TESTIGOS DE CRISTO

Los signos de la libertad
por Jean Vanier

Jean Vanier, hijo del Gobernador General de Canadá, George Vanier, y de Pauline Archer, nació en Ginebra en 1928. A los trece años se enrola en la Armada Real Británica. En 1950 deja la carrera militar para estudiar filosofía y teología, obtiene el doctorado en filosofía por el Institut Catholique de Paris con la tesis: “La Felicidad: principio y fin de la moral aristotélica”.

En 1964 funda en Trosly, Francia, la primera comunidad de L’Arche (El Arca), junto con el dominico Thomas Philippe, a quien conoció en sus años de estudiante en París y que se ocupaba en ese momento de personas con deficiencia mental, y dos personas con limitaciones intelectuales, Raphaël Simi y Philippe Seux. En adelante, Jean Vanier dedicará su vida a la fundación y el acompañamiento de las comunidades de El Arca, que son hogares para personas con debilidades mentales y son actualmente más de un centenar en muchos países.

En 1971 al lado de Marie-Hélène Matthieu, responsable de la Oficina Cristiana para las Personas con Deficiencia, organiza una peregrinación a Lourdes con estas personas, a raíz de la cual surgen las Comunidades Fe y Luz que junto con las de El Arca, acogen y acompañan a personas con debilidad mental.

Jean Vanier ha dado conferencias y retiros en muchas partes del mundo, está involucrado en organismos de la Iglesia Católica, como el Consejo de Laicos y los Sínodos Episcopales. Fruto de su misión y pensamiento son numerosos libros entre los cuales cabe destacar: Cada persona es una historia sagrada, La comunidad: lugar de perdón y de fiesta, Amar hasta el extremo, Acoger nuestra humanidad… Para mayor información acudir a los sitios: Jean Vanier, El Arca, Fe y Luz.

 

● ● ●


Los signos de la libertad

La verdad es fuente de libertad. Jesús dijo: “La verdad os hará libres”. Carecer de libertad es tener miedo a la realidad y a los demás; es aferrarse a ilusiones y mentiras y dejarse guiar por prejuicios. Carecer de libertad es dejarse controlar por deseos instintivos en vez de controlarlos; es imponer las ideas propias sobre la realidad, o querer cambiarla a la fuerza en lugar de acogerla tal y como es. Carecer de libertad es pensar que somos los únicos que poseemos la verdad, y que los demás son estúpidos o se equivocan. […]

Ser libre es conocerse, con la belleza y con los fallos; es amar los propios valores, adherirse a ellos, hacerlos crecer; es abrirse a los demás, con sus diferencias, y aceptar ser transformados por ellos, permaneciendo siempre fieles a nuestra visión, a nuestros valores y a la verdad. Nos hacemos libres cuando descubrimos que la verdad no es un conjunto de certezas inmutables, sino un misterio al que estamos llamados a penetrar poco a poco. Ser libre es avanzar humildemente dentro de una realidad insondable. […]

Ser libre es aceptar pertenecer a un grupo, una raza, una tribu, una familia, una comunidad, una religión, sabiendo que nuestra pertenencia fundamental es a la especie humana. Estar libres de nuestros prejuicios y de nuestro miedo a los demás nos permite ver en cada ser humano, no un rival, sino un hermano o una hermana en humanidad. Ser libre es también aceptar la idea de que ningún lugar de pertenencia es perfecto; todos tienen sus límites y sus fallos. Toda comunidad humana encierra luces y sombras. Cada uno de nosotros somos una pequeña y única parte de nuestro vasto universo, y somos portadores de nuestra historia desde los orígenes. Todos brotamos de una fuente insondable y caminamos hacia ella, llevando en nosotros una luz de verdad y de amor. […]

El amor conduce a una libertad que yo todavía no conozco, que presiento sin poderla describir, pero a la cual aspiro. Todavía me queda un largo camino por recorrer antes de encontrarla. Veo la meta, pero sé que todavía no he llegado. Aspiro a esa libertad, deseo esperarla, pero a veces me da miedo el camino que conduce a ella. Temo lo que podría ocurrir si se derribaran mis muros de protección y salieran a la superficie la angustia y la vulnerabilidad que se esconden tras ellos. Hoy todavía me puedo aferrar a lo que otros piensan de mí; me alimento de su presencia. ¿Qué sería de mí si pierdo todo esto? Descubriría entonces la libertad, incluso la libertad de ser rechazado, si ese es mi camino de crecimiento interior.

¿No es esta la libertad de que habla Jesús en las Bienaventuranzas cuando dice: “Dichosos seréis cuando os injurien y os persigan, y digan contra vosotros toda clase de calumnia por causa mía? Alegraos y regocijaos, porque será grande vuestra recompensa en los cielos” (Mt 5, 11)

 

Del libro: Acoger nuestra humanidad. Madrid: PPC, 1998

 

 

Noviembre 2013