TESTIGOS DE CRISTO

Fr. Timothy Radcliffe OP: Predicar con arrojo


Timothy Radcliffe nació el 22 de agosto de 1945 en una familia católica en Londres. Ingresó a la Orden Dominicana en 1965 y fue ordenado sacerdote en 1971. En la década de 1970, participó en la capellanía católica del oeste de Londres. Enseñó Sagrada Escritura en Blackfiriars Hall, Oxford. Fue elegido prior provincial de la Provincia Dominicana de Inglaterra y Escosia en 1988, y en 1992 fue elegido Maestro de la Orden Dominicana, puesto que ocupó hasta 2001.

Al terminar su mandato de nueve años como Maestro de la Orden, Timothy se ha dedicado a dar conferencias y retiros al rededor del mundo sobre temas teólogicos de actualidad. Gran parte de estas charlas han sido publicadas en numeros libros, entre ellos uno que obtuvo el Premio Michael Ramsey el año 2007: What is the Point of Being a Christian? En 2015 fue nombrado consultor del Pontificio Consejo Justicia y Paz. Publicamos una de sus Homilías sobre el Parábola de los talentos en San Mateo 25,14-30).

 

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Llamados a hacer y a ser

Esta parábola se lee a menudo como una exhortación a usar nuestros talentos. Como quiera que la palabra «talento» acabó por significar a principios del siglo XV un don especial en vez de una moneda justo por efecto de esta parábola. Entonces, si tienes «talento» para la jardinería, para escribir y además eres una persona católica devota, puedes quizá convencerte de que debes usar tus talentos para publicar, digamos, unos artículos sobre jardines en el Catholic Herald.

Sin embargo, esta interpretación comienza por el aspecto equivocado. Empieza conmigo, con mis dones. Lo cual es una forma egocéntrica de leer el Evangelio que cuadra bien con la espiritualidad del «Yo» que está de moda: una espiritualidad de autopromoción.

Cuando un talentoso joven actor y dramaturgo polaco llamado Karol Wojtyła decidió probar su vocación al sacerdocio, sus amigos quisieron disuadirlo con esta parábola de talentos. Le dijeron que iba a esconder su lámpara bajo un cuartillo si abandonaba el teatro. Pero Karol no empezó pensando en sus dones sino en lo que Dios le invitaba a hacer y a ser, en lo urgente de ese momento, y decidió entrar al seminario. Siendo ya el Papa Juan Pablo II todas sus destrezas teatrales encontraron una realización que jamás habría podido imaginar.

De modo que lo primero es abrir los ojos ante lo que estamos llamados a hacer. San Pablo dice que debemos «mantenernos vigilantes y no seguir durmiendo». Una de las formas de quedarse dormido es quedar atrapado en la introspección, la autorrealización, en vez de escuchar el llanto de mi vecino y las exigencias del Reino. El servidor perezoso no habría podido evitar el castigo argumentando que carecía de talento para los negocios. Lo que se le pedía era usar sus talentos. Y justo al responder es como podemos descubrir talentos que jamás habríamos imaginado tener.

Vean cómo el amo les dice exactamente las mismas palabras a los dos servidores que usaron bien sus talentos, a pesar de que uno ganó cinco talentos y el otro solo dos. No hace ninguna comparación. Si estamos siempre obsesionados en compararnos con otras personas, vamos a estar menos atentos a los gritos de quienes nos necesitan. Si comparo siempre mis destrezas de nadador, o mis ingresos, con lo que tiene otra persona, lo más probable es que no escuche los gritos de la quien se está ahogando o el clamor de los pobres.

El señor invita a sus servidores a entrar en su felicidad. Si uno está obsesionado en medirse por comparación con los demás, no será capaz de podrá disfrutar la propia felicidad, sino que vivirá atrapado en una inseguridad mezquina.

En fin, no somos de por sí la persona mejor situada para juzgar cuáles son nuestros talentos más útiles. La «esposa perfecta» en la lectura de Proverbios es alabada «en las puertas de la ciudad». Allí era donde los varones se reunían para conversar y tomar decisiones en común. ¡Y las mujeres a no dudar se reunirían en otra parte y tomarían sus propias decisiones sobre lo que de verdad iría a suceder! El asunto clave en todo caso era que la comunidad discernía los dones de las mujeres, su destreza para administrar el hogar, su caridad para con los pobres.

A veces la comunidad acierta en ver lo que podemos hacer mucho mejor que uno mismo.

Este es claramente el caso de la vida religiosa. Algún fraile no tiene necesariamente razón al pensar que dispone de los dones para ser un segundo Tomás de Aquino. Quizá la comunidad vea que en realidad está mejor dotado para una tarea menos glamorosa, como la de prior o ecónomo. Yo puedo tener mi opinión, pero mediante una conversación en la familia, en el trabajo o en la comunidad eclesial, es como voy a descubrir qué es lo que estoy llamado a hacer y a ser.

Por eso, hemos de atrevernos a abrir nuestros oídos al Señor que nos llama y a las personas que nos rodean. ¿De qué forma me llama Dios a amarlo a él y a mi prójimo como a mí mismo? Si tengo el arrojo de hacer eso, aunque parezca que los desafíos me superan, puede resultar que yo tenga dones que nunca imaginé tener.