12 Damos gracias a Dios Padre
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
13 Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
14 por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
15 Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
16 pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
17 Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él,
18 Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
19 Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
20 Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
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¿Cómo puede pensar San Pablo que Jesús, uno que había sido crucificado como criminal hacía treinta años, es el Señor del Cosmos y de la Historia? Las convicciones de Pablo sobre Jesús tenían hondas raíces (desde el camino de Damasco), y numerosas manifestaciones: uno de los aspectos de la cristología paulina es que en Cristo Dios reconcilia al mundo, como lo vemos en este himno de la carta a los Colosenses 1,12-20.
El texto puede dividirse en dos partes: los vv. 12-14, y 15-20.
a) Los vv. 12-13 proponen tres razones para dar gracias a Dios: En primer lugar, nos capacita para compartir la herencia. No dice cuál sea la herencia ni el criterio para recibirla, pero ya sabemos que en Cristo las promesas de Dios son para todas las naciones. En segundo lugar, nos saca del dominio de las tinieblas. La Biblia habla en diferentes momentos de la lucha de la luz sobre las tinieblas (Gn 1, Jn 1), cuya victoria pertenece a Cristo. Y el tercer motivo de gratitud es que el Padre nos traslade al reino de su Hijo. Si el Padre nos ha mostrado su amor al enviarlo, ahora, por si fuera poco, nos invita a revestirnos de ese amor y tener nueva vida.
El verso 14 es sólo una oración de relativo que complementa al “Hijo querido” del v. 13, pero es la clave de la cristología paulina: Cristo realiza la salvación por su muerte, seguida de su resurrección. Muerte sangrienta que es nuestro rescate, como si fuéramos esclavos o prisioneros.
b) vv. 15-20. Un denso y bello elenco de títulos de Cristo, a quien llama sencillamente “Él”, así la expresión 'él es' la encontramos 6 veces -de dos formas-, 'en él' y 'por él' dos veces cada una. Y también 'para él' y 'por medio de él'.
-El Hijo es imagen (15). Pablo pensaría que Dios es invisible (Rm 1,20; 1 Ti 1,17), o que la tradición judía prohíbe las imágenes. Pero en Cristo llega a descubrir la verdadera imagen del Dios trascendente.
-Primogénito. Se refiere no tanto al orden o tiempo, sino a los privilegios. Si en el Antiguo Testamento la primacía de las creaturas la tenía la Sabiduría (Pr 8,22-31) Pablo va más allá y confiesa que Cristo es el supremo soberano con respecto a la creación.
-Agente y finalidad de la creación (16). La creatividad de Dios en Cristo no tiene límites. El da origen, consistencia y sentido a todas las cosas, sin importar la naturaleza o poder de las mismas.
-Anterior a todo (17). Así se refuerza la idea de que Cristo es primogénito. Su supremacía no es solo antigüedad, sino providencia que da unidad y consistencia.
-Cabeza del cuerpo de la Iglesia (18). Si en general Cristo encabeza el cosmos, en particular es también la cabeza de la Iglesia, no solo un miembro preminente de la gran comunidad de creyentes. Al decir 'cabeza' entendemos origen y autoridad. Cristo, fuente y señor de la Iglesia.
-El principio, el primogénito de los muertos. Aquí ya se refiere a la resurrección. Cristo ya ha experimentado la vida terrena, pero también la vida resucitada, a la cual estamos convocados por el bautismo.
-Tiene la plenitud de la divinidad (19). Dios habita plenamente en Cristo. Si el cántico de Filipenses 2,6-11 subraya su humanidad, este de Colosenses enfatiza la divinidad.
-Pero este rey de gloria pasó por una agonía terrible. La cruz muestra la profundidad del amor de Dios y la radical obediencia de Cristo en favor de la humanidad. Cristo reconcilia todo, superando la separación y la enemistad. Pero esa reconciliación es universal, no está concluida. La proclamación y aceptación del evangelio son medios para que la humanidad se acoja al amor de Dios en Cristo-Reconciliación.
• Medita el himno pascual de la Carta a los Filipenses ► aquí
Marzo 2019
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