EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 4º de Cuaresma


Lecturas: Josué 4,19; 5,10-12 / 2 Corintios 5,17-21 / Lucas 15,1-3.11-32

Botón homilético: Francisco Quijano

• «Contemplen al Señor y quedarán radiantes, sus rostros no se avergonzarán». Estos versos del Salmo 33/34 son el motivo central –leitmotiv– de la palabra de Dios este domingo: al contemplarlo, Dios nos envuelve en el resplandor de su belleza. ¿Cómo?

• Jesús cuenta una historia de un padre con dos hijos. El más joven rompe con todo: reclama a su padre la herencia, abandona la casa, se juega su libertad en una vida depravada, se pierde en la miseria, se lo traga un vacío interior.

• El hijo mayor permanece en la casa, honra a su padre, cumple todas sus obligaciones, guarda un resentimiento profundo contra su hermano, reclama a su padre no haber sido generoso con él, lo corroe el rencor.

• El padre condesciende a las exigencias de su hijo menor, lo deja en manos de su libertad, lo envuelve a distancia con su amor solícito, se derrama en afecto cuando vuelve a casa, lo colma de regalos, hace una gran fiesta.

• Ese padre escucha con ternura al hijo mayor, le habla con dulzura, intenta suscitar en él cariño por su hermano, espera de él sentimientos de gozo por su regreso al hogar, lo invita a festejar... Y, sorprendentemente, la parábola no dice cómo termina la fiesta...

• En el Sermón del Llano que presenta san Lucas, Jesús dice a sus discípulos y a la multitud: «Sean compasivos como su Padre es compasivo». En la parábola del padre y los dos hijos, el Maestro ilustra esta enseñanza. El padre que acoge al hijo que dejó la casa paterna y que invita a su otro hijo a festejar su regreso es la viva imagen del Padre compasivo de la humanidad.

• El Salmo nos invita a contemplar a ese Padre para vivir radiantes en su presencia, disfrutando la gran fiesta de comunión a la cual ha convidado a sus hijos e hijas de esta inmensa humanidad.

• Este Evangelio se proclamó hace una semana, leer otro comentario (aquí)

• De la colección Jesús Mafa del norte de Camerún: El padre y los dos hijos

 

Lectura: II Corintios 5,17-21

• La reflexión de san Pablo sobre la reconciliación desentraña lo esencial de este misterio. Dios toma la iniciativa, no nosotros, de reconciliarnos con él. Lo hace mediante Cristo Jesús identificándolo, sin responsabilidad suya, con nosotros pecadores: «Dios lo hizo pecado por nosotros». Lo cual quiere decir que Dios va a buscarnos, se acerca a nosotros hasta donde nos encontramos, lejos de él.

• El propósito de esta obra de reconciliación es hacer de nosotros una creatura hueva. En la parábola, el padre hace una gran fiesta porque su hijo menor «estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado». El encuentro del hijo perdido con su padre es como volver de la muerte a la vida: ese hijo reconciliado es una nueva creatura.

 

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Claves para la homilía: Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 30: Los fariseos y los escribas no aceptan que Jesús reciba a los publicanos y pecadores y coma con ellos (Lc 15,1-3). - Grecia, año 80: Los judaizantes piensan que Dios ama más a quienes cumplen las leyes y observancias israelitas; y consideran relajados a los cristianos procedentes de la gentilidad.

• Sentido A la parábola de hoy se la denomi   na comúnmente: El hijo pródigo”. Pero es mejor llamarla “El Padre misericordioso”, o “El Padre Bueno”, o “El verdadero rostro de Dios”. El texto se puede dividir así:

• Partida e inicio del retorno del hijo menor (15,11-20a). Este hijo es egocéntrico y narcisista, mientras no descubra lo que realmente es él. El Padre entiende que el hijo menor quiera emanciparse, formar su familia y administrar sus bienes. La conducta posterior del hijo contrasta con la confianza del Padre, y con la educación recibida; sin embargo, llega a auto descubrirse.

• Encuentro con el Padre (15,20b-24). El Padre simboliza a Dios. La trama de la parábola se orienta hacia la actitud del Padre Bueno. El Padre no enjuicia el pasado de ninguno. Su bondad y misericordia invitan a asumir el propio pasado, relativizando lo nocivo y haciendo germinar su amor desde dentro de cada uno de nosotros. Él ama a ambos hijos y, desde este amor, celebra una fiesta, de la cual quiere que participen los dos hijos.

• Actitud del hijo mayor (15,25-32). Este hijo vive junto al Padre, pero apegado al cumplimiento de leyes externas y al propio egocentrismo. De la boca del hijo mayor sale un duro juicio condenatorio, del que ni él mismo se ve libre. Tiene mucha dificultad en entrar en sí mismo, auto conocerse y cambiar de rumbo.

• Rembrandt: Dibujo a tinta del padre y el hijo pródigo

Cuaresma IV – Lunes (aquí)