Botón homilético Francisco Quijano OP
Domingo 22º durante el año (28.8.2016) Lucas 14,1.7-14
● Almuerzos, comidas, cenas son expresión de comensalidad: se invita a la familia, los amigos y vecinos. En los banquetes se distingue a los invitados: hay listas, no cualquiera participa, hay lugares de privilegio, se coloca a la gente por afinidades.
● Jesús subvierte estos convencionalismos sociales. No rehúye las invitaciones ni la comensalidad: disfruta comer y banquetear con sus amistades, con fariseos, con publicanos y pecadoras. Comer con toda clase de gente es nota distintiva de su trato.
● Si esa es su actitud, también lo son sus palabras. La parábola de hoy hacer ver a los invitados que se apresuran a ocupar los puestos principales su ridiculez, el anfitrión puede decirles: «–Déjale el lugar a este – y tendrás que ir a ocupar avergonzado el último puesto».
● No solo eso. Jesús subvierte de raíz el entramado social. No con una parábola sino directamente, le dice al anfitrión: No invites a comer o cenar a tus amigos, hermanos, parientes y vecinos ricos. «Cuando des un gran banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos».
● Jesús anticipa así la parábola de los invitados al banquete de boda, que es símbolo del Reino de Dios (continuación del Evangelio de hoy). Como los invitados rehusaron asistir a la boda, el anfitrión dijo a su servidor: «Sal pronto a las plazas y calles de la ciudad, trae aquí a pobres, mancos, ciegos y cojos».
● Una dimensión ineludible del Reino de Dios anunciado por Jesús, y de su trato con la gente que anticipa este reinado, es salir del círculo familiar, de amistades y vecinos, para acoger a otras personas; es más, acoger a personas marginadas y excluidas.
● «De forma exclusiva y paradójica, el evangelio señala un orden de prioridad: la fiesta con los desamparados y desfavorecidos prevalece sobre las relaciones familiares y los convencionalismos sociales. Esta verdadera caridad no se expresa en términos de limosna, sino de fiesta: la expresión “gran banquete” se emplea precisamente para la invitación a los desventurados» - comenta François Bovon.
Claves para la homilía Julián Riquelme OP
◙ Contexto ► Palestina, año 30: Los sábados, después de la reunión de la sinagoga, los pudientes invitaban a almorzar a alguna persona importante, para así presumir ante los demás invitados. En ese día, Jesús acababa de sanar a un enfermo de hidropesía, con lo cual se ha ganado la oposición general de los fariseos (Lc 14,1-6). ► Grecia, año 80: La dinámica del Reino exige la humildad y la gratuidad en el compartir humano.
◙ Sentido Tema del Evangelio: “La invitación de Dios, modelo de las relaciones humanas”. En el texto se pueden subrayar, por lo menos, tres aspectos:
● Circunstancia (Lc 14,1.7). El Nazareno observa el comportamiento infantil de los asistentes al banquete. De las normas de conducta social, pasa a anunciar el Reinado de Dios, a través de dos parábolas. La parábola es una comparación, que invita a encontrar un significado más profundo.
● Búsqueda de los primeros puestos (Lc 14,8-11). La primera parábola, basada en una verdad de la sabiduría popular hebrea, llama a cultivar la humildad de esos convidados (cf. Pr 25,6-7). La humildad o sencillez es reconocer que somos creaturas, con posibilidades de ser más, y con limitaciones, rechazando todo orgullo, vanidad, jactancia, vanagloria, soberbia, altivez, arrogancia etc. ¡Ojo con la falsa humildad! Es un orgullo larvado. Ella puede ser de dos maneras: a) la estratégica, que es humillarse para lograr la alabanza de los demás, que de otro modo no la tendríamos; b) la enfermiza, que es la de las personas con baja autoestima, sin deseo de salir de esta situación. Por entre la pasividad y la mentira, camina la humildad. Jesús es humilde porque se ha humillado (Flp 2,6-11).
● Elección de invitados (Lc 14,12-14). La segunda parábola está dirigida al anfitrión de la comida. En esta parábola, Jesús contrapone lo que se estila hacer en la tierra a la hora de invitar, y la actitud de Dios cuando convoca a participar en el banquete del Reino. Cristo recomienda cultivar la actitud de la gratuidad, esto es, dar sin esperar nada a cambio, sino sólo el crecimiento personal de cada invitado, y de todos ellos. Por tanto, en las relaciones humanas hemos de propiciar preferentemente la vida, el amor y la libertad de todos, en lugar de buscar para nosotros el poder, la riqueza, el prestigio y el placer. Sí, a una nueva escala de valores; no, a la retribución efímera de estos ídolos.
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