EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 30º durante el año


Lecturas: Eclesiástico 35,15-17.20-22 / II Tim 4,6-8.16-18 / Lucas 18,9-14

Botón homilético: Francisco Quijano

• Esta parábola, propia de Lucas, es un díptico como la del pobre Lázaro y el rico epulón: un fariseo y un publicano se presentan a orar en el templo. En ambas el contraste es notable.

• Un rico materialmente satisfecho banquetea despreocupado de un mendigo a la puerta de su casa. Un fariseo espiritualmente satisfecho presume ante Dios sus prácticas religiosas y un recaudador de impuestos pide perdón a Dios.

• ¿Qué claves en común tienen estas parábolas? Una es el contraste de los dos cuadros del díptico, que llama la atención por escandaloso y provoca a cuestionarse. Otra es la inversión de situaciones: el rico acaba atormentado, el pobre glorificado; el fariseo se aferra a su vanagloria, el pecador es justificado por Dios.

• ¿Se necesitan otras llaves para abrir el arcano de estas parábolas? Sí, probablemente el contraste entre el rico y el pobre sea más visible y suscite reacciones espontáneas, personales y sociales, más definidas. Se cifran en las reacciones contra la desigualdad y la inequidad: la pobreza de millones y el derroche de pocos.

• El contraste entre el fariseo y el publicano es más profundo, toca a la hondura del alma y de nuestra condición humana. No es el contraste entre ricos y pobres, sino la escisión entre buenos y malos o, peor aún, entre pretendidamente buenos y el resto de los mortales.

• Una de las ambigüedades del pensamiento religioso de lo más insidiosa y nociva ha sido el dualismo: suponer que hay dos dioses, uno bueno y uno malo; suponer que esta escisión se extiende a toda la realidad: lo espiritual es bueno, lo material es malo.

• Traducida al orden moral de la conducta humana, esto significa que hay personas, sociedades, instituciones buenas y, lo contrario, todos los demás y todo lo demás es malo.

• Dividir así a la realidad –sea la creación, sean las sociedades, sean las personas– es una perversión del pensamiento. Esto campea en nuestros días en varias partes del mundo, en México entre las primeras, con el agravante de estar marcada por una monumental impostura.

• Otra llave de la parábola eres tú, auditor o lector de estas dos historias de Jesús. Las parábolas son un reflejo en el que entrevés tu imagen cuando abres su arcano con la llave de tu conciencia. ¿Quién eres tú, no ante los demás para presumir, sino ante Dios y tu conciencia?

 

Lecturas: Sirádice y II Timoteo

• Ben Sirá, el hijo de Sirá, fue un sabio judío que vivió unos doscientos años antes de Jesús. Sus pensamientos expresan la sabiduría decantada de la experiencia de la vida y de la historia de su pueblo. En estos dichos espigados de su obra observa cual es la real medida de las personas.

• Esta medida es Dios, a quien llama juez, pero no como le entendemos nosotros por referencia a sistemas humanos de justicia, que pueden caer en corrupciones o simple burocratismo, como sucede a todas luces en México. Sentencia acertada: «El Señor es un juez que no se deja impresionar por las apariencias».

• San Pablo no tiene empacho en confesar la integridad de su conducta ante Dios. Pero esta confesión no es un desplante farisaico. Él lo sabe, fue un fariseo de conducta estricta y juez implacable de quienes no lo eran, especialmente los seguidores de Jesús, a quienes consideraba corruptores de la fe judía.

• ¿Por qué él no se vanagloría ante Dios? Porque el Señor ha estado a su lado y le ha dado fuerzas, porque ha perseverado en la fe. Perseverar en la fe: en otras de sus cartas había escrito que todo depende de la fe: «Nosotros hemos creído en Cristo Jesús para ser justificados por la fe en Él» (Gal 2,16).

 

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Claves para la homilía: Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 30: La gente considera “buenos” a los fariseos, porque cumplen la Ley; y mira como “malos” a los publicanos, porque cobran el impuesto para los romanos, y a veces abusan de los sencillos para hacerse su sueldo. - Grecia, año 80: Una religiosidad, que se queda solo con el cumplimiento de la Ley, es esclavizante. Necesita humanizarse con la compasión y el amor al prójimo.

• Sentido La "parábola sobre la oración del fariseo y la del publicano" es un pasaje sapiencial e irónico, porque presenta como “malo” a quien la gente considera “bueno”; y como “bueno”, a quien el pueblo cataloga como “malo”. En el texto se pueden distinguir tres partes:

• Aclaración previa (18,9). La palabra “algunos” significa que no todos los cumplidores de la Ley, despreciaban a los demás. Siempre un “buen” cumplidor de la Ley es un modelo en todo grupo y sociedad…

• Parábola sobre dos actitudes en la oración (18,10-13). El fariseo y el publicano son dos imágenes o figuras de nosotros mismos, que, al hacer oración, se pueden dar en nuestro interior. Siempre tenemos algo de fariseo y algo de pecador. La percepción evaluativa de una u otra imagen, en cada uno de nosotros, puede llevarnos, algunas veces, a posturas fijas, y, otras veces, a actitudes oscilantes.

  a) ¿Cuáles son las características principales del fariseo? 1° Una imagen de Dios deudor (deformada), pues debe pagarle al ser humano por haber entregado el 10% de sus entradas al Templo, y por haberse portado bien, conforme a la Ley. 2° El orante es un ser humano soberbio, ciego, jactancioso, y con mucho desprecio a los demás. 3° Le falta la fe-confianza en Dios, porque confía principalmente en sí mismo. Lección: La tentación de pseudo ración farisaica la experimentan principalmente aquellos que en la Iglesia tienen más solera y representación: los responsables de la comunidad, los viejos cristianos, los que han luchado y sufrido por la fe.

  b) ¿Cuáles son las características principales del publicano? 1° Una imagen de Dios absolutamente gratuito, porque es rico en amor, compasión y misericordia. 2° El orante es un ser humano humilde, sincero y arrepentido, que no se siente mejor que los demás. 3° Manifiesta una absoluta fe-confianza en Dios, pues necesita de Él. Moraleja: La única oración que Dios acepta es la del publicano.

• Clave de la parábola (18,14). Dios no se queda en las apariencias. Él mira el corazón. No es que el publicano “se justifique”; solo Dios es el único que puede “justificar”, es decir, “dar Nueva Vida”. Sin embargo, el publicano, al descubrir lo malo en sí mismo, no se cree por encima de los demás, lo asume, y permite que la Vida de Dios germine desde su interior. La última frase “El que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”, es un principio orientador: El Amor de Dios desestima a los soberbios y aprecia a los humildes, porque quiere relaciones simétricas, igualitarias, entre los seres humanos. Mensaje: A la reunión cristiana no vamos para justificarnos o vanagloriarnos, sino para ser justificados y dar gloria a Dios en la aceptación y comprensión de los hermanos.

Semana XXX: San Rafael Guízar y Valencia (aquí)