Lecturas: Hechos 5,12-16 / Apocalipsis 1,9-13.17-19; Juan 20,19-31
• «¡Felices quienes creen sin haber visto!» Estas son las últimas palabras de Jesús en el Evangelio de Juan (sin el capítulo 21). ¿Qué quiere decir esta declaración de dicha? ¿Será que la fe es una adhesión ciega a unos hechos ficticios o a unas ideas?
• Vivimos tiempos de adhesión ciega a creencias, ideologías, visiones miopes, a personajes públicos impresentables, a otros datos, a concepciones estrafalarias. Hay más comunicación y más confusión, menos sentido crítico y menos pluralidad de pensamiento.
• La fe cristiana no es una adhesión ciega a una particular idea: es una visión de la plenitud de vida a la que estamos llamados en virtud de unos acontecimientos y una persona: Jesús muestra sus heridas a los discípulos para garantizar esta visión. Ellos las ven pero su fe es más de lo que ven.
• Juan dice de su Evangelio: «Fue escrito para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo tengan Vida en su nombre». Las heridas de Jesús nos sanan de la violencia a la que conducen pensamientos y convicciones que aniquilan a los demás.
• Al colocar los granos de incienso en el cirio pascual, se dice: «Por sus santas llagas gloriosas, nos proteja y nos guarde Jesucristo nuestro Señor. Amén». Los primeros cristianos cantaban: «Cristo cargó nuestros pecados en su cuerpo llevándolos a la cruz, / para que muertos al pecado, vivamos para la justicia. / ¡Sus heridas nos han sanado!» (I Pe 2,24).
• El primer fruto de la resurrección de Cristo es el don de la paz y del Espíritu. Por este don accedemos a la dimensión ilimitada de su vida divina y quedan sanadas nuestras heridas y nuestros crímenes. La felicidad que Jesús resucitado declara para quienes creen es la felicidad de la dicha inmensa de Dios.
Lectura del Apocalipsis
• El Vidente de la Revelación última dice que cayó en éxtasis y tuvo una visión de un Hijo de hombre que le hizo caer como muerto. «Y él, poniendo la mano sobre mí dijo: ―No temas. Yo soy el Primero y el Último, el que vive; estuve muerto y ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte y el Abismo».
• Esa fue la visión del Vidente. A quien contempló es Jesús, el Señor Resucitado que vive para siempre. ¿Cómo contemplamos nosotros a ese Jesús y cómo está él en medio de nosotros? El relato evangélico señala los signos de su presencia:
• Agua. Sangre. Aliento. Perdón. Comunidad. Tenemos estos signos a la mano para encontrarnos con Jesús Resucitado: Bautismo. Eucaristía. Reconciliación. Comunión. Y el Espíritu Santo que está presente en todo ello.
• Mármol románico del siglo X: Moisés y Tomás
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Claves para la homilía: Julián Riquelme
• Contexto - Palestina, año 30: Los líderes religiosos de Israel crucificaron a Jesús, e intentan acabar con sus seguidores. Por eso, “las puertas están cerradas por temor a los judíos” (cf. Jn 20,19 y 26). - Jerusalén, año 100: Después de muchas dificultades, vacilaciones y dudas, los discípulos experimentaron que Jesús seguía vivo, y, además, les estaba comunicando a ellos su misma Vida. Éste es el mensaje de Pascua.
• Sentido El texto sagrado habla de dos apariciones de Cristo a los discípulos (Jn 20,19-29), y agrega la primera conclusión del Cuarto Evangelio (Jn 20,30-31). El género literario es el de las “apariciones”, que es un intento por comunicar con imágenes vivas la experiencia pascual; esa vivencia fue fruto de un proceso interior, en el que tuvo mucho que ver las reuniones de los discípulos. En el escrito se pueden distinguir, entre otros, los siguientes elementos:
• Jesús se interesa por su comunidad (20,19-23). Vuelve a los suyos en la situación de la vida real; sale al encuentro de manera inesperada y los saluda. Como Resucitado les comunica regalos para la misión: El don del Espíritu Santo, que capacita para formar nuevas comunidades y anunciar la resurrección; la paz, entendida como armonía con el Dios de Jesucristo, con los seres humanos, y con la naturaleza; el perdón y la superación de todo lo que impida lograr nuestra plenitud, como los temores, los errores y los desaciertos. Lección: Creer en el Resucitado produce en nosotros una gran transformación: invita a cambiar nuestra experiencia, nuestros horizontes y nuestras actitudes.
• La historia de Tomás (20,24-29). Este discípulo muestra su incredulidad: No le cabe en la cabeza que el Mesías se manifieste en la entrega del Crucificado. Jesús se hace presente de nuevo y concede la señal pedida por Tomás, no aisladamente, sino en comunidad. Sin embargo, cuando él se encuentra con el Amor gratuito de Cristo, brota desde su interior esta confesión, que contiene nuestra fe común: “¡Señor mío y Dios mío!”. El proceso de fe de Tomás, es símbolo y modelo de la verdadera actitud de fe. Moraleja: Nosotros y los creyentes del porvenir no estamos en situación de inferioridad respecto a los primeros testigos de la Resurrección.
• Los otros signos (20,30-31). Es la primera anotación final del Evangelio de Juan. El objetivo de esta obra es la fe en Cristo, que da Nueva Vida: Como Jesús, se puede resucitar antes de morir, si practicamos el Amor al prójimo (cf. Jn 13,34). Mensaje: Si descubrimos los “muchos otros signos”, que Jesús realiza en nuestra propia existencia y en el mundo contemporáneo, crecerá la fe en Él, y recibiremos de Él la comunicación de la Vida Definitiva.
• Relive del claustro de la Abadía de Santo Domingo de Silos
Semana II de Pascua - Lunes (aquí)
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