Botón homilético Francisco Quijano OP
Domingo 16º durante el año (20.7.2014): Mateo 13, 24-30
● Crímenes, guerras, genocidios por limpieza étnica, fanatismo religioso, racismo ideológico, fundamentalismo nacionalista, radicalismo doctrinario, totalitarismo regenerador… y todo eso con la justificación de crear una humanidad nueva.
● Nosotros capuletos, ustedes montescos; nosotros católicos, ustedes protestantes; nosotros educados, ustedes patanes; nosotros rectos, ustedes sinuosos… y todo eso con la justificación de que nosotros / yo somos los buenos, ustedes / tú los malos. Arrogancia del nosotros / yo frente al ustedes / tú, que conduce a despreciar a otros y aun a acabar con ellos.
● Simpleza, ramplonería: la parábola del trigo y la cizaña sirve para desautorizarlo. También esta meditación de un sabio judío del siglo I aC:
Te compadeces de todos porque todo lo puedes
y disimulas los pecados de los hombres para que se arrepientan.
Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces…
Tú con todas las cosas eres indulgente porque son tuyas,
Señor que amas la vida (Sab 11, 23-24.26).
• Pintura tradicional de la isla de Bali, Indonesia
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Domingo décimo sexto del Tiempo durante el año: Mt 13,24-30
● Contexto. ‒ Palestina, año 30: Frente a la impaciencia mesiánica, Jesús enseña la necesidad de convivir con el diferente. ‒ Antioquía (Siria), año 80: El deseo de los cristianos por participar en el futuro Reino del Mesías, puede llevarlos sentirse elegidos y superiores, excluyendo a otras personas en el presente.
● Sentido. La parábola del trigo y la cizaña es conocida también como la parábola de la tolerancia. En ella se distinguen tres partes:
♦ El trigo y la cizaña en el campo (13,24-26). El sembrador siembra buena semilla en su campo, la cizaña tiene un origen muy distinto. Según la mentalidad popular de la época, hay un enemigo del ser humano empeñado en que no alcance su plenitud. Para otros textos de la Biblia, no existe “ese otro enemigo”, porque Dios es el único Creador y Liberador. El mal y el sufrimiento no tienen una explicación profunda. A lo máximo que se puede llegar es a una descripción, que habla de que somos criaturas en evolución con metas y anhelos y con limitaciones y fallos. ‒ El ser humano, buscando su crecimiento como individuo, arruina a veces su plenitud como colectividad humana. Esto exige salir del egoísmo y asumir la actitud de solidaridad.
♦ La primera reacción de los peones (13,27-28). El pueblo judío de entonces se cree elegido y superior a todos los demás pueblos y razas. Además, los fariseos preguntan: ¿Por qué Jesús come con los publicanos y los pecadores (Mt 9,11)? Por su parte, los discípulos cuando ven a uno que expulsa demonios en nombre del Maestro, tratan de impedírselo, porque no pertenece al grupo (cf. Mc 9,38-39). ‒ A veces catalogamos a las personas en dos categorías excluyentes: buenos y malos; incluso nuestros teólogos han llegado a afirmar erróneamente “Fuera de la Iglesia no hay salvación”.
♦ La respuesta del propietario (13,29-30). La “clave” o “punto de inflexión” de la parábola se encuentra en las palabras del dueño del campo: “Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha”. La cizaña es una hierba muy parecida al trigo, y no se puede distinguir de él hasta que no produce el fruto. Pero, aunque se distinga una de otra, al intentar arrancarla, sin querer, se puede arrancar el trigo, porque las raíces de ambas plantas están completamente entrelazadas. No sólo en la sociedad, sino también en cada uno de nosotros coexisten juntos cizaña y trigo. El mensaje de fondo es: mirémonos por dentro lo bueno y lo malo que tenemos, tratemos de no ser sectarios y propiciemos el crecimiento de la humanización a todo nivel. ‒ Lo que hay de trigo en cada uno de nosotros, se puede transformar en cizaña, y lo que tenemos de cizaña se puede transformar en trigo. Además, la falta de comprensión y aceptación del otro con sus fallos, es lo que aleja de la pertenencia al Reino de Dios. Finalmente, esta visión no puede llevarnos a ser cómplices de las injusticias sociales: para superarlas hay otros caminos, como los tribunales civiles.
• Jules Dupré (1811-1889): La cosecha
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