EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 18º durante el año


Lecturas: Isaías 55,1-3 / Salmo 144,8-9.15-18 / Romanos 8,35.37-39 / Mateo 14,13-21

Botón homilético – Francisco Quijano

Muliplicación de los panes. La sola designación de este milagro de Jesús tiene múltiples resonancias nuevas en estos tiempos de Covid-19. Estas son tres: el don, la solidaridad, el intercambio.

 El don. «Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición». Como quiera que el alimento llegue a la mesa de los comensales, cualesquiera que sean las mediaciones, es en su origen un don de Dios.

 Nos alimentamos con frutos de la naturaleza, del reino reino vegetal y del reino animal. No con productos superelaborados en fábricas de cosas, no con productos virtuales que entran por la red hasta los más oscuros rincones. La naturaleza es el primer don de Dios.

 Nuestra naturaleza, lo que somos cada una de las criaturas, cada uno de los seres vivos, como quiera que hayamos atravesado por todas la etapas de la evolución, somos don de Dios, sus criaturas llamadas a bendecirlo y darle gracias por este don.

 La solidaridad. «Jesús vio a una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, sanó a los enfermos». Hay muchas formas de cuidado de unos por otros, de atención a las necesidades humanas básicas: comida, salud, vestido, casa.

 En todas ellas, la actitud básica es hacerse cargo del projimo y sus miserias. Lo dicen dos palabras: compasión = padecer con, misericordia = cor(azón) mísero (abatido) por el mal que aqueja al prójimo.

 De esta actitud básica nace la solidaridad. Dos consignas para pasar de la lógica de compra/venta a la lógica de gratuidad/solidaridad: «Vengan, tomen vino y leche sin pagar» (Isaías). «Denles ustedes de comer» (Evangelio).

 Como resultado de esta nueva lógica, el milagro de compartir: todos comieron hasta saciarse. Acoger el don de Dios, acoger a los demás y hacerse cargo de ellos, ser solidarios, compartir es vivir humanidad nueva. Es el Reino que proclama Jesús.

 El intecambio. Suena dura la recomendación de los discípulos: «Despide a la multitud para que vaya a comparse alimentos». Es lo que dicen quienes viven en la dura realidad del comercio, la producción de bienes, el trabajo.

 Es el reino de la economía, la dismal science, la ciencia tétrica, como la calificó Thomas Carlyle en el siglo XIX. Sí, esa ciencia y lo que conlleva: enojo y depresión, rebeldía y abatimiento. Ante las necesidades humanas básicas, ante el hambre, ¿para qué diablos sirve?

 No es este lugar para condenar o exorcizar la economía. Pero algo hay que pensar y hacer. Por lo pronto, en tiempos de pandemia y confinamiento, de parálisis de la economía, se ve la necesidad de echarla a andar.

 Sin intercambio no es posible vivir en sociedad. La autarquía, bastarse con los propios recursos, sea esta personal, familiar, campesina, urbana, nacional, es imposible y si se intenta, insostenible.

 Sin intercambio, sin tabajo, sin productos, sin sueldos, sin ganancias, sin industria, sin desarrollo, sin todo lo que configura la vida actual con el bienestar que se logra y el malestar que se padece, no es posible vivir.

 Tarea pospandemia. Comprar y vender forma parte de la civilización y la cultura. Demonizar este intercambio es cercenar una práctica ancestral de la humanidad que no es de por sí perversa. Pero es insuficiente.

 Compartir gratuitamente, vivir la solidaridad es una realidad más importante que el intercambio comercial. Nos asemeja a Dios que concede gratuitamente su amor y con él todos los bienes.

 El milagro de la multiplicación de los panes y los peces es un signo del desbordante amor de Dios. Más aún, es signo de que Él mismo, su Palabra hecha carne, es nuestro alimento

 La cuestión es cómo este don original del Creador y de la creación, cómo la actitud básica de convivir y compadecerse del prójimo, cómo la solidaridad y la generosidad, configuran las mediaciones tétricas de las instituciones de la vida moderna, como la economía y la política.

• Pintura del Proyecto Jesus Mafa: Multiplicación del panes

 

   

 

Claves para la homilía – Julián Riquelme

Contexto - Palestina, año 30: Jesús ha terminado su enseñanza para las masas con las parábolas. Sin embargo, su amor por la multitud no cesa (Mt 14,14). - Antioquía (Siria), año 80: El advenimiento del Reino de Dios será como una nueva primavera, en la cual los seres humanos serán libres, si cultivan el amor, la compasión y el compartir de Dios.

• Sentido El tema del Evangelio es "La Primera Multiplicación de los Panes y de los Peces". No hay que tomar este relato en sentido literal, porque está lleno de símbolos. En el texto se descubren tres ejes fundamentales:

• La “compasión” de Jesús como punto de partida hacia un Nuevo Éxodo (14,13-15). Quienes no pertenecen a Corazaín, Betsaida y Cafarnaúm (11,20-24), abandonan sus ciudades y siguen al Maestro a pie; ahora están en el desierto, en un despoblado (14,13): Todo ello es el símbolo de un nuevo éxodo. “Compadeciéndose de la muchedumbre, sanó a los enfermos”: Pese a la falta de respuesta de la gente a las parábolas, el Nazareno siente el Amor de Dios Padre por las personas (cf. Ex 3,7). “Despide a la multitud, para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos" (14,15): Los discípulos no se preocupan del hambre de los demás, ni tienen dinero para comprar tanto pan. Si no ponemos el Amor de Dios, que está en nuestro corazón, en las necesidades de los otros, ni permitimos que sus problemas se asomen en nuestro corazón, es imposible iniciar un proceso de transformación tanto a nivel familiar como social.

• El testimonio de Cristo y de los discípulos convoca al “compartir” entre la multitud (14,16-19). “Denles de comer ustedes mismos” (14,16): En estas palabras está la “clave” o el “punto de inflexión”, que permite entender el relato en su profundidad. "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados"; "Tráiganmelos aquí", les dijo Jesús (14,17-18); en ese entonces, quien salía de casa por un tiempo, iba provisto de alimento necesario (cocaví); por otra parte, 5 + 2 = 7 en la Biblia es un número infinito, de plenitud: Todos tienen en sí o dentro de sí mismo algo valioso que aportar al bien común. “Sentarse en el pasto” (14,19): Comer sentados era símbolo de las personas libres; el “pasto” o “hierba” está significando que viene una nueva primavera; “levantar los ojos al cielo y pronunciar la bendición”: Es considerar los bienes de la tierra como un regalo de Dios para todos sus hijos e hijas; “Jesús comparte el pan”, también “sus discípulos lo distribuyen entre la gente”: El acontecimiento fue una respuesta al amor, a la compasión y a la generosidad que Jesús predicaba. Si cada discípulo del Señor y cada comunidad cristiana, además de la “compasión”, practica el “compartir”, comienza a cambiar la base de las sociedades.

• La saciedad de quienes tienen hambre y sed de justicia (14,20-21). “Todos comieron hasta saciarse” (14,20a): En esa comida quien tenía algo que aportar, colaboró, y quien no tenía nada, se sintió acogido fraternalmente. “Con los pedazos que sobraron, se llenaron doce canastas” (14,20b): Las doce canastas con los pedazos sobrantes no solo se refieren a las doce tribus de Israel, sino que hacen pensar en el banquete mesiánico de las naciones. “Los que comieron fueron unos cinco mil hombres” (14,21ª): El número de quienes comieron es también simbólico, porque 50 por 100 indica repetición ilimitada, aludiendo a “personas adultas” y a comunidades proféticas del Antiguo Testamento (cf. 1 R 18,4.13; 2 R 2,7). “Sin contar las mujeres y los niños” (14,21b): En los esquemas de vida de los grupos de aquella región y de aquel tiempo, se consideraba “personas débiles” a las mujeres y a los niños. Cada vez que se comparte el pan, se hace presente a Dios, que es Amor, porque Dios y el necesitado son inseparables, y a la vez se anticipa un Nuevo Pueblo de Dios, que aún no ha llegado plenamente.