanizar y evangelizar a quienes están lejos del Reinado de Dios y a evaluar sus proyectos y actividades.

• Sentido El Evangelio presenta el “Retorno de los setenta y dos discípulos”. El texto se estructura en tres partes:

• Evaluación (17-20). En conversación franca y optimista Jesús y los discípulos evalúan su trabajo en las diferentes regiones del mundo gentil o pagano. Ellos han propiciado el crecimiento de las personas: la gente se libera de sus amarras y ataduras individuales y sociales. Las enseñanzas del Maestro tienen fuerza para orientar la historia hacia la plenitud de la vida. La alegría de ellos es grande, porque sus nombres están escritos en el "libro de la vida" (cf. Dn 12,1; Ap 3,5), es decir, porque se sienten personas amadas por Dios, y con las cuales Dios cuenta. Lección: Si queremos que Dios Padre se manifieste en nuestra experiencia, debemos despojarnos de la soberbia, el orgullo y la prepotencia, y revestirnos de la humildad, la sencillez y el sentido de igualdad básica con todos los otros.

• Agradecimiento (21-22). Cristo, movido por el Espíritu Santo, da gracias al buen Padre Dios porque los paganos aceptan el Evangelio. Ellos acogen el Reinado de Dios porque se sienten necesitados de amistad, amor, libertad y misericordia. Los “sabios” y los “prudentes” son la elite religiosa judía, que, priorizando la Ley como un absoluto, desprecian y consideran malditos e incapaces a los gentiles; “Sí, Padre, porque así lo has querido”: Dios no hace acepción de personas en cuanto a la “revelación”, porque Él es Amor y plena gratuidad (cf. Hch 10,34; Rm 2,11). La frase “Todo me ha sido dado por mi Padre” manifiesta que estamos ante una catequesis post pascual; “Nadie conoce al Hijo sino el Padre”: en hebreo, el verbo “conocer” indica cercanía, familiaridad, comprensión, entrega mutua y la relación íntima entre un varón y una mujer: en suma, Jesús siente en su interior el gran Amor de Dios Padre por todos los seres humanos (cf. Sal 138/h139); “Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”: la única manera de conocer a Dios es aproximarnos al Señor Jesús. Moraleja: Tanto en la lectura de la Biblia, como en la meditación, el estudio y la pastoral, debemos acercarnos cada vez más al Jesús histórico, para experimentar a Dios como Padre.

• Felicitación (23-24). Cristo elogia a los discípulos porque lo escuchan y lo ven actuar. Lo que ven y oyen fue el anhelo de los profetas y de los reyes. Los profetas enseñaron la Palabra de Dios y los reyes debían servir con justicia a su pueblo. Mensaje: Para percibir y entender a Jesús es necesario acercarse a Él y oírlo.

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