Lecturas: Ezequiel 37,12-14 / Romanos 8,8-11 / Juan 11,1-45
Botón homilético: Francisco Quijano
• Este año (Ciclo litúrgico A) los Evangelios de los Domingos 3º, 4º y 5º de Cuaresma están muy vinculados. Su simbolismo es bautismal: el agua viva del Espíritu que Jesús ofrece a la samaritana, la iluminación de los ojos y la fe del ciego de nacimiento, la vida sobreabundante de la resurrección que Jesús mismo garantiza.
• Los tres relatos de Juan están preñados de dramatismo, encierran un misterio cuyo desenlace se va produciendo conforme procede la narración, intervienen los actores y se va desentrañando su sentido profundo. Hay que leerlos completos.
• Jesús ofrece un agua viva a la samaritana, sedienta de sentido en su propia vida. Es el agua del Espíritu, que conduce a un reconocimiento y adoración del Padre, no este o aquel lugar, sino en espíritu y verdad.
• Jesús sana de su ceguera al hombre que mendigaba limosnas. Es la luz natural que ilumina sus tinieblas. Es la luz de la fe que ilumina su corazón y hace de él un testigo incondicional de lo sucedido en su vida: «De una cosa estoy seguro, que yo era ciego y ahora veo».
• Jesús resucita a Lázaro: «Lázaro, sal fuera». Es una voz que es eco de la primera voz que se escucha en el libro del Génesis: «Haya luz» y hubo luz. «Haya un firmamento» e hizo Dios el firmamento. Es la voz de la Creación y la voz de la Recreación.
• Esta es la última señal que realiza Jesús en el Evangelio de San Juan, anticipación simbólica de la plenitud del sentido de esta señal. Dice Jesús a Marta: «Yo soy la Resurrección y la Vida. Quien cree en mí, aunque muera vivirá».
• Eso mismo sucede simbólicamente en el bautismo, que es muerte y resurrección anticipadas: «Por el bautismo fuimos sepultados con Cristo en la muerte, para que así como Cristo resucitó de la muerte... nosotros llevemos también una vida nueva» (Rom 6,4).
• Eso mismo sucede simbólicamente en la eucaristía: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne».
• «¿Crees tú esto?» ‒ pregunta Jesús a Marta. «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías». «¿Crees en el Hijo del Hombre?» ‒ pregunta Jesús al ciego. «Creo, Señor». «Vengan a ver a un hombre que me ha contado todo lo que hice: ¿no será el Mesías?» ‒ dice la samaritana.
• El drama contenido en los tres relatos culmina en confesiones de fe. Ese es el camino del catecumenado, del bautismo y del seguimiento de Jesús: creer en el agua del Espíritu, creer en el Pan de Vida, creer en la Luz del Mundo, creer en la Resurrección y la Vida.
Lecturas: Ezequiel y Romanos
• La portentosa y estremecedora visión de Ezequiel en el capítulo 37 (aquí) de un valle cubierto de huesos secos que van recobrado la vida por obra de la palabra de Dios y de su Espíritu es, por supuesto, un anticipo simbólico de la resurrección de los muertos y una forma, simbólica también, de referirse al fin del exilio en Babilonia y la repatriación de los judíos a su tierra.
• En el México de incesantes crímenes crueles y descarnados, de miles mujeres asesinadas, de personas desaparecidas que no han sido identificadas, la visión de Ezequiel debe recordarnos que ante Dios, en el libro de la vida, están escritos esos nombres.
• Esta esperanza que es justicia divina debe también impulsarnos a luchar por la justicia humana contra la incontenible violencia que nos aqueja y a exigir a las autoridades políticas eficaces contra el crimen y la impunidad.
• San Pablo afirma que la garantía de nuestra resurrección es el Espíritu de Cristo, por el cual el Padre resucitó a Jesús de entre los muertos. Hay una continuidad de la resurrección de Jesús en la nuestra. Esa continuidad es el Espíritu de Dios y, para nosotros en este mundo, es la fe que el Espíritu suscita en nuestro corazón.
• Juan de Flandes (1465-1519): Resurrección de Lázaro
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Claves para la homilía: Julián Riquelme
• Contexto - Palestina, año 30: Los fariseos y la mayoría de pueblo esperaban que Dios devolviera la vida biológica a los fallecidos en un futuro más o menos lejano (Jn 11,24). - Jerusalén, año 100: Jesús no viene a prolongar la vida física, sino a comunicar la Vida trascendente, que Él mismo posee y de la cual puede disponer, a partir de su Pascua (Jn 5,26).
• Sentido El tema del Evangelio es la frase de Cristo: “Yo soy la Resurrección y la Vida”. Tradicionalmente se ha llamado a este Evangelio “La Resurrección de Lázaro”. El relato es principalmente simbólico. Los especialistas opinan que no es histórico, por tres motivos: Primero: Hay incongruencias literales en el texto: Jesús afirma que la enfermedad de Lázaro no es mortal (11,4); se queda dos días más donde está y no acude a sanarlo (11,6.37); cuando Cristo llegó, Lázaro ya era un fallecido de cuatro días (11,39); ¿Cómo puede salir el muerto del sepulcro si está atado de pies y manos? (11,44). Segundo: Ningún otro escrito del Nuevo Testamento menciona este hecho. Tercero: No se alude a suceso tan espectacular en la literatura extrabíblica, como los historiadores Flavio Josefo, Tácito etc. La escena tiene esta secuencia:
• Recado y demora decidida por Jesús (11,1-7). Los hermanos ‒Lázaro, María y Marta‒, representan un grupo de seguidores de Cristo (11,1-3.5). El Nazareno comenta la noticia, que le envían las dos hermanas: La enfermedad en el discípulo no tiene como final la muerte, sino que, a través del “signo” que se está narrando, se va a mostrar un nuevo horizonte para el ser humano (11,4). El retraso del Maestro es deliberado: Él realiza su acción cuando lo decide (11,6-7). Lección: En nuestra vida cristiana debiéramos distinguir entre vida biológica y “Vida definitiva”, como también entre muerte física y Muerte como frustración de la existencia. Jesús viene a ofrecer esta alternativa: o vida biológica sola, o “Vida definitiva” durante esta vida y más allá de ella.
• Fe en Cristo: Resurrección y vida (11,20-27). Marta, con pena, reprocha al Maestro no haber acudido antes a desplegar su fuerza taumatúrgica a favor de su hermano Lázaro (11,21). Además, ella cree, como la mayoría de los judíos, que la resurrección será en un futuro lejano: “el último día” (11,24). Lo que Cristo comunica es algo muy distinto: “Yo soy la Resurrección y la Vida” en el presente, en el hoy, en el ahora (11,25ª). Si una persona adhiere a Jesús no tiene que esperar la muerte física, sino que ya, desde ahora, posee la “Vida definitiva”, indestructible, la energía del Amor de Dios (11,25b-26). Es como un nuevo nacimiento del ser humano (cfr. Jn 3,5). Se aclara que el Evangelista Juan, en el año 100, considera como “el último día” aquel tiempo, que se inicia con la muerte pascual de Jesús, cuando la nueva creación está acabada y Él entrega el don de su Espíritu (cfr. Jn 19,28-30). Moraleja: Participar de esa Vida Nueva no es algo privativo de los creyentes cristianos; puede apropiarse de ella toda persona, que, sin conocer a Cristo, practica la misma actitud de Amor al prójimo que tuvo el Señor.
• Jesús y Lázaro: De la muerte a la vida (11,33b-45). “Quiten la piedra (11,39ª)”: El Nazareno pide a quienes le sigan que se despojen de la creencia, según la cual los muertos tienen que estar separados de los vivos; los fallecidos pueden permanecer también en la experiencia de los vivos; a su vez los vivos pueden estar muertos… “Gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!»” (11,43): El grito no es por Lázaro, sino por quienes imaginan que Lázaro está muerto en una tumba; aunque haya fallecido, Lázaro sigue viviendo, porque aceptó a Jesús antes de morir. «Desátenlo para que pueda caminar» (11,44b): Equivale a decir: Déjenlo en libertad, porque ahora vive con Dios. Mensaje: Integremos a nuestros antepasados en nuestra actitud de servicio a los demás, pues si entregamos la vida como Cristo, seremos capaces de recuperarla (cfr. Jn 10,18).
• Resurrección de Lázaro de la colección Jesús Mafa, Camerún
Cuaresma V: Lunes (aquí)
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