Lecturas: Sabiduría 12,13.16-19 / Romanos 8,26-27 / Mateo 13,24-43
Botón homilético - Francisco Quijano
• Las parábolas son una ventana que se abre hacia nuestro interior para que veamos quiénes somos, qué queremos, cómo pensamos. Son también una ventana que se abre hacia el interior de quien las cuenta.
• Las tres parábolas de hoy invitan a tener una mirada atenta y penetrante, un corazón complaciente y apacible ante la propia vida, la vida de los demás, los acontecimientos convulsos de nuestro mundo.
• Cuando la cosas no van bien, cuando los demás nos molestan, cuando los sucesos contradicen nuestras expectativas de bien y justicia, de una humanidad mejor, la acidez y la ira se amparan de nosotros. Querríamos poner todo en orden en un santiamén.
• Si a través de la ventana que abren estas parábolas vemos, no a nosotros, sino a Jesús que las cuenta, ¿qué veríamos? ¿Tendría él esa tentación de poner todo en orden?
• Seguramente la tuvo: el relato evangélico dice que fue tentado por el éxito espectacular inmediato, por el poder político, por la debilidad de halagar y satisfacer a las multitudes. Pero venció estas tentaciones.
• La parábola del trigo y la cizaña nos hace ver su paciencia frente a lo adverso y lo que se oponía al reinado de Dios. Así lo enseñó también cuando dijo: «El Padre que está en los cielos hace salir el sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos».
• Las parábolas de la semilla de mostaza y de la levadura en la masa nos muestran su paciencia y esperanza invencible en el crecimiento del Reinado de Dios –que es su presencia– en medio de la gente.
• Si Jesús contó a la gente estas parábolas es porque se las contaba a él mismo. Por medio de ellas, vemos reflejada esa actitud suya cuando dice: «Aprendan de mí porque soy paciente y humilde de corazón, y encontrarán sosiego».
• Esas han de ser nuestras actitudes, sostenidas por una confianza inquebrantable en la eficacia de la palabra de Dios que producirá fruto en nosotros, en los demás y en nuestra humanidad.
• El sabio que escribió sus pensamientos cien años antes de Jesús decía algo semejante: «Tú, Señor, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo de los hombres y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza, porque, después del pecado, das lugar al arrepentimiento».
Lecturas: Sabiduría y Romanos
• El libro de la Sabiduría es el último del Antiguo Testamento, escrito en griego hacia el año 50 aC o después en Alejandría. Recoge reflexivamente la historia del pueblo judío y contiene intuiciones finas acerca de Dios, que es inabarcable para el pensamiento humano.
• En este pasaje tenemos una de esas intuiciones: el poder de Dios, infinito, no se muestra imponiendo su voluntad de manera arbitraria, sino ejerciendo justicia, perdón, indulgencia, moderación.
• De estos pensamientos, el sabio saca esta conclusión: «Tú, Señor, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo de los hombres y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza, porque, después del pecado, das lugar al arrepentimiento».
• En México tenemos lo contrario. Llevamos varios años de una exhibición desnuda de una voluntad autócrata, que viola la ley y dispone al antojo de su poder, insulta y divide, impone caprichos arbitrarios, siembra la cizaña de la que habla la parábola.
• Breve reflexión de san Pablo acerca del Espíritu que nos acompaña, ilumina y fortalece a nuestro propio espíritu, nos ayudan a sondear por la oración en los misterios de Dios.
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Claves para la homilía - Julián Riquelme
• Contexto. ‒ Palestina, año 30: Frente a la impaciencia mesiánica, Jesús enseña la necesidad de convivir con el diferente. ‒ Antioquía (Siria), año 80: El deseo de los cristianos por participar en el futuro Reino del Mesías, puede llevarlos sentirse elegidos y superiores, excluyendo a otras personas en el presente.
• Sentido. La "parábola del trigo y la cizaña" es conocida también como la parábola de la tolerancia. En ella se distinguen tres partes:
• El trigo y la cizaña en el campo (13,24-26). El sembrador siembra buena semilla en su campo, la cizaña tiene un origen muy distinto. Según la mentalidad popular de la época, hay un enemigo del ser humano empeñado en que no alcance su plenitud. Para otros textos de la Biblia, no existe “ese otro enemigo”, porque Dios es el único Creador y Liberador. El mal y el sufrimiento no tienen una explicación profunda. A lo máximo que se puede llegar es a una descripción, que habla de que somos criaturas en evolución con metas y anhelos y con limitaciones y fallos. Lección: El ser humano, buscando su crecimiento como individuo, arruina a veces su plenitud como colectividad humana. Esto exige salir del egoísmo y asumir la actitud de solidaridad.
• La primera reacción de los peones (13,27-28). El pueblo judío de entonces se cree elegido y superior a todos los demás pueblos y razas. Además, los fariseos preguntan: ¿Por qué Jesús come con los publicanos y los pecadores (Mt 9,11)? Por su parte, los discípulos cuando ven a uno que expulsa demonios en nombre del Maestro, tratan de impedírselo, porque no pertenece al grupo (cf. Mc 9,38-39). Moraleja: A veces catalogamos a las personas en dos categorías excluyentes: buenos y malos; incluso nuestros teólogos han llegado a afirmar erróneamente “Fuera de la Iglesia no hay salvación”.
• La respuesta del propietario (13,29-30). La “clave” o “punto de inflexión” de la parábola se encuentra en las palabras del dueño del campo: “Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha”. La cizaña es una hierba muy parecida al trigo, y no se puede distinguir de él hasta que no produce el fruto. Pero, aunque se distinga una de otra, al intentar arrancarla, sin querer, se puede arrancar el trigo, porque las raíces de ambas plantas están completamente entrelazadas. No sólo en la sociedad, sino también en cada uno de nosotros coexisten juntos cizaña y trigo. El mensaje de fondo es. Mensaje: Mirémonos por dentro de cada uno de nosotros y veamos lo bueno y lo malo que tenemos, tratemos de no ser sectarios y propiciemos el crecimiento de la humanización a todo nivel. Lo que hay de trigo en cada uno de nosotros, se puede transformar en cizaña, y lo que tenemos de cizaña se puede transformar en trigo. Además, la falta de comprensión y aceptación del otro con sus fallos, es lo que aleja de la pertenencia al Reino de Dios. Finalmente, esta visión no puede llevarnos a ser cómplices de las injusticias sociales: para superarlas hay otros caminos, como los tribunales civiles.
• Jean-François Millet (1814-1875): Las espigadoras y La cosecha
Semana XVI: Lunes (aquí)
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