A fines del año pasado estuve en México para pasarla bien con la familia, platicar con amistades que no veía desde hace veinte años, convivir con frailes, darles una manita en las celebraciones, disfrutar gustosos tamales con champurrado en un barrio popular vecino a uno de los conventos, enterarme de lo que hace la iglesia –por ejemplo en Acapulco– para acompañar a las víctimas de la violencia… hasta me tocó consolar viudas.
La última, sabrosísima, fue una convivencia familiar en casa de mi cuñado Salvador y mi hermana Isabel el sábado 24 de enero cerca de Toluca. Se le ocurrió a ella invitar a una comida de los primos hermanos por el lado de nuestros abuelos maternos (para unos) y paternos (para otros): los descendientes de don Manuel Leon y doña María Bermejillo. Somos seis familias: Velasco Leon, ocho, hijos de Ernesto y Josefita; Quijano Leon, seis y Mari +, hijos de José y Dolores; García Lascurain Leon, nueve y Andrés +, hijos de Javier y María; Palomar Leon, ocho y Gerardo +, de Gabriel y Luz; Leon Escalante, once y Tere +, de Manuel y Teresa; Leon Crespo, dos, de Javier y María Luisa. Fuimos cuarenta y ocho primos, mitad hombres mitad mujeres; vivimos veinticuatro y veinticuatro.
No todos pudieron ir a la comida. De la generación de los primos éramos veinticinco, con esposas, esposos, hijos, hijas, nietos. Fue la tía Tere, esposa del tío Manuel, que representaba la generación de nuestros padres. Estábamos allí cuatro generaciones: ochenta adultos y treinta niños. La pasamos estupendamente. Algunos no nos habíamos visto desde hacía años. De la generación de los sobrinos –los nietos de nuestros padres– muchos no se conocían. Había tres bisnietas de la tía Tere. ¿Y qué más?
Raudales de vida, simpatía, gusto, felicidad, cuentos, historias, anécdotas, recuerdos, novedades. De niños íbamos de casa en casa a las posadas navideñas; las comidas dominicales en casa de los abuelos eran un ritual familiar para nuestros padres y para los niños buenos ratos de juego. Recordaba con la tía Tere cómo llevaba a sus hijas, siete, luego vinieron cinco hombres, siempre vestidas de punta en blanco, como se estilaba endenantes.
Traigo a cuento esta convivencia porque el año pasado y este estamos viviendo en la Iglesia el Sínodo de la Familia. La riqueza que encuentro en la mía es la misma de la cual se habló en la asamblea del año pasado. Ahora de aquí a octubre toca conversar, compartir experiencias, preguntarse acerca de la familia y su núcleo originario, el matrimonio. Si repaso recuerdos del tiempo de los abuelos, Manuel y María, de la segunda generación, de la nuestra… de repente viene la cosa de decir: ¡Cómo han cambiado los tiempos! ¡Antes no era así! Pero ¿qué? Nostalgia pura y de la mala. Eso no.
La familia, y el matrimonio en su origen, son realidades vivas, actuales. Tienen su historia y sus recuerdos, pero son ante todo fuente de vida que nos hace crecer. Como dice la Relación final del Sínodo 2014: «Regazo de alegrías y pruebas, de afectos profundos y de relaciones a veces heridas, la familia es una auténtica “escuela de humanidad”, de la que se percibe fuertemente la necesidad». La familia es una extensión, tejida por relaciones de cariño, de la matriz donde nos formamos biológicamente. Si llegamos a ser humanos es porque crecemos en el seno de nuestra madre y en el seno de nuestra familia.
Ese seno familiar no está exento peligros, conflictos, heridas, rupturas. No es una vida paradisíaca. Con todo, es el seno donde aprendemos a ser humanos y donde recobramos nuestra humanidad. En la asamblea sinodal pasada se habló de una variedad de situaciones en las que se encuentran los matrimonios y las familias.
Si miro a esta familia de fieras encuentro en ella claramente todas las situaciones de las que se habló en dicha asamblea, gozosas y dolorosas. Si me detengo a pensar en las historias que cada quien trae consigo, me digo: Sí, la familia es la matriz en la que crecemos en humanidad y en la que recobramos nuestra humanidad cuando se presentan las pruebas. Es de esperar que la asamblea conclusiva del Sínodo de la Familia en octubre próximo se haga cargo de esta riqueza de vida la vida familiar. Hemos de contribuir a ello.
En el portal de espiritualidad vamos a publicar el boletín espacio K con experiencias, reflexiones, documentos, propuestas acerca del matrimonio y la familia.
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Febrero 2015
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