Lecturas: Hechos 2,14.22-33 / I Pedro 1,17-21 / Lucas 24,13-35
Botón homilético: Francisco Quijano
• «¡Qué necios y torpes son para creer lo que anunciaron los profetas!» – dice el caminante incógnito a los dos discípulos que van a Emaús desesperanzados por la muerte de Jesús. ¿Fue fácil o difícil entonces creer en su resurrección? ¿Para nosotros es fácil o difícil?
• Los Evangelios son claros en confirmar la fe en la resurrección de Jesús, pero dejan entrever que hubo dudas. Marcos, en el resumen final de los testimonios, es contundente: «Jesús se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su cerrazón de mente, por no haber creído a quienes lo habían visto resucitado» (Mc 16,14).
• Las mujeres fueron más propensas a creer, estuvieron dispuestas a anunciar la resurrección a los discípulos varones. Pero en el apéndice del Evangelio de Marcos se dice que estos no les creyeron, y que tampoco creyeron a los dos que iban de camino.
• Sin embargo, en el final de su Evangelio, Marcos dice de las mujeres de manera sorprendente: «Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo» (Mc 16, 8).
• A quienes conocieron a Jesús en vida mortal y quedaron desesperanzados por el tremendo fracaso de su ejecución en la cruz, no les fue fácil creer que había sido resucitado por Dios.
• Esas dificultades de entonces, ¿lo son también para nosotros? Me inclino a pensar que sí. Una cosa es dar por hecho (y cada vez menos) que nuestra vida se prolonga más allá de la muerte, y otra cosa es creer en la resurrección de Jesús y de cualquiera de nosotros criaturas mortales. ¿Por qué?
• La resurrección de Jesús es la confirmación de que el universo entero, y particularmente nosotros criaturas humanas, provenimos del amor creador de Dios, y de que nuestro destino es la inmersión definitiva e irrevocable en su amor.
• Resucitar en carne humana es alcanzar la deificación de nuestra condición de criaturas mortales. Es la certeza de que el mal y la violencia que causaron la muerte de Jesús y la nuestra, no son la última palabra.
• Resucitar de entre los muertos es escapar de las dudas e irrumpir en una vida nueva por el poder del Espíritu Santo. Lo dice Pedro en su primer sermón: «Dios resucitó a este Jesús, nosotros somos testigos de ello. Exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado. Esto es lo que ahora ustedes ven y oyen» (Hechos 2, 32-33).
• En el Evangelio de San Lucas, fueron dos comidas, en Emaús con dos discípulos (vv.13-35) y en Jerusalén con los demás (vv. 36-48), lo que les permitió vencer sus dudas y afianzar su fe en la resurrección del Seño.
• Y fueron también dos momentos de escucha, en el camino a Emaús, cuando les explicó las Escrituras que se referían a él, y en Jerusalén, cuando les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras, lo que les permitió vencer sus dudas y confirmar su fe.
• Escuchar su palabra y compartir con él la comida. Eso es lo que habían vivido en Galilea y Judea junto con toda clase de personas invitadas por Jesús: recaudadores de impuestos, pecadores, prostitutas, enfermos. Eso mismo les permite ahora reconocer que él está vivo y sigue en medio de ellos.
• Eso mismo es lo que nos permite a nosotros vencer nuestras dudas, temores, incertidumbres. Él es quien nos acompaña ahora, caminantes que somos en este mundo, para ayudarnos a descifrar con su palabra el sentido de nuestra vida y compartir en la eucaristía el gesto de donación incondicional de su amistad.
• Este episodio, por cierto, puede considerarse como modelo o como icono del caminar sinodal en la Iglesia: Jesús se acerca a unos discípulos deseperanzados para reavivar su esperanza: «¿No sentíamos arder nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Lecturas: Hechos y I Pedro
• La resurrección de Jesús y, con ella, toda su vida son de pronto la clave para interpretar con una luz nueva, toda la historia antigua del pueblo judío y sus escrituras sagradas.
• En su primera predicación, Pedro ofrece una versión trascendente del Salmo 16/15. Como si Jesús lo recitara, transformando un anhelo de inmortalidad, que es el sentido original del salmo, en la certeza de una vida de resurrección en el gozo de Dios para siempre:
Tengo siempre presente al Señor,
.. con él a mi derecha no vacilare.
Por eso se me alegra el corazón,
.. mi lengua canta llena de gozo,
.. y mi carne descansa en esperanza:
porque no me entregarás a la muerte,
.. ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñaste el camino de la vida,
.. me llenarás de gozo en tu presencia.
• La fe y la esperanza, dice la Carta de San Pedro, dependen totalmente de Dios y se refieren totalmente a Dios: creer en Dios que resucitó a Jesús y lo glorificó, esperar de Dios que nos resucitará.
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Claves para la homilía: Julián Riquelme
• Contexto - Palestina, año 30: A los discípulos les costó aceptar que Jesús, tras su muerte, estaba vivo, Resucitado. - Grecia, año 80: El sentimiento interno, iluminado por la fe, pudo más que la racionalidad de los discípulos: ¡Jesús es el Mesías y está vivo! Así lo percibieron los primeros cristianos.
• Sentido El tema del Evangelio es el “Encuentro de los discípulos de Emaús con el Resucitado”. Emaús era una sencilla aldea situada a unos 12 kilómetros de Jerusalén (Lc 24,13). El Crucificado acompaña a Cleofás y a su compañero (o compañera) en el regreso a su hogar.
• En el camino de la vida (24,13-24): Los discípulos de Emaús vuelven desilusionados, desanimados, frustrados, saboreando la amargura del sin sentido de la vida. Jesús deja que se desahoguen. Ellos se expresan: "Nosotros esperábamos que fuera Él ..." (Lc 24,21). Lección: Después de la muerte de Cristo, habrá que estar más atentos si queremos entrar en contacto con Él en nuestro peregrinar.
• En la interpretación de la Escritura (24,25-29): No se trata de buscar a Jesús en la literalidad del Antiguo Testamento, sino en el mensaje de la vivencia espiritual, que hizo posible esos relatos. Dios habla solo desde el interior de cada persona Moraleja: La experiencia interior, expresada en conceptos, es ya palabra humana; se convierte en Palabra de Dios, cuando surja la vivencia de la fe en quien escucha o lee.
• Al partir el pan (24,30-31): La manera de partir y repartir el pan permite a los discípulos recordar a Jesús en las comidas en común, en la multiplicación de los panes, en la Última Cena. Cristo se hace presente vivencialmente en el interior de cada uno de ellos. Mensaje: Celebrar la eucaristía es actualizar el gesto y las palabras de Jesús, y descubrir lo que quieren decirnos. Un gesto es más eficaz que un discurso.
• En la comunidad reunida (24,32-35): En el narrar y compartir las experiencias de cada uno se hace presente Cristo Resucitado. La comunidad (aunque sea de dos) es imprescindible para provocar esa vivencia. Jesús hizo presente a Dios amando, es decir, dándose a los demás Enseñanza: El ser humano solo desarrolla sus posibilidades en la relación con los demás; esto es imposible si el ser humano se encuentra aislado y sin contacto alguno con el otro.
• Pinturas de dos maestros del claroscuro: Rembrandt y Caravaggio
Pascua III: Lunes (aquí)
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