EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 23º durante el año


Lecturas: Ezequiel 33,7-9 / Romanos 13,8-10 / Mateo 18,15-20

Botón homilético – Francisco Quijano

• En las comunidades cristianas hubo desde el principio conflictos, desencuentros, pecados, faltas institucionales. Dos ejemplos. «Cuando Cefas llegó a Antioquía me enfrenté con él abiertamente, porque su conducta era censurable», dice Pablo a los Gálatas (2,11ss). Allá por el año 50, Pedro se había hecho pasar por cumplidor de la ley judía para no quedar mal con los judíos.

• Otro ejemplo. «Si ustedes dejan que la envidia los amargue y hacen cosas por rivalidad, no se engañen ni se burlen de la verdad...  Donde hay envidia y rivalidad, allí hay desorden y toda clase de maldad», dice Santiago a alguna comunidad de Asia Menor a finales del siglo I (Stgo 3,14.16).

• A lo largo de la historia ha habido estos conflictos. ¿Cómo hacerse cargo de ello? El capítulo 18 del Evangelio de Mateo ofrece unas pistas para las comunidades cristianas, que se aclaran con la parábola del domingo que viene.

• El conflicto parece formar parte de la historia. Hay ideologías que asumen el conflicto como dinamismo para forzar el cambio social, se usa como táctica agudizar los conflictos para lograr una sociedad justa.

• Azuzar continuamente el conflicto con insultos y mentiras, instilar en el corazón y los sentimientos rencor, resentimiento y venganza, crear un ambiente de exclusión y rechazo, todo ello son actitudes ruines que rebajan nuestro nivel de humanidad.

• Frente a esto, hemos de tener la convicción y cultivarla de que el horizonte último no es el conflicto ni el pecado, sino la comunión y el perdón. «Dónde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

• Hay actitudes que nos hacen crecer en humanidad en medio del conflicto: saber que somos capaces de perdonarnos igual que lo somos de ofendernos. Nadie puede erigirse en juez impoluto de los demás.

• Pedir perdón y perdonar son acciones de alta calidad humana, que requieren transparencia, veracidad, franqueza, sinceridad, sencillez, respeto, consideración, amabilidad.

• Realizarlas nos eleva en humanidad por sobre los errores, fallas, ofensas y pecados. Somos más humanos cuando pedimos perdón y perdonamos. Nos asemeja a Dios de quien se dice en una oración que manifiesta su poder al perdonar.

• ¿Asemejarse a Dios en el perdón? ¿Seré yo quien me asemejo a él? ¿O será Dios quien me asemeja a él, perdonándome, para que yo perdone? En el Padre Nuestro decimos: «Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Este es el «círculo virtuoso» del perdón, que nos desata de ofensas cometidas y recibidas, y nos saca del «círculo vicioso» de ofensa, rencor, odio, venganza.

 

Lecturas: Ezequiel y Romanos

No en este pasaje, un poco más adelante, dice Ezequiel en nombre de Dios con más claridad: «Tan cierto como que yo vivo, afirma el Señor y Dios, no me alegro con la muerte del malvado, sino con que se convierta de su mala conducta y viva» (33,18).

San Pablo hace ver que toda la conducta humana tiene como origen, desarrollo y término el amor: «El amor no hace mal al prójimo. El amor es la plenitud de la ley».

• Arcabas (1926-2018) Reconciliación

 

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Claves para la homilía – Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 30: Ya en las sinagogas se enseñaba que había que perdonar al hermano que te ofende (Lv 19,17; Si 10,6; Ez 33,1-9; Rm 12,19; Fuente Q 17,34; Mt 18,1.21-22 / Lc 17,3-4). - Antioquía (Siria), año 80: Quienes siguen a Jesús no son “perfectos”, sino que forman una comunidad de “hermanos”, que reconocen sus limitaciones, y necesitan el apoyo de los demás para superar sus fallos.

• Sentido El Evangelio se refiere al “perdón de las ofensas” o “corrección fraterna”. No establece normas, sino que invita a ayudar a los más "pequeños", a los débiles, a quienes están en el error (cf. Mt 18,5.6.10.14). En el texto se pueden distinguir tres partes:

• Ganar al hermano para la comunidad (Mt 18,15-17). La práctica penitencial de los primeros siglos se fue desarrollando en torno a las faltas contra la comunidad; no se tenía en cuenta la actitud personal con relación a Dios; de esta forma, el “si tu hermano peca” debía entenderse como una ofensa o daño a la comunidad, llevada a cabo por uno de sus miembros; la comunidad tenía que velar por el bien de todos los hermanos, los ofendidos y los que ofenden. Había también un camino o método para la admisión y para exclusión de sus miembros, tomado de las tradiciones judías (cf. Lv 19,17; Si 10,6; Ez 33,1-9; Rm 12,19). Ahora, enriquecido por el Amor de Cristo, este itinerario establecía los siguientes pasos: primero, dialogar con el individuo; después, buscar algunos consejeros; finalmente, tratar el asunto a nivel de la comunidad (cf. Mt 18,15-17). En el caso excepcional de que el hermano “tampoco quiere escuchar a la comunidad”, se ponía a esa persona débil en cuarentena apartada por un tiempo de la comunidad, esto es, a que viva un distanciamiento temporal, durante el cual no se junte con el grupo (Mt 18,17; cf. 11,19; 2 Ts 3,14; 1 Co 5,9.11). Lección: Toda revisión de vida en la familia y en las comunidades cristianas ha de estar presidida por el Amor.

• Propiciar su crecimiento personal (Mt 18,18). “Atar y desatar en la tierra” es un modismo hebreo que tiene varios sentidos: desde declarar lo que es provechoso para la familia, como lo hace el mayordomo de una casa (Is 22,22), pasando por el discernir qué impide o propicia la maduración propia de una persona, llegando al lenguaje jurídico de desligar a alguien de una obligación, voto, promesa o sentencia. En este contexto, “atar y desatar” parece referirse más bien a discernir las actitudes, que permiten o no a la persona caminar hacia su propia plenitud, proceso que el mismo Dios apoya (v. 18 repite dos veces “en la tierra”). También todo esto puede englobarse en el tema del “Pecado”, relacionado con la misión de la comunidad cristiana: “Pecado” en la Biblia es principalmente “errar el blanco”, no acertar, no “achuntar”, no lograr la plenitud esperada en un crecimiento, no alcanzar la plena fidelidad a la alianza (cf. Mt 16,19; Jn 20,23). Moraleja: La misión de cada comunidad cristiana es colaborar para que, dentro y fuera de ella, las personas crezcan en humanización y en la amistad con el Dios de Jesucristo.

• Apoyar el crecimiento humano con la oración (Mt 18,19-20). “Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos”. “Reunirse en su Nombre” o “Persona” significa aceptar en común los criterios de Jesús, estar identificados con su actitud, es decir, buscar únicamente el bien de los seres humanos, también de quienes no pertenecen al grupo o están contra él. Esa es una manera privilegiada de hacer presente a Cristo. Mensaje: Si valoramos, desde la oración, las relaciones con los demás, podemos crecer en humanidad, colaborar en la humanización de todos y propiciar la Venida del Reinado de Dios.

• Alessandra Cimatoribus: Abbraccio

Semana XXIII: Lunes (aquí)