Lecturas: Eclesiástico 27,30-28,7 / Salmo 102,1-4.9-12 / Romanos 14,7-9 / Mateo 18, 21-35
Botón homilético – Francisco Quijano
• Dos perspectivas para tratar de la ira, el rencor y la venganza, y el perdón, la reconciliación y el amor. Una, en veta psicológica, es de un sabio judío de los años 190 aC autor del Eclesiático, que no entendía de profundidades psíquicas ni subconscientes.
• Constataba por sabiduría de la vida que cultivar resentimientos y rencores carcome el alma y amarga la vida. Y lo peor: cierra toda posibilidad de futuro, cancela la esperanza y convierte la libertad en un reflejo condicionado de venganza.
• Su consejo, fruto de sabiduría religiosa: ira y enojo son odiosos, perdona y se te perdonará. Está en ti deshacerte de la carcoma del y del odio, tú puedes romper el círculo fatal de la venganza, piensa en tu fin, acaba con tu enojo.
• Otra, en veta social, es la parábola evangélica, desconcertante en primera lectura. Un señor pide cuentas a un empleado que le debe millones, va a cobrárselos vendiéndolo a él, a su familia y todos sus bienes. Ante la súplica del empleado de un plazo para pagar, el señor le perdona la deuda.
• Este empleado, a quien un compañero le debe unos pesos, no atiende a una súplica similar a la suya, no se compadece, hace que lo metan en la cárcel. Los compañeros de trabajo lo acusan ante el señor, este lo reprende severamente y manda castigarlo.
• ¿Cuál es la clave de la parábola? No la actitud severa del señor, tampoco las súplicas de ambos empleados. La clave es la magnitud inconmensurable del perdón contada en términos de una deuda millonaria.
• Esa es la medida inconmensurable que Jesús indica a Pedro, cuando le pregunta: «¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano? ¿Hasta siete veces?». «No sólo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete».
• La medida del perdón es no tenerla, por ser expresión de amor incondicional. De esa calidad es el perdón de Dios que nace de su amor incondicional. En nuestro caso, no podemos imitarlo, solo pedirle tener parte en el perdón que él nos ofrece, para ofrecerlo nosotros a los demás.
• Imaginemos qué sería un mundo, una sociedad, unas relaciones humanas en las que no hubiera perdón. Nuestra libertad quedaría reducida a reflejo condicionado de venganza.
• Por eso, es mejor rezar: «Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal»... de la venganza.
• En contextos sociales, políticos, culturales de violencia extrema, Immaculée Ilibagiza es testimonio vivo de este perdón sin límites (aquí) y Nelson Mandela lo es igualmente (aquí), dos personas que vivieron el despojo de su dignidad humana, y ella el asesinato de su padre, su madre y dos hermanos.
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Claves para la homilía - Julián Riquelme
• Sentido. A Pedro le parece haber encontrado la solución: "¿Hasta siete veces?" (Mt 18,21). La frase "setenta veces siete" quiere decir que hay que perdonar siempre. Por eso, Jesús ofrece la “parábola de las dos deudas”. Con ella propone ubicarse en la misma raíz de la reconciliación fraterna, de tal manera que, donde existió la ofensa y el deseo de venganza, comience a irradiarse el sentido del perdón con abundancia (Mt 18,22; cf. Gn 4,24). Los ejes de esta parábola son cuatro realidades opuestas o distintas:
• Un rey y los servidores. Al rey en el antiguo Oriente se le considera omnipotente, señor de la vida y de la muerte, y juez supremo de sus súbditos; los servidores son sólo administradores (Mt 18,23). En la parábola, el rey representa a Dios; los servidores son figura de los discípulos. ‒ El Señor no niega el valor de la justicia y de las avenencias legales en la relación social.
• Una deuda impagable y otra muchísimo menor. Lo que se le debe al rey son muchos millones (cf. Mt 18,24); lo que se adeuda al servidor perdonado es una pequeña cantidad (cf. Mt 18,28). En la parábola, los "diez mil talentos" simbolizan la gracia del perdón amoroso, que recibimos de Dios; los "cien denarios" o la pequeña cantidad de dinero, que se adeuda, es imagen de las ofensas recibidas de otros hermanos o hermanas. El perdón de Dios es lo primero. Aquí está la clave o el punto de inflexión de la parábola. ‒ Sin perdón mutuo sería imposible cualquier clase de comunidad (cf. Mt 5,9.48; 6,14-15; 1 Jn 4,20).
• La misericordia del rey y la crueldad del primer servidor. Hecha la petición de plazo para pagar por el servidor, el rey concede más: perdona de manera absoluta la deuda (Mt 18,26-27); cuando el compañero adeudado pide plazo al servidor perdonado, éste se lo niega y hace que lo castiguen (Mt 18,30). En la parábola, la actitud del rey retrata la generosidad de Dios, que es Amor, al perdonar; la actitud del servidor dibuja el sentido limitado, que nosotros tenemos en la reconciliación. ‒ El perdón está en conexión directa con el amor al enemigo.
• Las dos reacciones del rey: la inicial y la final. El lenguaje aquí es apocalíptico. El rey inicialmente es generoso; pero, vista la crueldad del servidor, al final aparece como muy severo, porque respeta la libertad (Mt 18,27.32-34). Dios es sumamente serio en su perdón; su nobleza obliga. ‒ Entre los seres humanos es impensable un verdadero amor, que no lleve implícito el perdón.
• Domenico Fetti (1589-1623): Parábola del siervo despiadado, 1620
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