HIMNOS Y SALMOS

Canto de victoria de Judit
por Francisco Quijano

Alaben a mi Dios con panderetas,
celebren al Señor con címbalos;
canten un salmo de alabanza,
invoquen y glorifiquen su nombre.

El Señor es un Dios que acaba con las guerras;
desde su campamento en medio del pueblo,
me libró de las manos de mis perseguidores.


De los montes del norte vinieron los asirios,
llegaron con miríadas de ejércitos:
su multitud obstruía los valles,
su caballería ocupó las colinas.

Amenazó con incendiar mis territorios
y pasar a mis jóvenes al filo de la espada,
con estrellar a mis pequeños contra el suelo,
entregar a mis niños como presa
y dar al rapto a mis muchachas.

¡Pero el Señor omnipotente los aniquiló
por la mano de una mujer!

Su capitán no fue abatido por jóvenes guerreros,
no fue herido por hijos de titanes,
ni gigantes enormes lo atacaron:
lo subyugó Judit, hija de Merarí,
con la hermosura de su rostro.

Se despojó de su ropa de viuda,
para exaltar a los afligidos de Israel:
ungió su rostro con perfumes,
ciñó su cabello con una diadema,

 

se puso vestidos de lino para seducirlo;
sus sandalias deslumbraron los ojos del guerrero,
su hermosura cautivó su corazón...
¡Y la espada cercenó su cabeza!

Los persas temblaron por su audacia,
los medos se turbaron por su intrepidez.

Entonces mis humildes gritaron de alegría
y ellos se llenaron de espanto;
mis débiles clamaron la victoria
y ellos quedaron aterrados;
mi pueblo alzó su voz
y ellos se dieron a la fuga.

Hijos de jovenzuelas los traspasaron,
los acribillaron como a esclavos fugitivos:
¡Murieron todos en el combate de mi Señor!


 

Cantaré a mi Dios un cántico nuevo;
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu poder, invencible.

Que te sirva toda la creación,
porque tú lo mandaste y existió,
enviaste tu aliento y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.

Sacudirán las olas los cimientos de los montes,
en tu presencia las peñas
se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Las estrofas en caracteres normales son las que se usan en la liturgia. Añado otras en cursiva porque este himno condensa la leyenda de Judit. El libro fue escrito hacia mediados del siglo II antes de Cristo. No narra hechos históricos, es ficción literaria. ¿Con qué propósito? Confirmar la identidad religiosa y nacional de los judíos que vivían bajo el dominio político y cultural de los griegos.

Judit, La Judía, es una heroína de fábula, con todas las cualidades para ser una figura memorable: viuda joven, heredera de la fortuna de su marido, hermosa, intrépida y sagaz, con mando y elocuencia, imbuida de las tradiciones judías, de honestidad intachable, practicante de su religión.

El libro de Judit puede servir de guion para una gran producción en cuatro secuencias. Primera: el despliegue de los ejércitos de los imperios que dominaron el Medio Oriente: Babilonia, Persia y Media (cc.1-6). Esta ficción forzada alude al dominio en ese momento de los griegos. Segunda secuencia: la claudicación de las autoridades de Betulia ante el asedio Holofernes y la intervención de Judit para hacerse cargo de la resistencia (cc.7-8). Tercera secuencia: las argucias de Judit para engañar y matar a Holofernes: intrepidez para introducirse hasta la tienda del enemigo, belleza y finura para seducirlo, elocuencia para adularlo, arrojo para matarlo con su espada (cc. 9 a 13,1-10). Secuencia final: la desbandada del ejército babilonio y la celebración de la victoria de Judit con danzas y cánticos (c. 13,10-20; 14-16).

Las partes más seductoras de la narración son las secuencias tercera y cuarta. El himno (c. 16) puede leerse como avances o trailer de una gran producción.

Unas preguntas obligadas. ¿Podemos hoy en día, judíos y cristianos, usar cánticos de este libro para celebrar nuestra fe? ¿No es un engaño valerse de una ficción para alimentar nuestras creencias? ¿No es una contradicción exaltar la violencia para acabar con la violencia? ¿Qué decir de una mujer que seduce y asesina a su enemigo?

En la tradición de la fe cristiana ha habido reconsideración de muchos hechos, ficciones y convicciones. De la leyenda de Judit hay que destacar estos versos del cántico: «El Señor omnipotente los aniquiló / por la mano de una mujer». Es una constante de las acciones de Dios en la historia humana la elección de los débiles, los pobres, los esclavos para vencer a los prepotentes. Así lo cantamos en el Magnificat de María:

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
 

Esta visión de la historia culmina en Jesús, que fue sacrificado, no por una nación, sino para crear la comunión en Dios de una humanidad dividida (Jn 11,52).

 

* La ilustración es de Cristofano Allori (1577-1621): Judit con la cabeza de Holofernes – Palacio Pitti, Florencia

 

Octubre 2013