1 Acuérdate de tu Creador durante tu juventud,
antes de que lleguen los días malos
y alcances los años en que dirás:
“No les encuentro gusto”.
2 Antes de que se oscurezca la luz del sol,
la luna y las estrellas,
y a la lluvia siga el nublado.
3 Ese día temblarán los guardianes de la casa
y los robustos se encorvarán,
las que muelen serán pocas y se pararán,
las que miran por las ventanas se ofuscarán,
4 las puertas de la calle se cerrarán
y el ruido del molino se apagará,
se debilitará el canto de los pájaros,
las canciones se irán callando,
5 darán miedo las alturas
y rondarán los terrores.
Cuando florezca el almendro
y se arrastre la langosta
y no dé gusto la alcaparra,
porque el hombre marcha a la morada eterna
y el cortejo fúnebre recorre las calles.
6 Antes de que se rompa el hilo de plata
y se destroce la copa de oro
y se quiebre el cántaro en la fuente
y se raje la polea del pozo
7 y el polvo vuelva a la tierra que fue
y el espíritu vuelva a Dios, que lo dio.
8 Vanidad de vanidades —dice Qohélet—,
todo es vanidad.
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Este poema de la ancianidad de Qohélet (12,1-8) es triste y melancólico, claro en conjunto pero con detalles dudosos. Sus simbolismos son ingeniosos, y está muy ligado al pasaje anterior, sobre la juventud (11,7-10).
Es un pasaje difícil, que ha tenido muchas interpretaciones a lo largo y ancho de las tradiciones judía y cristiana. Algunos piensan que habla de la vejez como decadencia física, otros más bien leen la imagen de la casa como signo del fracaso de los esfuerzos humanos.
La estructura es simple, dada por el primer imperativo, “Acuérdate”, y las tres secciones temporales “antes de que”, que se suceden a continuación.
Acuérdate de tu Creador.Es la única vez que Qohélet usa ese término. Él ha dispuesto que la juventud no vuelva, y el disfrute se acabe. El imperativo se dirige a un joven (11,9). Ciertamente hay que tener una relación con Dios, pues él da la vida y las causas para la alegría.
Antes de que lleguen los días malos. Puede referirse a la muerte o la vejez. Es más probable lo segundo, con achaques y quebrantos; cuando cuerpo y mente ya no responden a estímulos externos, y ya no se encuentra el gusto de la vida.
Por eso se presenta también la vejez como noche sin estrellas, invierno sin sol. La disminución de la luz puede referirse al invierno (cuando los nublados en Tierra Santa son prolongados), o a la disminución de la capacidad visual cuando la edad es avanzada. El invierno del hombre no es apacible, sino borrascoso; en modo alguno saludable, sino lleno de achaques y enfermedades.
Ese día temblarán los guardianes de la casa. Pasamos del clima a la imagen del cuerpo avejentado como una casa: los guardianes temblorosos son los brazos, los robustos las piernas o los hombros. Quienes muelen son los dientes y molares; quienes miran por las ventanas, los ojos. Las puertas de la calle son los labios o los oídos; el molino, la boca, y su ruido el habla.
O puede tratarse de una casa literalmente: de todas formas nos guía a un mundo de vejez y decadencia: los de casa ya son viejos, hacen falta menos molenderas porque la población doméstica ha disminuido. Ya casi no hay actividad para observar por la ventana.
Se debilitará el canto de los pájaros. Hay un paralelismo entre los trinos que se debilitan y las canciones que se callan. Tal vez efectivamente los cantos disminuyen, o tal vez no se perciben por la sordera de la vejez, a lo cual se agrega una alusión a la pérdida del sentido del equilibrio.
Cuando florezca el almendro. La blanca flor del almendro puede aludir a las canas; la langosta torpe, a la agilidad perdida. La alcaparra ya ha perdido su capacidad de estimular el apetito gástrico o sexual. O bien un contraste de que, mientras el hombre envejece, la naturaleza renace en primavera y verano con tales elementos por ejemplo.
Y el cortejo fúnebre... Es el lamento ritual por el difunto (cfr. Am 5,16; Zac 12,10-14; Jer 9,16-18).
Antes de que se rompa el hilo de plata... Se describe la llegada de la muerte con cuatro verbos casi sinónimos, que dan idea de destrucción. Y objetos domésticos que hablan de fragilidad y provisionalidad.
Y el polvo vuelva a la tierra. No se refiere a una supervivencia o inmortalidad personal; se comprende la muerte como una vuelta al punto de origen.
Vanitas vanitatum... Esta coda del poema es propiamente la conclusión del libro (sigue un colofón). Forma una inclusión mayor con el verso del comienzo del libro (1,2) que dice lo mismo. Además de que esta frase se ha repetido de diferentes formas a lo largo de todo Qohélet.
Tiene sentido incluirla al final del poema; pues si lo más preciado que posee el hombre, la vida, se disipa como viento, entonces todo es vanidad.
Julio 2016
en-RED-ados
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