PASCUA: SEMANA VII

Martes: San Matías Apóstol


Evangelio de San Juan 15,9-17

• Las imágenes y metáforas de la alegoría de la vid se traducen en este breve pasaje en aforismos bien cincelados acerca del amor. No cualquier amor, sino el divino: «ἀγάπη / agapê».

• El origen de este amor es el Padre y es el amor con que ama a Jesús. Si volvemos a la metáfora de la vid, este amor es la savia de vida del Padre que hace fructificar a Jesús.

• El fruto de este amor del Padre que vivifica a Jesús son sus mandamientos que Jesús ha cumplido, y son también los mandamientos que Jesús pide cumplir a sus discípulos.

• San Juan usa la palabra griega «ἐντολή / entolê» para designar el mandamiento. El sentido del vocablo es «encomienda, encargo». Es decir: estos mandamientos son la encomienda que el Padre entregó a Jesús: la «encomienda de amar».

• Con la metáfora de la vid, se diría que cumplir los mandamientos del Padre y de Jesús es como fructificar nutridos por la savia de vida que fluye en la vid.

• ¿Cuál es el fruto de amor del Padre que vivifica a Jesús y a sus discípulos? Ese fruto es el gozo de Jesús, un gozo cumplido. Su nombre es divino: «Espíritu de Amor y Gozo».

• El designio de Dios para la humanidad es la amistad. Esto concuerda con la perspectiva filosófica de Aristóteles: la amistad es la realidad y el valor máximo al cual se puede aspirar.

• Amistad solo la hay entre quienes se comunican todo de palabra, en proyectos de vida, por acciones recíprocas de benevolencia y generosidad. La amistad florece entre personas libres, no entre amos y esclavos.

• ¿En qué consiste esa vida compartida entre Dios y la humanidad, entre Jesús y sus amigos? En una vida de felicidad común. Tomás de Aquino dice que la caridad es amistad porque Dios ha querido compartirnos su amor y nos lo ha comunicado su felicidad.

• Este es el centro, la perspectiva y el fin de toda la obra de Dios para con nuestra humanidad: vivir en amistad con él y entre nosotros.

 

Lectura: Hechos 1,15-17.20-26

• En la elección de Matías para completar el número de doce apóstoles, tras la traición y la muerte de Judas, concurren curiosamente dos factores heterogéneos: un criterio nítido y el azar.

• El criterio es: uno que convivio con Jesús y nosotros desde su bautizo por Juan hasta la ascensión. Propusieron a dos, José Barsabá y Matías, y echaron la suerte entre ellos.

• Pero la suerte fue encomendada al Señor: «Tú, Señor, que conoces los corazones, muestra cuál de estos dos». De modo que la elección ocurrió finalmente por designio divino.

 

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Reflexión: Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 30: Es la Última Cena. El miedo es algo vivo en los discípulos de Jesús. Probablemente al ver sufrir a Cristo, sus seguidores pierdan su adhesión a Él, no anuncien el Evangelio, y la desorientación les haga perder toda esperanza. - Jerusalén, año 100: A partir de su muerte y resurrección Cristo dará el Espíritu Santo a sus discípulos.

• Sentido El texto habla del “mandamiento del amor”. Está presentado como última voluntad del Señor, en su discurso de despedida. En el trozo bíblico, se pueden subrayar, entre otros, los siguientes aspectos:

• Invitación a responder al amor de Jesucristo (15,9-11). Al final de su misión en este mundo, Jesús puede decir: "Como el Padre me amó, también Yo los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor" (15,9). El Padre le manifestó su amor, comunicándole su Espíritu Santo, que es amor fiel; de la misma manera el Nazareno muestra su amor a los discípulos, regalándoles la fuerza de su amor, el Espíritu Santo que los acompaña. El Maestro les pide que respondan del mismo modo a su amor. Así ese amor será la atmósfera y la experiencia de la comunidad. Además, el Señor insiste en la práctica como criterio de la unión con Él, que ha de desembocar en el compromiso con los otros. De lo contrario, los dioses falsos ocuparán el vacío en la misión. Interrogante: ¿Cómo puedo demostrar que el Señor es mi amigo?

• Lo nuevo del mandamiento de Cristo (15,12-15). En el Antiguo Testamento, se pedía a los creyentes amar al prójimo “como a ti mismo” (Lv 19,18); ahora el Maestro ofrece su “principio de sabiduría” (gr. “entolé”): “Ámense los unos a otros, como Yo los he amado” (15,12). Donde no existe la comunidad de amor mutuo, no puede existir la misión de Jesús. Por tanto, la cima del amor es cuando se entrega la vida por los demás. El amor es fruto del Espíritu Santo, que nos une a Cristo y nos impulsa a amar a los hermanos. Jesús es Maestro y Señor, pero de modo nuevo, porque, al lavar los pies de los discípulos, se ha hecho el primero entre iguales en el servicio a la humanización; éstos ya no son siervos, sino amigos. Hay confianza entre ellos, pues Dios Padre los convoca y les regala el Espíritu Santo. Moraleja: Para que el amor al prójimo no sea una farsa es necesario que al prójimo nunca se le llame ni, por lo tanto, se le trate como siervo o esclavo: un opresor no puede amar al oprimido por él, mientras no cese efectivamente en su opresión.

• La gratuidad de la elección (15,16-17). La elección no es un privilegio, sino una responsabilidad dada a todo discípulo, como integrante del nuevo pueblo de Dios. El amor de Cristo precede y acompaña a la decisión humana, sin forzarla. La finalidad de la elección es la misión comunitaria, que le da sentido a la vida de cada discípulo. Dios Padre apoya las tareas cuando se está identificado con Jesús y su mensaje. Finalmente, el Maestro cita el principio de su sabiduría. Mensaje: El cuerpo partido de Jesús y su sangre derramada son los signos del mayor amor que se puede tener. Él ha entregado su vida. La Eucaristía es el signo visible del cuerpo de Cristo y el sacramento del Pueblo de Dios, que se hace cuerpo de Jesús por medio del amor de unos a otros.

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