EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 2º de Adviento


Lecturas: Baruc 5,1-9 / Filipenses 1,4-6.8-11 / Lucas 3,1-6

Botón homilético – Francisco Quijano

• Baruc exhorta a la ciudad de Jerusalén a vestirse de gala con la gloria de Dios, a ponerse el manto de su justicia y la diadema de su gloria. Tiene en mente el templo purificado después de su profanación por los griegos.

• Sueña en tiempos venturosos en los que se congregarán en la ciudad santa los judíos dispersos, pese a que la nación se halla bajo la dominación romana. Esa expectativa tendrá un cumplimiento inimaginable.

• Ciento cincuenta años después aparecerá un profeta, no en la ciudad sino en el desierto, para anunciar con palabras de otro profeta: «Todos los hombres verán la salvación de Dios». ¿Dónde se verá esta salvación?

• En un hombre de Galilea, cuyo nacimiento es esperado por todo el pueblo. Vivirá oculto en Nazaret bajo el cuidado de María, su madre, y de José, su esposo. Trabajará con sus manos hasta su madurez.

• Sabrá del profeta que predica en el desierto del sur y acudirá a escuchar su palabra. Se hará bautizar por él y escuchará una voz que lo llama a comunicar un secreto que lleva en su corazón: Dios, a quien llama Padre, quiere manifestar su amor a toda la gente.

• En estos días de Adviento estamos siendo testigos de los comienzos de la historia de Jesús. También nosotros, de forma inexplicable, nos vestimos de gala como la ciudad santa, para recibir el don de Dios: Jesús, el Mesías.

• La Ciudad Santa, engalanada, es imagen de la mujer que recibió en su seno al que es Luz de las Naciones, como lo anunció unl profeta seis siglos atrás y un anciano cuando fue presentado el niño en el templo.

• Estos días de Adviento y Navidad son días de gozo familiar, como lo hemos recordado en el rezo del rosario en el Mes de María.

 


Retablo de San Juan Bautista
Miguel de Adán y Agustín de Colmenares (s. xvi)
Monasterio de las Dueñas, Sevilla

 

Claves para la homilía – Julián Riquelme

► Contexto – Palestina, año 30: La gente es víctima de la dominación política de los romanos y de los herodianos, y de la opresión religiosa de los fariseos y saduceos. – Grecia, año 80: En aquella época, los cristianos consideraban al profeta Juan Bautista como el “precursor inmediato” del Mesías.

► Sentido  El Evangelio de hoy contiene la Presentación del Bautista: Retrata la vida y la actividad de Juan. El texto sitúa la narración en Palestina, indicando el tiempo, el lugar, los líderes civiles y religiosos (Lc 3,1-2). A través de sus trazos sencillos se pueden distinguir estos aspectos:

Dios llama a Juan en el desierto (Lc 3,2). El Bautista es un personaje que tiene una gran influencia en la religiosidad de su tiempo. El “desierto”, además de ser una región casi deshabitada, una tierra árida y peligrosa, es símbolo de un lugar privilegiado para hacer la experiencia de Dios. Juan va al desierto de Judea, en busca de soledad, para meditar y orar, y así encontrarse con el Dios de la vida. Allí la Palabra del Señor viene al Bautista: Lo convierte en testigo y profeta del Altísimo. – Juan y Jesús invitan a hacer la experiencia de Dios; además, ambos critican el ritualismo cultual y la observancia sólo externa de la Ley, también rechazan la esperanza basada en la pertenencia a un pueblo o en las promesas hechas a Abrahán.

En el Jordán el Precursor convoca a un bautismo de conversión (Lc 3,3). El Jordán es un lugar simbólico, pues los liberados de Egipto (1.250 a.C.) y los retornados del Exilio de Babilonia (538 a.C.) atravesaron ese río, para caminar siempre hacia la libertad y la vida. Juan no realiza purificaciones oficiales en el Templo ni en las casas, sino un bautismo marginal en las riberas del río Jordán. La “conversión” (hebreo “shub” = cambiar de dirección en el caminar; griego “metanoia” = revisar la mente), permite examinar la orientación de la propia vida y los presupuestos, premisas o prejuicios de nuestra mentalidad, para abrirse al bien de todos. – El Bautista llama a la conversión frente al Juez mesiánico, en la línea de los antiguos profetas; mientras Jesús anuncia la “buena noticia” del Dios “Abba”, es decir, Padre-Madre, que ofrece una salvación total; el primero produce más bien temor en sus oyentes, mientras el segundo convoca al Amor; sin embargo, ambos exigen el recto comportamiento personal, el compromiso por el bien del prójimo, en base a una escala de valores, que supere lo fácil, el hedonismo y el consumismo.

La cita de Isaías define: conversión y justicia son inseparables (Lc 3,4-6). El Bautista recuerda al profeta Isaías, que anunció una liberación para su pueblo, cuando estaba oprimido en el destierro y sin esperanza de futuro; Juan intenta preparar al pueblo para una “nueva liberación”, predicando un cambio de actitud en la relación con Dios y con los demás. Las imágenes isaínicas de valles y colinas nivelados y de caminos y senderos enderezados se refieren a la justicia. El concepto romano de justicia, implica la restitución de un equilibrio roto en el tener, “según la ley”; mientras que el concepto bíblico de justicia exige dar a cada uno lo necesario para vivir, “según el amor”. (Is 40,3-5). – Nivelar, buscando la fraternidad, es la clave. Sólo cuando los de arriba bajen y los de abajo puedan subir, “todos los hombres verán la Salvación de Dios”.