EVANGELIO DOMINICAL

Ascensión del Señor


Lecturas: Hechos 1,1-11 / Salmo 46,2-3.6-9 / Efesios 1,17-23 / Lucas 24, 46-53

Botón homilético – Francisco Quijano

«Creo en Jesucristo… crucificado, muerto y sepultado… que descendió a los infiernos… resucitó de entre los muertos... subió a los cielos…». Son afirmaciones del Credo, una profesión de fe hecha y derecha. ¿Es esto creíble? ¿Qué sentido tiene?

La crucifixión y muerte de Jesús son hechos constatables históricamente, no solo por los autores cristianos de los Evangelios, también por el historiador judío Flavio Josefo (93-94 dC) y el romano Tácito (116-117 dC).

«Descendió a los infiernos» ¿Qué significa eso? No es un hecho constatable, lo importante es su significado: Jesús descendió a lo más atroz de la condición humana, no una simple muerte sino una muerte de ajusticiado. Así se hizo solidario con la muerte de todos.

«Resucitó de entre los muertos». Tampoco es un hecho constatable, por más que Jesús haya dado muestras estar vivo tras su muerte real. Resurrección es que él y toda su vida entraron en la dimensión inimaginable del amor de Dios, es la prueba de la fidelidad de Dios.

El amor incondicional del Padre a la humanidad, manifestado en Jesús, no puede ser vencido por la traición y la muerte. La resurrección de Jesús es la garantía de este amor.

«Subió a los cielos». No hay que imaginar la ascensión de Jesús como una aventura en los espacios siderales. No es un mito. Es la transfiguración de nuestra humanidad mortal en la vida inconmensurable de Dios.

El valor de la metáfora espacial es su significado, que se traduce así en palabras de Juan: «Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos» (I Jn 3,14).

Jesús fue el primero en pasar de la muerte a la vida porque amó a nuestra humanidad, a cada criatura humana, hasta el extremo. Esa es su ascensión a lo más alto: a Dios que es Amor, junto con todos nosotros.

Él es el primogénito de nuestra humanidad que ha alcanzado en plenitud la vida nueva de Dios. Él nos ha comunicado la fuerza de lo alto, el Espíritu de Santo, para ser testigos de esta esperanza de vida inmortal sembrada en nuestros corazones.

 

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Claves para la homilía – Julián Riquelme

► Contexto Jerusalén, año 30: Después de la resurrección de Jesús, los discípulos permanecen todavía con muchos elementos de la mentalidad judía. Grecia, año 80: Los discípulos tienen consciencia de que el Evangelio debe predicarse a todas las naciones.

► Sentido El texto presenta la “Conclusión del Evangelio de San Lucas”. En él se pueden subrayar, por lo menos, tres partes:

⦁ Enseñanza (Lc 24,46-47). Cristo da las últimas instrucciones a los discípulos. Él es el Mesías, que surge de la Nueva Pascua, como cabeza de la humanidad. Es necesario que personas de todas las naciones se conviertan y lo sigan, para caminar hacia la plenitud de la felicidad, ofrecida por Dios.

⦁ Envío (Lc 24,48-49). Todos los bautizados y bautizadas tienen la responsabilidad de ser “testigos”, mediante el proceso de su conversión permanente. No están solos, porque el mismo Señor les ha prometido la “fuerza de Dios”, es decir, el Espíritu Santo.

⦁ Ascensión (Lc 24,50-53). Jesús, por su muerte y resurrección, entra en un mundo nuevo, en la total cercanía de Dios. La Ascensión es el cierre y el enganche del tiempo del Nazareno con el tiempo de las comunidades cristianas, que lo proclaman Señor en el cielo, en la tierra y en el abismo (Flp 2,11).
 

⦁ Salvador Dalí y Giotto di Bondone: Ascensión del Señor