HIMNOS Y SALMOS

Año Nuevo: Una meditación sobre los ciclos del tiempo y lo fugaz de la vida
— por Jesús Ortíz

Hay un tiempo para todas las cosas, y hay un momento señalado para lo que uno quiere hacer bajo el sol:
2 tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
3 tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de derribar, y tiempo de edificar;
4 tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de lamentarse, y tiempo de bailar;
5 tiempo de lanzar piedras, y tiempo de recoger piedras;
   tiempo de abrazar, y tiempo de rechazar el abrazo;
6 tiempo de buscar, y tiempo de dar por perdido; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
7 tiempo de rasgar, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
8 tiempo de amar, y tiempo de odiar; tiempo de guerra, y tiempo de paz.

 

Este mes inaugura un nuevo año y con ello abrimos un nuevo siclo en nuestras vidas. Por esta razón, nos parece pertinente compartir este poema sobre el tiempo que nos ofrece el libro del Eclesiastés.

En la Biblia, el libro del Eclesiastés ocupa su lugar dentro de la colección de los libros sapienciales. A primera vista, un lector contemporáneo podría quedar desconcertado ante el contenido de este libro. Sin embargo, hay que aclarar que el autor del Eclesiastés no es un melancólico o pesimista que ya no cree en las luchas cotidianas de la vida, sino que es un sabio que hace una minuciosa reflexión sobre la relación entre el “tiempo” y la “vida”. En este sentido, podríamos decir que nuestro autor redacta un discurso sobre la temporalidad y brevedad de la vida humana. Ya en el prólogo encontramos la clave hermenéutica de todo el discurso: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (c. 1, 2).

Para tener una mejor comprensión de esta frase nos vemos precisados a buscar el sentido profundo de lo que nuestras biblias traducen por “vanidad”. El término hebreo es “hebel” cuyos significados pueden ser: soplo, viento, suspiro, fugacidad, brevedad1. Ahora bien, en un sentido dinámico-temporal, y atendiendo la construcción superlativa del hebreo, esta frase se podría comprender de la siguiente manera: “Un instante fugaz, todo es brevedad”. Nuestro autor refiere esta fugacidad del tiempo a la vida humana, el tiempo en su sentido vital es un recurso no renovable; las realidades cósmicas se renuevan (1, 4-7), pero la vida es terriblemente breve. De esta manera, para Eclesiastés, el presente es una paradoja en la cual, en cada instante, somos y dejamos de ser.

En este contexto, nuestro poema (c. 3, vv. 1-8) es una llamada a la conciencia de nuestra brevedad en esta vida. El tiempo es un elemento importante a tomar en cuenta en todo lo que hacemos.  El v.1 presenta el argumento principal del poema. Éste consta de dos enunciados bien definidos, y en cada uno de ellos el autor se refiere a un aspecto de la temporalidad. El primero dice: “Para todas las cosas hay un tiempo”. Nuestro autor se refiere al orden temporal de la creación, las estaciones del año, el día y la noche, los días de lluvia, etc. Los ciclos de la naturaleza  son sabios y están perfectamente armonizados, Dios ha determinado el tiempo de cada cosa y en su sabiduría toda la creación funciona con toda justicia. El hombre, a lo largo de su historia aprendió a reconocer los “tiempos de la naturaleza” (creación), y esto le proporcionó sabiduría. Este aspecto temporal está representado en el prólogo del mismo libro (1, 4-7).

El segundo argumento se refiere a otro aspecto del tiempo: “Hay un momento señalado para lo que uno quiere hacer bajo el sol”. Este tiempo no se refiere a los ciclos armónicos de la creación, sino al tiempo que el ser humano gasta con sus actos libres2. Si bien Dios es responsable de la temporalidad de la creación, el hombre es responsable de su tiempo vital. La libertad del ser humano es la que marca la diferencia en este segundo aspecto de la temporalidad. Ciertamente, el tiempo no es una realidad que podamos detener o acelerar; éste fluye sobre nosotros y nos afecta irremediablemente, nos hace envejecer (12, 3-6), nos lleva de la mano desde el nacimiento hasta el fin de nuestros días. Lo que nuestro autor nos quiere señalar en este segundo sentido del tiempo es que nosotros decidimos como vivir dentro de nuestra temporalidad. Dentro de nuestros ciclos naturales de la vida (juventud, madurez, vejez) nuestras opciones o decisiones serán determinantes para que nuestras vidas adquieran un sentido realmente valioso para nosotros.

Los versículos 2-8 están conformados, cada uno, por dos pares de verbos con significados antitéticos, indicando que cada acción verbal posee su propio tiempo. Esta figura literaria pretende dar al lector la sensación de que el gran abanico de posibilidades de acción de una persona debería ejecutarse con sabiduría, “en su momento”. La libertad del hombre para administrar su tiempo ha de llevarlo a una armonía personal y comunitaria. Cada cosa que una persona decida hacer debería estar encaminada a construir positivamente su personalidad; su existencia temporal. De esta manera, no se trata sólo de realizar un organigrama o cronograma de nuestra vida para organizar actividades. Lo que realmente interesa es la reflexión profunda de cómo gastamos nuestra vitalidad.

Eclesiastés nos invita a reflexionar sobre nuestra forma de vivir; nuestras decisiones y cómo damos uso a nuestra breve vida en la tierra. Cada día y cada momento que se viven con intensidad, es tiempo ganado, y en esto consiste la sabiduría. La vida siempre nos presenta retos, descansos, ganancias o pérdidas, éxitos o frustraciones, y nosotros debemos tener la sabiduría de sacar provecho de nuestro tiempo en cada una de estas circunstancias. Nuestra vida de fe también nos invita a que en todo tiempo tengamos presente el amor que Dios ejerce sobre nosotros, cada minuto que vivimos somos amados por él. 

1 Este sentido de término lo podemos encontrar en: Job 7,16; Sal 39,6; 78,33; 144,4; Prov 21,6; 31,30, etc.
2 Aquí traducimos el término “hefez”, en su sentido dinámico, como acto voluntario, en vez de su significación estática de “asunto”, “negocio” o “tarea”.

 

• Rembrandt: El predicador menonita y su mujer, 1641

 

 

Enero 2017