Lecturas: Jeremías 33,14-16 / Salmo 24,4.5.8.10-14 / I Tesalonicenses 3,12-4,2 / Lucas 21,25-28.34-36
Botón homilético – Francisco Quijano
• El Evangelio termina con estas palabras: «Comparecer seguros ante el Hijo del Hombre». ¿Es algo de temer? ¿Qué sentido tienen estas palabras?
• El escenario apocalíptico de la manifestación con poder y gloria del Hijo del Hombre provoca extrañeza, quizá temor. ¿Ocurrirán las catástrofes que anuncia el Evangelio? ¿Dónde, cuándo, cómo?
• ¿Habrá una manifestación de Cristo glorioso? ¿Cómo será? ¿Cuándo? ¿Al final de los tiempos? ¿Podemos prever esos tiempos de angustia? «¡Estén alerta! ¡Velen!» A eso nos conmina el Evangelio.
• Cambiemos el escenario. Dice Pablo a Timoteo: «En presencia de Dios, que da vida a todo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con su noble confesión, te encargo que conserves el mandato sin mancha ni tacha, hasta que aparezca nuestro Señor Jesucristo» (I Tim 6,13-14).
• Jesús compareció ante Pilato para dar testimonio del Dios de la vida. Ese fue el Evangelio de la Fiesta de Cristo Rey el domingo pasado.
• La comparecencia de Jesús ante la autoridad romana que dispuso de su vida y ante quienes pedían su muerte, es un acto en favor nuestro: por su muerte, nosotros tenemos vida.
• Pablo nos lo dice ahora: «El Señor les conceda crecer cada vez más en el amor mutuo, y fortalezca sus corazones para que puedan presentarse santos e inmaculados ante Dios, nuestro Padre, cuando venga nuestro Señor Jesús en compañía de todos sus santos».
• Este Domingo primero de Adviento nos presenta, con imágenes apocalípticas y simbólicas, un misterio que es fuente de esperanza: nuestro destino último no es un simple hecho más en el devenir el universo, no es como una hoja seca que cae en un arroyo y se pierde.
• Nuestro destino es comparecer ante Dios, Creador de todo lo que existe, Padre que da vida eterna, para ser glorificados con Cristo, vencedor del pecado y de la muerte. Este es el testimonio que hemos de dar.
• «Estén siempre dispuestos a dar respuesta a quien les pida dar razón de su esperanza», dice Pedro en su Primera Carta (3,15) a los seguidores de Jesús, para animarlos a comparecer ante los demás en la sociedad de aquel tiempo.
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Claves para la homilía – Julián Riquelme
• Contexto - Palestina, año 30: Desde que fue discípulo del Bautista, Jesús utiliza en parte el lenguaje apocalíptico y escatológico, y se refiere al Reinado de Dios como algo presente y por venir a la vez. - Grecia, año 80: Las primeras comunidades cristianas vivieron en la contradicción de una escatología realizada y una escatología por venir: “Ya”, porque experimentaban la presencia de Jesús; “pero todavía no”, porque los gentiles aún no se habían convertido al Evangelio.
• Sentido El Evangelio trata de la “Venida o manifestación del Mesías”. El lenguaje es apocalíptico para alimentar la esperanza de los seguidores de Jesús, en situaciones de crisis y de persecución; este lenguaje usa imágenes de Antiguo Testamento, que solo los perdeguidos pueden entender, pero no la policía del imperio romano. El texto contiene tres ejes:
• Manifestación del Hijo del hombre (21,25-27). Para indicar que Dios ya se está manifestando se recurre a las señales en el sol la luna y las estrellas, en la tierra a la angustia de los pueblos y al rugido del mar (cf. Sal 64,8s). En la Pascua de Jesús, en su pasión, muerte y resurrección se están confrontando dos proyectos sobre el Mesías: el de los hombres y el de Dios. Ganará el del Señor. Cristo utiliza aquí una frase similar a la que usa ante el Sanedrín, cuando es interrogado sobre su mesianismo por los dirigentes religiosos: “En adelante, el Hijo del hombre se sentará a la diestra de Dios todopoderoso” (Lc 22,69; cf. Sal 109,1). Lección El Señor desea que sus discípulos lo reconozcan como Mesías en los sufrimientos de su pasión: la gran presencia de Dios se ofrece en la Pascua de Cristo, en Jesús sufriente y sencillo (cf. Dn 7,13-14; Is 52,13-53,12).
• Llamado a levantar el ánimo (21,28). El Nazareno invita a dejar de lado el cansancio, la apatía y la decepción. Con su vida, muerte y resurrección se inicia definitivamente la liberación de todos los seres humanos. Moraleja: Es responsabilidad de los seguidores de Cristo anunciar el Evangelio al mundo entero.
• Invitación a la vigilancia (21,34-36). Se subraya tres aspectos: a) Actitud (21,34). Para que Cristo amanezca en nuestra propia vida, quien le siga ha de actuar no como el rico insensato (12,19), sino como el servidor fiel, que espera el regreso de su señor en cualquier momento (12,37). b) Trampa (21,35). La palabra “trampa” no está tomada aquí en sentido negativo como “engañar” o “dañar”, sino en el sentido de Prov 12,13: “En la transgresión de sus labios se enreda el malvado, pero el justo escapará del apuro” (Lenguaje apocalíptico, Ap 6,17). Todos tienen la capacidad de ser justos, porque Dios Padre los ama y el Señor Jesús entregó la vida por amor a todos. c) Encuentro (21,36). Se exige una actitud adecuada, basada principalmente en la vigilancia y en la oración, para encontrarnos personalmente con el Señor Jesús y para preocuparnos de que todo el mundo se encuentre felizmente con Él. Mensaje: Si el encuentro personal, familiar o comunitario con Cristo no se produce, es porque estamos dormidos o con la atención puesta en otra parte.
Semana I de Adviento – Lunes (aquí)
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