Lecturas: Isaías 43,16-21 / Salmo 125,1-6 / Filipenses 3,8-14 / Juan 8,1-11
Botón homilético – Francisco Quijano
⦁ Jesús, un gentío que escucha su enseñanza, una mujer adúltera, unos tipos que la acusan. ¿Qué dicen unos? ¿Qué dicen otros? ¿Van a apedrearla o no? ¿Él qué dice? ¿Ella qué? La escena está dispuesta para ser noticia estelar a ocho columnas: «¡El caso de la mujer adúltera!».
⦁ Eso es lo que vemos. Gente que se arremolina, alboroto, curiosidad, murmullos, morbo… ¿Qué irá a pasar? La escena tiene una carga dramática muy al gusto de los espectadores.
⦁ ¿Pero es eso lo que está pasando realmente? Hay que ver a los dos personajes centrales: una mujer humillada, asustada, amenazada, objeto de miradas curiosas o iracundas; Jesús frente a ella, se arrodilla, escribe en el suelo, calla, ante la insistencia dice algo, vuelve a escribir en el suelo.
⦁ Poco a poco la gente se va yendo, los viejos que la acusan, luego los demás. Quedan ella y Jesús. ¿Qué es lo que ha sucedido? Algo que se escapa a la mirada: en medio del alboroto, hay un silencio que envuelve a la mujer, el silencio de Jesús.
⦁ ¿Qué hay en ese silencio? Es un silencio que encierra un misterio: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿ninguno te ha condenado?». «Ninguno, Señor». «Yo tampoco te condeno, anda y no peques más».
⦁ Ese silencio estuvo allí todo el tiempo, es el silencio de un amor fiel que nos envuelve, nos sostiene, nos transforma, nos regenera. San Agustín dice de este silencio: «Quedaron los dos solos: la desdichada y la misericordia».
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Claves para la homilía – Julián Riquelme
► Contexto - Palestina, año 30: Para los escribas y fariseos, el cumplimiento de la “Ley” es el valor supremo, y la persona está sometida al imperio de la “Ley”. Si acusan a la mujer, es sólo para condenar a Jesús. Por su parte, el Nazareno está dispuesto a que se cumpla la “Ley”, pero pone una condición: “Aquél de ustedes, que no tenga pecado, que arroje la primera piedra” (Jn 8,7). - Jerusalén, año 100: Los judaizantes vuelven a insistir en que el cumplimiento de la “Ley” está por encima de las personas; de lo contrario, se abre la puerta a la laxitud y a la permisividad, sobre todo en el tema de la sexualidad. Olvidan que Jesús puso en primer lugar el valor de las personas de carne y hueso, al manifestar la imagen de Dios como Padre, lleno de Amor por todos los seres humanos.
► Sentido El Evangelio trata de “Jesús y la adúltera”. En el texto se pueden distinguir tres partes:
⦁ Trampa puesta a Jesús para acusarlo (Jn 8,1-6a). El caso es complejo. Por un lado, si el Nazareno se pronuncia por la aplicación de la Ley, entra en conflicto con las autoridades romanas, que se han reservado el derecho de la aplicación de la pena capital (cf. Jn 18,31). Por otro lado, si Cristo opta por la no aplicación de la Ley, puede ser acusado ante los sacerdotes y el sanedrín, pues se pone en contra de la legislación israelita. En cualquiera de las alternativas, Jesús perderá su liderazgo ante la gente: será una persona cruel o un anárquico.
⦁ Actitud profética de Cristo (8,6b-9a). La escena de la mujer adúltera es una ilustración práctica de la vida y misión del Mesías, que no vino a condenar, sino a manifestar el Amor de Dios Padre, a todos y cada uno de los seres humanos. La mujer puede ser símbolo de todo mortal, de todo esclavo; de cada uno de nosotros; de toda persona víctima de sus debilidades, y de las estructuras de muerte, opresión, y de deshumanización. El gesto profético de Jesús de escribir en el suelo “con el dedo”, simboliza la fuerza de Dios y la de su Espíritu (Ex 8,15; 31,18; Sal 8,4; Lc 11,20). Para aceptar este gesto profético de Cristo, nuestro primer paso, es el reconocimiento de nuestras propias fragilidades, antes de fijarnos en las debilidades de los otros; el segundo paso, es cultivar la comprensión hacia las personas que equivocan su rumbo.
⦁ Diálogo entre Jesús y la mujer (8,9b-11). El Señor se ubica ante la conciencia de la acusada: "Yo tampoco te condeno”. Jesús hace presente el Amor de Dios para con la mujer. Sólo dice: "Ahora camina". Confía plenamente en ella, le hace sentir que ella vale, pues posee dignidad, y la invita a extraer de dentro de sí misma lo mejor que ella posee en su interior: el Amor de Dios y la libertad. El Nazareno agrega: "No peques más en adelante". En el Cuarto Evangelio, la expresión "pecar" equivale a "estar esclavizado", como un enfermo apegado a su camilla (cf. Jn 5,14); significa también "no ver" la vocación a la libertad, como un ciego que no ve la luz del día, pues vive en tinieblas (cf. Jn 9,2-3).
Lucas Cranach El Viejo (1472-1553) y Lucas Cranach El Joven (1515-1586) Cristo y la mujer adúltera
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