ARTE, POEMAS E IMÁGENES

Que la Naturaleza es un Fuego Heraclíteo y el consuelo de la Resurrección
— por Gerard Manley Hopkins

Nube hongo, mechones sueltos, almohadones al vuelo, hacen gala, corren por aérea
Avenida: parranderos celestes, en alegres bandas se agrupan; lucen en desfiles.
Abajo en el yeso, en el esplendente encalado, dondequiera un olmo se arquea,
Luz esquirlas y orna sombras en largos lazos se enlazan, se lanzan, se acoplan.

Con delicia el viento vivrante, bullicioso gira, lucha, bate la tierra, la despoja
De estragos de otra tempetad; en charcos y suelo surcado abrasa,
Reseca humedades en masa agostada, costra, polvo; restaña, entiesa
Máscaras en fila y rastros humanos que en fango pisoteado marcó

El trajinar de pasos. Atizada en profusión, la hoguera de natura arde.
Pero extingue su más bella chispa, la que más quiere, su chispa de sí más viva:
Hombre, ¡qué pronto su sello ígneo, su signo en la mente, se ha ido!
Ambos en insondable, todo en inabarcable oscuridad

Hundido. ¡Oh, piedad e indignación! Humana figura que brillaba
Pura, única, una estrella, en su negrura la engulle la muerte; no más huella
          Queda de él tan firme

Que la vastedad no borre y el tiempo allane. ¡No más! ¡Resurrección
Clarín del corazón! Fuera sollozos de dolor, días sin gozo, abatimiento.
          Por mi puente de náufrago brilló

Un faro, un haz eterno. Carne marchita y basura mortal
Son presa del gusano residual; el incendio salvaje del mundo deja cenizas:
          En un destello, al toque de trompeta,

Yo soy al instante lo que Cristo es, pues él fue lo que yo soy, y
Este tal, hazmerreír, pobre tiesto, parche, pajuela, diamante inmortal
          Es diamante inmortal.

O
 

Gerard Manley Hopkins (Stratford, Essex 1844-Dublín 1889), jesuita, poeta de gran sensibilidad artística que incursionó en la música y la pintura. Su vida no fue ajena a crisis y depresiones. Escribió este poema después de un periodo de depresión que fue plasmado en sus Dark Sonnets, Sonetos sombríos. Luchó para sobrevivir a la ascesis de la época que le forzaba a alejarse del mundo. Su poesía se caracteriza, justamente, por su aprecio al mundo natural, a la singularidad de las cosas y las personas. En el plano literario, destaca la riqueza del léxico, los neologismos y vocablos combinados (shivelights, shadowtakle que vertí como luz esquirlas, orna sombras). Buscó liberarse de las formalidades de la preceptiva clásica, para lo cual inventó una divisa muy complicada que llamó sprung rythm, ritmo saltarín, lo cual es ponerse reglas para ¡saltarse las reglas y que resulten versos libres! Como dice Dámaso Alonso, poeta y excelente traductor: «Hopkins, con su preocupación por el ritmo, excita en mí un sentimiento próximo a la piedad... bate las alas hacia la libertad, pero no sé qué pudor victoriano le hace besar los hierros de su prisión y avergonzarse de su pugna. No cabe duda de que estaba experimentando, sin darse cuenta, con el verso libre...». Ejemplo de ello es este poema, cuyos catorce primeros versos son, supuestamente, un soneto porque están rimados como tal, al que añade diez versos para formar, con dos del soneto, cuatro tercetos también rimados, pero el metro y el rítmo silábico son caóticos, ¡heraclíteos! El resultado es un poema de doce más doce versos rimados sin metro clásico. 

Esta es una glosa como guía de lectura. Título: Heráclito de Éfeso (540-480 aC) es uno de los iniciadores del pensamiento filosófico, consideraba que el fuego era la esencia del cosmos y que todo estaba en continuo movimiento. Primera estrofa: dos imágenes, en el cielo nubes remecidas por el viento haciendo gala en desfiles; abajo, rayos de sol filtrados entre nubes y ramas de olmos que dibujan grecas de luz y sombra sobre muros estucados. Segunda: irrumpe el viento que arrasa estragos de una tormenta anterior y reseca la tierra húmeda. Tercera: el fuego heraclíteo, esencia de la naturaleza, que todo lo incendia, todo lo mueve, todo va pasando, nada permanece. Primer terceto: todo en la naturaleza, su fuego, se abisma en la negrura de la muerte; aun la chispa humana es sofocada por la muerte. Hasta aquí una visión cosmológica de la Naturaleza-Fuego que se abisma en oscuridad y nada. Segundo terceto: Contraste. No, la Resurrección, toca el clarín de la victoria. Tercero: como el viento irrumpía y el fuego devoraba, ahora irrumpe un rayo de luz. Aunque la carne es devorada por gusanos y la naturaleza es cenizas, cuarto terceto, en un destello, al toque de trompeta, Cristo, y con él todo, es transformado en vida inmortal: yo, este que es una nada, ¡es diamante inmortal! En los últimos tercetos aparece la dimensión teológica. Hay un eco de la Primera Carta a Ios Tesalonicenses 4, 16. Tenemos así lo que enuncia el título: la naturaleza, que es fuego primordial, y el consuelo de la Resurrección. [Por la traducción y la nota, F. Q.]

• Ilustraciones: Jackson Pollock (1912-1956): La llama, 1930 y Paul Klee (1879-1940): Fuego y luna llena, 1933