EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 27º durante el año


Botón homilético                                                                                          Francisco Quijano OP

Domingo 27º durante el año (8.10.2017) Mateo 21, 33-46

● La parábola de los viñadores homicidas tiene una carga profética expansiva como granada de fragmentación (permítase la comparación): el relato, su sentido histórico, su aplicación a Jesús, su significado actual.

● El relato es dramático con dramatismo in crescendo sobre todo en Lucas. Son escenas de violencia que provienen de las revueltas de campesinos galileos contra latifundistas extranjeros.

● La primera interpretación histórica es de Jesús: los viñadores homicidas son las autoridades judías de su tiempo y anteriores que quisieron apoderarse de la viña del señor y de sus frutos. La viña pasará a otras manos.

● El sentido cristológico es de la iglesia primitiva: el hijo del dueño de la viña asesinado es Jesús, piedra desechada por las autoridades judías, que Dios reivindica resucitándolo de entre los muertos para poner como piedra clave de una humanidad nueva.

● El sentido actual recae en nosotros con unas preguntas: ¿seremos como las autoridades judías a quienes de descarta para entregar la viña a otros? ¿Aceptaremos a Jesús como piedra angular de una nueva humanidad? ¿Queremos esa nueva humanidad fundada en Jesús?

● Esta parábola, como las demás, queda abierta a nuestra interpretación: ¿cómo nos vemos en ella?

⦁ Acuarela de James Jacques-Joseph Tissot (1836-1902)

 

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Claves para la homilía                                                                           Julián Riquelme OP
 
Contexto. Palestina, año 30: Después de la “purificación del templo”, los sacerdotes protestan en forma airada. ► Antioquía (Siria), año 80: El Reino es para todos. Por eso, se recuerda a los de mentalidad judía, la fidelidad de Dios Padre hacia el antiguo Israel (cf. Mt 21,33.39); se dialoga con ellos, para que se den cuenta del grave error, en que se encuentran y se abran a los paganos (cf. Mt 21,40-43).

Sentido. Estamos ante la “alegoría de los viñadores homicidas”, donde, a cada elemento metafórico, corresponde un elemento real. He aquí los ejes principales del relato:

Elementos de la alegoría. En el texto, la "viña" es el antiguo pueblo de Israel; el "dueño" representa a Dios, que es el único Señor de la vida humana y de la tierra; los "viñadores" simbolizan a los líderes religiosos judíos de entonces; los "servidores" son figura de los antiguos profetas; y el "hijo" es el Mesías Jesús.- Separar a Dios de los seres humanos, es crear ídolos externos, que propician el individualismo y no el crecimiento comunitario.

Dos procesos en crecimiento. Por un lado, Dios extrema los cuidados para con su pueblo (a la "viña" le construye un "cerco", un "lagar", y una "torre de vigilancia"); desea intensificar la vivencia de la Alianza (doble envío de "servidores"); y decide hacerse especialmente presente en medio de los suyos a través de su hijo Jesús. Por otro lado, el pueblo se aleja de su Dios, principalmente a causa de los dirigentes injustos (violencia contra los "servidores" y asesinato del "heredero" de la viña). ‒ Si en nuestro interior descubrimos alguna queja contra Dios, no hemos entendido nada de lo que Dios es para nosotros, y nuestra relación con Dios es inadecuada.

Diálogo al final de la alegoría. Cristo formula dos preguntas a la conciencia de sus interlocutores: Desea el arrepentimiento y la conversión de ellos. Así quienes tienen mentalidad judía no seguirán frustrando la vocación del pueblo: Anunciar el Mesías a todas las naciones (cf. Mt 21,40-42; Lc 2,32). ‒ Cuando en nosotros falta la autocrítica, podemos confundir indebidamente los derechos de Dios con nuestros propios derechos.

♦ Actualización: ¿Y nosotros? Como nuevo Pueblo del Señor, los bautizados y bautizadas somos hoy la "viña" elegida, cuidada, amada. Se espera de nosotros frutos del Amor, de justicia, de misericordia, de lealtad y de solidaridad, porque vive entre nosotros Jesucristo, el Mesías, el Ungido de Dios. Su Reinado no está encadenado a ninguna nación, raza o esquema de vida de un pueblo, sino que debe abrirse permanentemente a los otros (cf. Mt 21,43; 2 Tm 2,9). ‒ Nuestra misión es buscar el bien de los seres humanos.