Lecturas: Isaías 2,1-5 / Romanos 13,11-14 / Mateo 24,37-44
Botón homilético: Francisco Quijano
• El Evangelio presenta tres imágenes extrañas que no ayudan hoy en día a comprender el sentido del Adviento: el diluvio universal que es un mito bíblico, la muerte que irrumpe súbitamente, un ladrón que actúa por sorpresa. ¿Qué sentido tienen?
• Veámoslo de otra forma. Las tres imágenes suponen que la gente está ocupada en sus asuntos, empeñada en sacar adelante los afanes de todos los días, no da tiempo para pensar qué está sucediendo ni qué está uno haciendo.
• Pero, ¿de veras no hay tiempo para pensar qué estamos haciendo? ¿No hay modo de prestar atención a lo que está sucediendo? ¿Nos hemos acostumbrado a robos, extorsiones, asesinatos, masacres que ocurren casi todos los días en el país? ¿Nada nos intriga? ¿Nada nos sorprende?
• Estas preguntas conciernen a la propia vida y a la vida que compartimos en sociedad. En 1992 Francis Fukuyama publicó un libro: El fin de la historia. Se suponía que con nuestra forma de vivir en regímenes democráticos y con todo lo que tenemos al alcance de la mano en los centros comerciales, habían terminado las tensiones, las guerras, los gobiernos autoritarios.
• ¿Y qué ha sucedido? En las sociedades y en los países, la gente ha vuelto a cuestionar instituciones que se creían sólidas, como la democracia; han surgido nuevos gobiernos autoritarios e impositivos; líderes mundiales arbitrarios como Putin han desatado guerras o amenazado a otros países.
• ¿Por qué no tomar estos hechos, que no son mitos, para interrogarnos sobre lo que ocurre en nuestra historia y nuestra vida personal? ¿Acaso lo que ves en lo que te apasiona o te defrauda cuál es tu responsabilidad ante eso que está sucediendo ante tus narices? ¿No te parece que algo tendrías que hacer para evitar desastres?
• El tiempo litúrgico de Adviento quiere decir: «¡Despierta, sacúdete la modorra, abre los ojos, muévete!» La vida, la historia, tu libertad y la de los demás te llaman a tomar en tus manos no solo tu vida, también la de los demás, tu país, el mundo entero, en lo que a ti te concierne naturalmente: no eres el secretario general de la ONU ni el presidente de la república.
Lecturas: Isaías y Romanos
• Unos 730 años antes de Jesús, el profeta Isaías imaginaba una utopía: «De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra».
• Esa visión utópica atraviesa toda la historia de la humanidad hasta nuestros días y así seguirá después de nuestros tiempos. ¿Por qué la persistencia de esta utopía que hace honor a su nombre? «U-Topía» viene la expresión griega: Οὐ Τόπος (U Topos) que significa: No Lugar, es decir, una ilusión que no existe ni existirá en ninguna parte.
• Esa es la paradoja de nuestra vida y de la historia de la humanidad. Esa realidad sin lugar en este mundo, sí existen en el mundo de Dios: es Dios mismo, su vida que nuestra humanidad, cada quien, está llamada a compartir.
• Mientras peregrinamos en este mundo en camino hacia ese otro mundo, nuestra responsabilidad es hacer todo lo que podamos para que hay paz en nuestra tierra: «¡Felices quienes trabajan por la paz porque se llamarán hijos e hijas de Dios!» (Mt 5,9).
• San Pablo invita justamente a despertar del sueño, dejar la noche para vivir en pleno día, ser hijos e hijas de la luz, revestirse con las armas de la luz, que son las armas de la justicia, la verdad, la responsabilidad de lo que nos corresponde hacer para convivir en la justicia y la paz.
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Claves para la homilía: Julián Riquelme
• Contexto - Palestina, año 30: Jesús imaginaba la llegada del Reinado de Dios y el final de los tiempos como algo inminente, porque Él aceptaba en cierto modo la corriente apocalíptica. - Siria, año 80: Para la comunidad, la llegada del Reinado de Dios fue una realidad en la Muerte Pascual de Jesús, y la Segunda Venida se fue diluyendo porque veían que no se cumplía (cf. Mt 28,20).
• Sentido El Evangelio contiene una "Invitación a recibir a Cristo en nuestras vidas”. El Nazareno usa un lenguaje apocalíptico (= "revelación"), esto es, alimenta la esperanza de sus seguidores, en la persecución, a través de imágenes del Antiguo Testamento y de la vida, que no entienden los policías. En el texto se pueden distinguir tres partes:
• Tomar conciencia de nuestras posibilidades (24,37-39). La “Venida del Hijo del hombre” comenzó a ocurrir cuando Caifás obligó a Jesús a que dijera si era o no el Mesías. Su respuesta fue: “Tú lo has dicho” (Mt 23,63ª; cf. 26,63-66; cf. Sal 110,1; Dn 7,13). A partir de ese momento, Cristo inició su reinado en el cielo, en la tierra y en el abismo. En el Evangelio de hoy el Maestro habla a sus discípulos que antes del diluvio la gente se reía de Noé por la construcción del arca y permanecían cautivos en lo pragmático, en lo inmediato, en lo organizativo cotidiano: comer, beber y casarse; no se daban cuenta de que Dios siempre los había amado a ellos y a todos los seres humanos (Gn 6,5-9,17). De semejante manera, ahora ni Judea, ni Galilea, ni Samaría se percatan de que la entrega voluntaria de Jesús en su Pasión es el símbolo de que Dios Padre ama a todos los seres humanos. Lección: El Jesús histórico, viviendo a fondo su vida, desplegó todas las posibilidades encerradas en su experiencia humana que dan sentido a la vida, y propuso esta misma meta para todos.
• Cultivar la libertad desde nuestro interior (24,40-41). El Señor describe la vida laboral agrícola: Dos varones siembran y cosechan trigo en el campo, mientras dos mujeres muelen el grano para obtener harina y pan en su casa. La lección que quiere inculcar es que no basta con trabajar cotidianamente; se necesita algo más: recibir a Jesús como el Mesías, aceptar su persona de manera libre: “uno será llevado y el otro dejado…, una será llevada y la otra dejada” (24,40b.41b). Moraleja: El fallo está en vivir enredado en el consumismo. Para que haya encuentro en el Amor, tiene que haber libertad personal.
• Vivir la responsabilidad personal (24,42-44). La parábola del amo de casa vigilante pide propiciar el crecimiento y la madurez humana, porque la Presencia de Cristo en nuestras vidas no ha de ser temida, sino deseada. Él permite a cada persona y a todos los grupos, pasar de condiciones menos humanas a condiciones más humanas, y comunica la vida definitiva. Velar, vigilar y “estar siempre listos” es escuchar la Palabra de Dios, leer los signos de los tiempos, y disponerse para sentir las mociones del Espíritu Santo. Mensaje: “Hablar con Dios o de Dios” (Domingo de Guzmán). En cualquier momento puedo encontrarme con su Amor, y comunicarlo a los demás con obras y palabras.
Adviento I: Lunes (aquí)
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