Lecturas: I Samuel 1:20-22, 24-28 / I Juan 3:1-2, 21-24 / Lucas 2:41-52 (segunda opción)
Botón homilético – Francisco Quijano
• «Miren qué amor nos ha tenido el Padre, para llamamos hijos de Dios, pues lo somos. Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
• Todo el que ha nacido de Dios no peca porque su germen mora en él; y no puede pecar porque ha nacido de Dios.
• Quien guarda sus mandamientos mora en Dios y Dios en él; en esto conocemos que mora en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado».
• Estas palabras de san Juan expresan el culmen del misterio humano-divino en el que participamos: además de los lazos de sangre que nos unen a una familia y de los lazos de solidaridad con la familia humana, hay un gen divino que nos hace familia de Dios.
• En virtud de ese gen, somos la imagen inversa de Cristo: él es Dios hecho hombre, nosotros somos criatura humana hecha dios. Esta afirmación, que suena a panteísmo, es la realidad de nuestro destino último.
• Vivimos en el seno de una cultura que tiene por meta lograr la plena realización de nuestros anhelos, si bien las condiciones para lograrlo son extremadamente precarias para miles de millones de gente.
• Sea como fuere el proyecto humano de realización plena, se queda corto frente al inconmensurable don de la vida divina que el Padre nos ha otorgado, cuyo manifestación visible es el amor incondicional e inclusivo del prójimo.
• Esforzarse por vivir la utopía de una humanidad de hermanas y hermanos en la justicia, la solidaridad y la paz, es ver nuestro destino no solo como realización humana, sino también y sobre todo como don del amor incondicional de Dios por sus criaturas predilectas.
Claves para la homilía – Julián Riquelme
► Contexto - Palestina, año 12: Justo a los doce años, los niños israelitas empezaban a ser personas, a tomar sus propias decisiones y a ser responsables de sus propios actos. - Grecia, año 80: Lucas crea este relato, para enseñar que el joven Jesús, guiado por la Palabra de Dios, supera en sabiduría a los doctores del judaísmo.
► Sentido Al Evangelio de hoy se lo titula “Jesús entre los doctores”. En él se pueden destacar estos aspectos:
• La decisión de Cristo (Lc 2,43). El niño o joven Nazareno opta por quedarse en Jerusalén. Manifiesta así su autonomía y libertad frente a lo particular, representado por sus padres, parientes y conocidos. Esta autonomía no significa una independencia, porque Él dialoga con María y José, y colabora con ellos hasta los treinta años: Él crece armonizando la experiencia humana y la experiencia de Dios (Lc 2,48-52).
• La sabiduría de Jesús (Lc 2,46-47). A los doce años, Él participa en una sesión con los grandes doctores o maestros de la Ley del Templo de Jerusalén. Los escucha y les hace preguntas. Por lo general, los maestros de entonces repiten las enseñanzas del pasado. Sin embargo, el pensamiento y las palabras de Cristo impresionan a la gente, por la esperanza nueva, que comunica a todos.
• “Los asuntos del Padre” (Lc 2,49). Jesús explica a José y María que Él tiene una responsabilidad, una misión, un trabajo que realizar. Esta misión se irá definiendo más tarde, pues Él es el Mesías: Él va a convocar un nuevo pueblo, de entre las naciones, para que todos sean felices, y participen de la amistad y el amor, que Dios les regala.
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