PALABRA DEL MES

O la fe o los ídolos
por Jesús García Álvarez

Al principio fueron los ídolos. Las montañas, los ríos y los valles estaban poblados de altares e imágenes que representaban las fuerzas de la naturaleza ante las que el hombre se sentía desamparado. Era necesario aplacar esas fuerzas, tenerlas propicias con ritos, oraciones y sacrificios. “El miedo hizo a los dioses”.

Más tarde, Dios se presenta a Abrahán invitándole a seguir un camino que le llevaría a una tierra lejana y prometiéndole una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo. Abrahán emprende el camino dejando atrás las seguridades de su tierra y sus ídolos, confiando únicamente en aquel Dios que le había hablado. Creyó en la promesa de Dios y confió en su poder. Nacía así la fe.

Esto no quiere decir que la fe haya sustituido a la idolatríade una vez para siempre. Fe e idolatría estarán presentes en la historia de la humanidad como actitudes opuestas que se combaten mutuamente o como elementos de una religión mal entendida. Los profetas de Israel no se cansaban de repetir al pueblo que tenía que elegir entre el Dios que los había liberado de la esclavitud y los baales que les prometían el trigo y el aceite en la tierra de Canaán. Más tarde, Jesús de Nazaret dirá que la elección está entre Dios y el dinero.

La primera encíclica del Papa Francisco y la última del ahora Papa emérito Benedicto XVI –Lumen fidei– trata de la fe, pero dedica también unas líneas a la idolatría –“lo opuesto a la fe”–, señalando sus características y su presencia en la vida del hombre. “Se da idolatría –recuerda la encíclica la enseñanza de un conocido rabino– cuando un rostro se dirige reverentemente a un rostro que no es un rostro” (n. 13).

El rostro del ídolo “tiene ojos, pero no ve; tiene boca, pero no habla; tiene oídos, pero no oye”. Es un rostro que se puede contemplar sin temor: no te pedirá que dejes tus seguridades y emprendas un camino hacia lo desconocido. La voz de los ídolos es la misma voz del hombre que lo hizo; es la proyección de sus deseos. Por eso los caminos de los ídolos son tan dispersos, mientras que el camino de la fe es único, con una sola meta: el encuentro con Dios.

Tenemos la promesa de que al final veremos a Dios cara a cara; veremos su rostro. Pero Dios no ha querido que el hombre viva solo de promesas. “La fe –dice la carta a los hebreos– es una forma de poseer ya desde ahora lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven (Heb 11,1-2). Pero esa posesión y ese conocimiento no es todavía la meta. El rostro de Dios será siempre un misterio por más que se descubran sus reflejos en las cosas de este mundo y en la Palabra revelada.

Por el contrario, el rostro de los ídolos nos es bien conocido porque es obra de nuestras manos. No hay misterio ni encuentro con algo que pueda dar sentido a la vida. El ídolo es el encuentro con nosotros mismos, con nuestros deseos. El deseo de las cosas de este mundo –la concupiscencia según santo Tomás de Aquino– es un deseo de alguna manera infinito porque nunca se sacia totalmente. Siempre se quiere más riquezas, más placer o más poder. Pero en realidad sólo Dios es verdaderamente infinito. La infinitud del deseo es la infinitud del vacío.

El hombre ha ido alejando a Dios del horizonte de su vida y lo ha ido sustituyendo por realidades creadas. De un mundo sagrado en el que Dios estaba presente en todas partes se ha pasado a un mundo desacralizado en el que todo se explica por leyes: las leyes biológicas de la naturaleza humana, las leyes sociales o las leyes que rigen los fenómenos naturales. Como al pueblo de Israel en la Biblia, hoy se pregunta a los hombres: “¿Dónde está tu Dios?” Los hombres saben bien dónde están sus ídolos, pero no saben dónde está su Dios.

Por eso la primera encíclica del Papa Francisco trata de volver al hombre al camino de la fe, que es el camino de la vida. Pero eso significa renunciar a las falsas seguridades y promesas de los ídolos. Hoy, como en los tiempos de Jesús y los profetas, creer es elegir. O Dios o los ídolos.

 

* Rafael - Estudio: Moisés ante la zarza ardiente, 1514 - Galleria Nazionale di Capodimonte, Nápoles.

 

 

Septiembre 2013