EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 28º durante el año


Lecturas: Sabiduría 7,7-11 / Salmo 89,12-17 / Hebreos 4,12-13 / Marcos 10, 17-30

Botón homilético – Francisco Quijano

• El hombre corre, se arrodilla, pregunta: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer?» Desde joven cumple los mandamientos: no mata, no comete adulterio, no roba, no miente, no defrauda, honra a su padre y a su madre.

• Lo tiene todo. Posee riquezas que son signo de la bendición de Dios. Es joven, bueno, cumplidor. Lo quieren, tiene buen nombre. Jesús lo mira con amor.

• De pronto una palabra abre un nuevo horizonte: «Una cosa te falta: Ve, vende lo que tienes, dalo a los pobres, tendrás un tesoro en el cielo, luego sígueme».

• «La palabra de Dios es viva, eficaz, más penetrante que espada de dos filos… pone al descubierto los más secretos pensamientos e intenciones», dice la Carta a los Hebreos.

• Este episodio es una parábola en acción, una ventana que se abre sobre mi vida, mis logros y mis bienes, mis deseos e inquietudes. ¿Qué veo a través de esta ventana?

• Se abre sobre ese horizonte en el que se juega lo que somos y nuestro destino: la aventura impredecible de la gratuidad.

• Una respuesta personal posible más allá de mis logros es la paradoja de ganar perdiendo. Se trata de un cambio de perspectiva en lo que he logrado y lo que tengo.

• «Supliqué y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría; la preferí a los cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en comparación con ella», dice un sabio judío del primero antes de Cristo.

• Seguir a Jesús es aprender qué es en verdad lo bueno, quién es bueno de verdad. ¿Es posible este cambio? No dice Jesús, por tus propias fuerzas. Sí, confiando en la gracia de Dios.

 

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Claves para la homilía – Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 30: Muchos dirigentes judíos piensan que la riqueza es señal de bendición y premio por el cumplimiento de la Ley; además, consideran la pobreza como un signo del abandono y de la maldición de Dios. - Roma, año 70: Seguir a Jesús, en medio de la persecución, y a la vez buscar la seguridad en posesiones externas, no conduce al bien de los seres humanos, sino a un gran fracaso.

• Sentido El tema del Evangelio es “el seguimiento de Jesús y las riquezas”. En él se pueden detectar estos aspectos:

• El joven avaro (10,17-22). Solo Dios es absolutamente bueno; Jesús se considera como un ser humano, corriente, normal. El joven es al mismo tiempo de buena intención, pero avaro y codicioso. Los mandamientos que Cristo le recuerda, son los de la segunda tabla, es decir, los que se refieren al prójimo, no los que se refieren directamente a Dios. Esta enseñanza es exclusiva de Jesús. Para cualquier judío, los mandamientos importantes eran los de la primera tabla. “Solo te falta una cosa”: Al joven le falta seguir a Cristo, que es más que cumplir unos mandamientos; es buscar la plenitud personal y la de todos los seres humanos. El muchacho desea superarse, pero su corazón está demasiado amarrado. Le cuesta liberarse de las seguridades externas. El desenlace del encuentro es triste. Lección: El ideal de ser ricos cuesta sacrificio a muchos. Si se acepta la mirada del Señor, cambia nuestra vida: comenzamos a compartirnos nosotros mismos, como Jesús, y nuestra práctica permite que los pobres empiecen a ponerse de pie.

• El peligro de las riquezas (10,23-27). “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”: Las riquezas en sí no son buenas ni son malas. Ojalá todos tuviéramos lo necesario para vivir. Lo que impide alcanzar una meta verdaderamente humana, es la búsqueda de seguridad en la obtención de riquezas, o en el cumplimiento de la Ley. Ante lo que dice Jesús, los discípulos se sorprenden: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?” (gr. “sôthênai” = subsistir): Se preguntan: ¿Quién podrá mantener una vida verdaderamente humana, si se opta por una vida sencilla y se abandona el ideal de ser ricos? Así cobra sentido la respuesta del Maestro: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios”. Mensaje: Cuando las riquezas se convierten en un absoluto, y no se usan para que todos compartan la vida, ellas pasan a ser un impedimento para la humanización: incapacitan para oír la Palabra de Cristo y el clamor de los pobres.

Semana XXVIII – Lunes (aquí)