Ahora, Señor, según tu palabra,
puedes dejar a tu siervo morit en paz,
porque mis ojos han visto a tu salvación,
que preparaste ante todos los pueblos,
como luz para iluminar a los paganos
y como gloria de tu pueblo Israel.
Al presentar al Niño Jesús en el Templo, José y María se encuentran con el anciano Simeón, que lo toma en sus manos y prorrumpe en un Cántico de Acción de Gracias, que manifiesta la misión de la criatura. A la vez, anuncia a María, su madre, que ese Niño será «signo de contradicción» y que a ella «una espada le atravesará el corazón», con lo cual manifiesta cuál será su destino.
Nunc dimittis... Son las dos primeras palabras en latín del cántico de Simeón. Así se conoce este cántico, que es una perla engarzada en la prosa del Evangelio de san Lucas. Es un himno crepuscular y auroral a la vez. Y cabe leerlo en dos registros: uno teológico, querido por el evangelista; otro lírico, asociado a la oración nocturna de la tradición cristiana.
En su registro teológico, este cántico, que fue creado quizá por comunidades judeo-cristianas, es una acción de gracias por el cumplimento de las expectativas de salvación con la llegada del Mesías. Y es también un himno que anuncia la nueva aurora de la salvación para todos los pueblos.
El motivo de la acción de gracias de Simeón es el haber visto con sus ojos y haber tomado en sus brazos la salvación de Dios. El Ungido de Yahvé –Mesías en hebreo, Cristo en griego– es acogido por la gente pobre y humilde del judaísmo –los anawim– representada por Simeón y Ana, María y José, Zacarías e Isabel.
La historia de la Antigua Alianza desemboca –eso es lo que quiere dar a entender Lucas con esta acción de gracias– en el advenimiento del Mesías anunciado por los profetas y esperado por el pueblo fiel a Yahvé. La Antigua Alianza llega así a su fase crepuscular para dar paso a la aurora de la Nueva Alianza.
La acción de gracias se torna, entonces, en himno que canta el advenimiento de una nueva aurora, que había sido anunciada por un profeta del siglo VI aC. El Segundo Isaías proclama que en un futuro todos los pueblos verán la gloria del Señor (40, 5), que su ungido será luz de las gentes para que la salvación alcance hasta los confines de la tierra (49, 6; 52,10).
El cántico de Simeón es una actualización de los oráculos del Segundo Isaías (cc. 40-55). Hay un avance en la revelación del proyecto de Dios. Para Isaías, la salvación se extiende a todos los pueblo, pero el pueblo de Israel sirve de mediador. Para Lucas, la salvación se dirige desde un principio a todos los pueblos y el pueblo judío no es sino uno de estos.
La escena en la que aparece el Nunc dimittis presenta otras dos perspectivas teológicas. Una es el oráculo de Simeón dirigido a María. Ese niño será señal de contradicción: habrá quienes acepten su salvación, habrá quienes la rechacen; las intenciones de los corazones quedarán a descubierto.
La imagen de la espada simboliza la discriminación que habrá entre la gente, que también tocará el corazón de María. Ella, la madre de ese niño, estará llamada a tomar partido por él; ella es su madre y es también discípula suya.
La otra perspectiva es el motivo por el cual José y María se presentan en el templo: estaban allí para cumplir con la Ley de Moisés. En tres ocasiones se dice que ese fue el motivo. Se dice también en tres ocasiones que Simeón acudió al templo movido por el Espíritu Santo.
Con estas menciones de la ley y del Espíritu, el narrador quiere dar a entender que se ha cumplido el tiempo de la Antigua Alianza, fundado en la Ley de Moisés, y que comienza la Nueva Alianza fundada en el Espíritu Santo.
A esta lectura teológica del himno y la escena, que es la perspectiva de Lucas, se puede asociar una lectura lírica en la que entran en juego sentimientos humanos profundos. No es la perspectiva del Evangelio, pero nada obsta para que también la tengamos en cuenta.
El anciano Simeón y Ana la viuda llegan al final de su vida, sienten que su destino se ha cumplido en plenitud. Lo agradecen al Señor. Simeón toma en sus brazos a una criatura recién nacida que es portadora de vida nueva. Se enlazan así las generaciones. Esta nota lírica del Nunc dimittis resuena en la oración de la noche –completas– de la liturgia cristiana de las horas. Con este himno damos gracias a Dios por sus dones en el día que termina y nos disponemos a nuevas bendiciones que vendrán con el día de mañana.
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Enero 2012
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