PALABRA DEL MES

En la barca de Pedro
por Francisco Quijano

Así me imagino el Sínodo: una barca, miles, millones, que navegan por el mar de la vida. Barcas que son las familias, tras una barca insignia, la de Pedro. Esta, representada en el Sínodo, inició una travesía el año pasado. ¿Hacia dónde va? ¿De dónde viene? ¿En qué playas habrán de arribar esta y las demás barcas?

Viene de la iniciativa del Papa Francisco, que envió a todos los obispos del mundo un cuestionario para su preparación en noviembre del año pasado, a fin de conocer la vida de los matrimonios y de las familias. El Documento de trabajo para la asamblea sinodal de este año resumía estas respuestas, que fueron no solo de obispos y clérigos sino también de un número significativo de matrimonios y familias, suficiente para recoger una muestra de experiencias vividas. Fue una forma de proceder diferente de cómo se habían preparado sínodos anteriores. Su novedad: tratar el tema comenzando por reconocer cómo viven, piensan, actúan las familias.

Novedosa fue también y apreciada la forma como el propio Francisco echó a andar las discusiones con un llamado a hablar sin temor y a escuchar con humildad:

«Una condición general de base es esta: hablar claro. Que nadie diga: “Esto no se puede decir; se pensará de mí así o así...”. Es necesario decir todo lo que se siente con parresía [valentía]. Después del último Consistorio (febrero de 2014), en el que se habló de la familia, un cardenal me escribió diciendo: lástima que algunos cardenales no tuvieron la valentía de decir algunas cosas por respeto al Papa, considerando quizás que el Papa pensara algo diverso. Esto no está bien, esto no es sinodalidad, porque es necesario decir todo lo que, en el Señor, se siente que se debe decir: sin respeto humano, sin timidez. Y, al mismo tiempo, se debe escuchar con humildad y acoger con corazón abierto lo que dicen los hermanos. Con estas dos actitudes se ejerce la sinodalidad».

Y los padres sinodales y los invitados hablaron y escucharon. Las intervenciones fueron resumidas en un documento con el título Relación de las discusiones, que fue presentada a los medios. Recibió amplia difusión y variedad de comentarios de la opinología mundial, particularmente los párrafos sobre los divorciados vueltos a casar y las uniones homosexuales.

La segunda semana de la asamblea estuvo dedicada a enriquecer, enmendar, corregir la Relación de las discusiones por diez grupos. Los textos son públicos ( Bollettino Stampa pulsa aquí).

Con estos aportes se redactó la Relación final del Sínodo. La comparación entre ambas vino a darle cuerda a la opinología mundial.

Hay que destacar otras dos novedades: el reglamento del sínodo establece que los textos deben ser aprobados por mayoría calificada (dos tercios). Hubo tres párrafos que obtuvieron solo mayoría simple (nn. 52, 53, 55), pero el Papa ordenó que se publicaran, es más, que se publicara la votación de todos los párrafos.

¿Qué contiene la Relación final, que servirá como documento de trabajo para lo que viene?

La primera parte (nn.5-11) presenta las situaciones que viven las familias. Como suele suceder con estos resúmenes, su lectura pesa, no refleja con viveza los hechos.

La segunda parte –la mirada de Cristo: el evangelio de la familia– esboza unas prespectivas de fe sobre la familia. Corresponde a lo que será probablemente, en un documento posterior, la parte medular sobre la visión cristiana del matrimonio y la familia. Destaco una novedad en algunos párrafos (nn. 12-15, 21-28): teniendo en cuenta la realidad cabal del sacramento del matrimonio  y de la familia (matriz de alegrías y pruebas, de afectos y relaciones, Relación final n. 2), tratar de comprender cómo se puede ampliar el regazo familiar y eclesial, para acoger, acompañar, sanar, reconfortar a quienes se sienten o son excluidos de la comunión de gracia en el matrimonio, la familia y la Iglesia. Hay también referencias a las enseñanza del Concilio Vaticano II y de los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI (nn. 17-20) que se debe tener en cuenta.  Esta visión sería la perspectiva de fe para asumir las orientaciones de carácter pastoral de la tercera parte (nn. 29-61)

El Sínodo, barca insignia, viene haciendo una travesía… ¿hacia dónde? Tenemos ahora un interregno, como los que hubo entre las sesiones del Concilio Vaticano II de 1962 a 1965. No es bogar a la deriva en mares tempestuosos. Hubo ya una fase parecida de preparación con el cuestionario. Habrá otra ahora con la Relación final del Sinodo 2014, como carta de navegación para preparar la asamblea de octubre 2015. ¿Quién será el timonel en esta fase intermedia?

El que dijo: «Yo estaré con ustedes siempre hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). El que dijo: «El Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará todo y les recordará lo que yo les he dicho» (Jn 14, 26). El que dijo: «Yo he rezado por ti, Simón, para que no falle tu fe. Y tú, una vez convertido, fortalece a tus hermanos».

¿Quiénes, particularmente, han de ser protagonistas en esta etapa de diálogo, reflexión, comunicación? Los matrimonios y las familias. Hay un don de Dios universal: su Espíritu, que crea la comunión en la Iglesia. Hay multitud de dones de ese Espíritu que armonizan la variedad de vocaciones. La gracia, el don del Espíritu propio de los matrimonios y las familias es ser una pequeña comunidad –la iglesia doméstica– que, con millones de otras semejantes, forman la comunidad universal –iglesia católica–.

La familia es célula de la sociedad. Así lo reconocen la Iglesia y el sentido común. Algo semejante habría que decir del sacramento del matrimonio –extendido a la familia–: en su seno comenzamos nuestra aventura humana y cristiana.

Ojalá esta fase intersinodal sea una oportunidad para que los matrimonios y las famiias compartan su vida, ofrezcan sus testimonios, presenten sus inquietudes, manifiesten sus desazones.

 

► Para dar seguimiento al Sínodo y participar, consulta nuestro portal en esta sección: Vivir los sacramentos / Matrimonio

 

 

Noviembre 2014