EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 29º durante el año


Lecturas: Éxodo 17,8-13 / Salmo 120,1-8 / II Tim 3,14-4,2 / Lucas 18,1-8

Botón homilético – Francisco Quijano

Dos lecturas, entre otras más adecuadas, de la parábola de la viuda terca. Una casi psicoanalítica: cómo examinar mis deseos. Otra casi revolucionaria: cómo cambiar la sociedad.

To take the waiting out of the wanting: Suprimir del deseo la espera. Fue un eslogan del lanzamiento de una tarjeta de crédito en el Reino Unido hace años. ¿Qué quiere decir? Deseas cualquier cosa, al instante la obtienes con tu tarjeta de crédito.

Este eslogan refleja la cultura en la que vivimos. Un mundo poblado de toda clase de objetos de deseo: cosas y espectáculos, aventuras y experiencias. Lo queremos todo ya, altiro, altiro. ¿No pasa eso cuando usas el celular o la computadora?

La red mundial, las redes sociales, los juegos virtuales, todo eso es para estar entretenido cada vez que se te ocurre algo. El Papa Francisco dice en Amoris laetitia que las familias deben educar en la capacidad de esperar, contrarrestar el vicio de «lo quiero, lo tengo».

La oración es una especie de terapia del deseo. ¿Qué es lo que realmente quiero? ¿Cualquier cosa que se me antoja? ¿Cómo sé qué es lo que más deseo? «Busca y encontrarás», dice otra enseñanza de Jesús sobre la oración.

Rezar con constancia puede ayudarte a desenredar tus deseos e identificar los que te harán crecer como persona. Le pides a Dios que haga algo por ti, pero él quiere que tú lo hagas por ti.

Ese juez se burlaba de Dios y de la gente. ¡Cuántos vicios, malas mañas, indiferencia, corrupción, desdén, lacras, hay en la sociedad, la política, el comercio! Hay también muchas cosas que van bien.

Pero el juez es símbolo de todo lo que tuerce la vida social, la política, las instituciones. Una salida fácil es pedir un milagro: votar por un mesías que pondrá todo en su lugar y a los corruptos en la cárcel.

En este momento, esa expectativa, cargada de rabia contra todo lo malo y todos los malos, campea en Estados Unidos, México, Argentina, Reino Unido, Hungría, Francia, Italia. Es una reacción omnipresente.

Y la viuda terca, ¿qué nos enseña? Si quieres de veras enderezar las cosas, tienes que porfiar, porfiar, porfiar, hasta que jueces, fiscales, fuerzas del orden, y toda la parafernalia institucional de la sociedad, se enderecen.

Si delegas en un mesías el remedio de estas lacras, no harás sino arrimar el caldo de cultivo de nuevas corrupciones. ¿No es eso a lo que apuntan los mesías que están en la palestra?

La parábola de la viuda terca y el juez inicuo te enseña que Dios no es manipulable por tus deseos, ni es un extraterrestre milagroso que arreglará todo en un santiamén. Dios quiere que seas su compañero de aventura en la historia, haciendo lo que te corresponde.

Jesús termina con una pregunta: «Cuando llegue el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?» ¿De qué fe habla? De la fe de la viuda: su confianza inquebrantable en el Dios que le hará justicia, pese a las burlas del juez. Fe en ella: su voluntad porfiada que forzará al juez a cambiar. Esa fe inquebrantable y porfiada la necesitamos todos.

• Aguatinta anónimo 1900: El juez y la viuda

 

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Claves para la homilía - Julián Riquelme

Contexto  Palestina, año 30: Jesús enseña a orar sin desanimarse a sus discípulos por los pobres (cf. Lc 17,20-25).  Grecia, año 80: Puntualizar que el Mesías ya vino, y manifestó que la justicia humana está relacionada con la venganza, mientras que la justicia de Dios se identifica con el Amor.

Sentido El Evangelio contiene la “parábola del juez inicuo y la viuda”, para insistir en la necesidad de pedir constantemente por los oprimidos en la oración. El género literario es apocalíptico, mostrando una escatología presente. En el texto se pueden distinguir tres partes:

• Desde la experiencia (Lc 18,1). El Nazareno habla a partir de la propia vivencia: Él confía en Dios, su Padre, y le clama en la oración día y noche sin desfallecer, pidiendo la justicia para los oprimidos.

• La comparación (18,2-5). La viuda es el prototipo de los desamparados. El juez inicuo al final cede, para que la viuda no venga continuamente a molestarlo. La motivación de la viuda, además de la necesidad, tiene algo de venganza. La motivación del juez es más bien egocéntrica.

• Aplicación catequética (18,6-8). En la parábola, el juez y la viuda corresponden de modo irónico a Dios y a seguidores de Jesús. La frase clave de la parábola es: Dios “en un abrir y cerrar de ojos” les hace justicia”. Dios está presente, incluso en las calamidades, injusticias y sufrimientos de los seres humanos, porque Dios es plenamente Amor y actúa invitando a todos hacia su Reino. Lo único posible es que cambiemos nosotros, que estamos en el peregrinar hacia el Reino, es decir, en los ciclos del devenir histórico. Para Dios el injusto es quien se daña a sí mismo en primer lugar; sin embargo, quien es víctima de la injusticia no será afectado en su verdadero ser, si él no se deja arrastrar por la misma injusticia. La injusticia del otro no me debe hacer injusto a mí. Mi pregunta en la oración debiera ser: ¿Cuál es el sentido de mi vida en esta circunstancia? - Al final Cristo pregunta si en el momento de su Pascua los discípulos seguirán adhiriendo a Él. Una vez más, la oración y la fe-confianza se muestran inseparables. La duda de Jesús no la pone en Dios, sino en los seres humanos: Dios no puede fallar, pero nosotros fallamos cuando esperamos de Él cosas, que no coinciden con la Venida de su Reino.

• John Everett Millais (1829-1896): El juez y la viuda