Botón homilético Francisco Quijano OP
Domingo 2º de Cuaresma (25.2.2018) Rom 8, 31-34 Marcos 9, 1-9
● Evangelio de la Transfiguración de Jesús. Está enmarcado entre el anuncio de su pasión y la pregunta de por qué tiene que padecer. ¿Qué significa este contraste entre gloria e ignominia, exaltación y vejación?
● Pablo nos da una clave: «Dios, que no preservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos va a regalar todo lo demás con él?»
● El Hijo de Dios tomó nuestra condición mortal, no en lo que hay de glorioso en nosotros, sino en lo que hay de ignominia: desprecio, escarnio, humillación, ofensa, ultraje, crimen contra la humanidad, la de otros y la propia. Eso de muchas maneras.
● La pasión y muerte de Jesús no es una prueba a la que el Padre lo sometió por nosotros. Es lo que nosotros hemos hecho de nosotros mismos en él. El Padre no lo preservó, lo entregó, dejó que la ignominia y el crimen hicieran de él su presa. ¿Por qué?
● En la Transfiguración de Jesús –sus vestiduras se pusieron de blancura resplandeciente– brillan dos cosas: él en su gloria, que es la gloria de nuestra humanidad recreada, y el amor incondicional del Padre que dice: «Este es mi hijo amado, escúchenlo».
● El amor incondicional de Dios es capaz de rescatarnos de nuestra ignominia, nuestros crímenes, nuestra muerte. Ese es el sentido de la transfiguración y la resurrección de Jesús. El amor de Dios recrea nuestra humanidad para hacernos partícipes de su gloria.
● Otra vez Pablo: «Si Dios absuelve, ¿quién condenará? ¿Será acaso Cristo Jesús, el que murió y resucitó y está a la diestra de Dios y suplica por nosotros?»
● El Hijo de Dios hace su camino en nuestra humanidad vejada, pero lleva consigo la gloria de nuestra humanidad recreada. Pablo continua: «Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro».
⦁ Rafael Sanzio: La Transfiguración, 157-1520, detalle. Obra inconclusa terminada por Giulio Romano - Museos Vaticanos
● Sentido. La Transfiguración del Señor tiene un formato bíblico propio. Los especialistas lo clasifican como una "teofanía" con rasgos apocalípticos (griego: "Teos" = Dios; "fanos" = manifestación). En resumen, se trata de una manifestación o revelación de Dios, a través de imágenes conocidas en la cultura judía. La "teofanía" se desarrolla en una secuencia de tres pasos:
♦ La transformación de Jesús (Mc 9,2-4). El Evangelio se inicia con la subida del Maestro a un cerro, acompañado de tres discípulos. El resplandor luminoso, que rodea al Nazareno, presenta de manera gráfica su proximidad a Dios. Elías, como precursor mesiánico, aparece allí como el acompañante principal de Cristo, y Moisés, como un modelo, que le ayuda en la germinación del Nuevo Pueblo de Dios. - Jesús es más grande que los antiguos profetas y que Moisés.
♦ La reacción de Pedro y de los discípulos (Mc 9,5-6). Pedro, Santiago y Juan viven una situación contradictoria: Por un lado, quieren retener la bienaventuranza celestial, que experimentan; y, por otro lado, se comportan como faltos de inteligencia, pues se resisten al sufrimiento, que implica seguir al Maestro hasta la cruz. - Si queremos encontrarnos con el Resucitado, tenemos que emprender el camino del seguimiento de Jesús.
♦ La aparición de la nube y la voz divina (Mc 9,7-8). La nube es signo de la presencia de Dios, y, desde ella, resuena la voz celestial (Ex 24,16). Nube y voz interpretan la Transfiguración de Cristo, y son la respuesta divina a la reacción de los discípulos. La expresión "Éste es mi Hijo muy querido" corresponde a la presentación de Jesús, que hace Dios Padre a los tres testigos. El imperativo "escúchenlo" es una invitación a obedecer la Palabra del Nazareno. - En el camino del seguimiento vamos con Jesús hasta la cruz y el sepulcro, pero desde allí hay que volver al seguimiento.
• Icono bizantino portátil de la Transfiguración, c 1200
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