EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 15º durante el año


Botón homilético                                                                                               Francisco Quijano OP

 

Domingo 15º durante el año (13.7.2014): Mateo 13, 1-23

● El sembrador arroja su semilla a diestra y siniestra. ¿No se fija en qué terreno cae? ¿Es un desperdicio? Hay semillas que caen en tierra buena y dan fruto: cien, sesenta, treinta por una. La esperanza del sembrador en una cosecha abundante es el motivo de su espléndida siembra.

● Este es el sentido original de la parábola del sembrador: Jesús siembra sin escatimar el reinado de Dios, la semilla de su amistad, en cualquier situación entre toda clase de personas. ¡Felices sus ojos porque ven y sus oídos porque oyen!

● Así lo entendió san Justino (+ 165) que escribió: Debo hablar con la esperanza de hallar buena tierra en alguna parte.

 

 

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Claves para la homilía                                                                              Julián Riquelme OP
 

Domingo Decimoquinto del Tiempo durante el año: Mateo 13, 1-23

Contexto. ‒. Palestina, año 30: Lo principal de la parábola fueron “el sembrador y “la semilla”, para animar a los seguidores de Jesús a predicar sin calcular la respuesta de antemano. ‒ Antioquía (Siria), año 80: Se insiste en la disposición de los receptores, dando importancia a las condiciones de la tierra, que de por sí es buena, pero puede tener impedimentos externos que no dejan crecer la semilla.

Sentido. La "Parábola del sembrador". Una parábola es una historieta contando un hecho de vida. Sin embargo, contiene una intuición básica, que, al descubrirla, es como un chispazo, que ilumina desde dentro al oyente, permitiéndole interpretar la realidad y captar personalmente el mensaje central: "¡El que tenga oídos, que oiga!". Así las parábolas estimulan a pensar por sí mismos a los sujetos, para que las personas lleguen a cuestionarse los principios ideológicos, las premisas, los presupuestos, que les impiden profundizar en el sentido de la vida.

Al final, Cristo no explica la parábola, sino que insinúa cómo está operando el secreto de ella en la vida de los discípulos (Mt 13,10-23).

En la parábola del sembrador, la verdadera “semilla”, es lo que hay de Dios en nosotros.

Dios se da a todos y a cada uno de nosotros no como un producto elaborado, sino como semilla, que cada uno tiene que dejar fructificar.

La meta de la creación es la armonía de todo el universo, en el cual se incluye la humanización. Esto exige el amor entrega hacia el prójimo.

El secreto de esta parábola es: Dios está siempre presente en el caminar de la gente. Sin embargo, el corazón de las personas es el escenario de un combate a favor o en contra de que fructifique la presencia de Dios en nosotros.

El fruto es una nueva manera de relacionarse con Dios, consigo mismo, con los demás y con las cosas.

En tiempos de Jesús y de las primeras comunidades cristianas hay, por lo menos, tres fuerzas adversas al germinar de la Palabra en la vida de los seguidores del Señor:

• La mentalidad legalista de los escribas y fariseos (“las aves del cielo” o “los pájaros”).
• Las persecuciones imperiales a causa del Evangelio (“el sol”).
• Los inmediatismos o pragmatismos frente al diario vivir (“las espinas”).

 

• Vicente van Gogh: El sembrador, 1888