EVANGELIO DOMINICAL

Asunción de la Santísima Virgen María


Lecturas: Apocalipsis 11,19; 12,1-6 / Salmo 44, 10-12.15-16 / I Corintios 15,20-27 / Lucas 1,39-56

Botón homilético – Francisco Quijano

 • Dos escenas componen este episodio del evangelio. Una familiar: el encuentro y el saludo de las dos mujeres embarazadas. Otra: el Magníficat, que es una expresión épica y lírica de las obras de Dios en la historia y en María.

 • Esta expresión tiene, además, en el Apocalipsis una proyección con imágenes de carácter mítico sobre el sentido último de la historia de la humanidad: el triunfo del bien y la vida sobre el mal y la muerte.

 • ¿Qué podrían decir la Asunción de María y estas dos escenas bíblicas en una época en que vivimos la exaltación del cuerpo humano?

 • No es la primera vez en la historia en que encontramos esta exaltación del cuerpo. En todas las culturas hay obras de arte, esculturas, frescos, pinturas, dramas, comedias, películas, que muestran belleza del cuerpo.

 • Hoy se vive particularmente el cultivo de la imagen en anuncios comerciales, pasarelas de moda, ciencia de la nutrición, ejercicio físico, deporte, figuras hermosas. ¿Qué hay detrás de las bellas imágenes del pasado y de las actuales? ¿Qué se puede vislumbrar?

 • Con nuestros ojos no podemos adivinar casi nada más allá de lo que se ve. ¿Qué sentimientos, pensamientos, deseos animaron a figuras humanas tan hermosas? ¿Qué emociones, vivencias, desafíos, fracasos, derrotas se registran en esos cuerpos bellos que vemos por fuera?

 • El Evangelio pone ante nuestros ojos una escena familiar en la que podemos contemplar lo que hay en el encuentro, el saludo y el júbilo de dos mujeres. Es el don de la vida, los dos hijos que llevan en el vientre Isabel y María. Es la historia en gestación de esas criaturas.

 • La magnífica escena triunfal del Apocalipsis: «Apareció en el cielo un gran signo, una Mujer revestida de sol», tiene en contra partida una escena amenazante: «Apareció en el cielo otro signo, un enorme Dragón rojo como el fuego».

 • En estas escenas, una familiar, otra épica, se presenta, no solo la historia de dos niños y sus madres, también toda la historia de cada criatura humana que ha recibido y recibirá el don de la vida.

 • Nuestra historia, la de cada uno, es como la gestación de una criatura en la matriz. Es una historia que lleva en su seno el don de la vida que viene de Dios. Un don que está amenazado por la muerte, como la violencia en la historia de cuenta de ello.

 • María sufrió la muerte, como Jesús su hijo. En su exaltación celestial, María está preñada de todos los que aún vivimos en gestación de vida eterna, amenazados por la muerte.

 • Al celebrar la Asunción de María, acogemos el don de la vida que viene de Dios, una vida de resurrección que aniquiló al último enemigo: la muerte.

 • Las obras de arte que expresan la belleza del cuerpo humano son un signo de la integridad de la criatura humana, cuerpo y alma, creada a semejanza de Dios, varón y hembra.

 • Nuestra naturaleza corporal y espiritual ha sido redimida para siempre por la victoria de Dios sobre la muerte. La escena de las dos mujeres embarazadas al comienzo de la historia de Jesús y de Juan se consuma en la escena triunfal de la Mujer embarazada de toda la humanidad que vence a la muerte: María Asunta al Cielo.

 • Es significativo que el dogma de la Asunción haya sido proclamado por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950, a mitad del siglo en el cual, por guerras, genocidios, hambrunas, purgas, hambre se ha destrozado cuerpos humanos como en ninguna otra época. La Asunción de María es el No de Dios a esta perversidad de nuestra historia.

 •  Tres sonetos A loor de la Asunción de María por Gerardo Diego (aquí)

 

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Claves para la homilía – Julián Riquelme

Contexto - Palestina, año 1: Probablemente el Bautista y Jesús no se conocieron ni en su infancia ni en su juventud, porque cuando son adultos, nada se dice sobre un supuesto parentesco entre ellos. Es más: El Bautista afirma que no conocía a Jesús (Jn 1,31.33). - Grecia, año 80: Como los seguidores del Bautista y los de Jesús no están totalmente unidos (Hch 19,1-7), Lucas crea un relato, en el que María visita a Isabel, y ambos niños se encuentren en el vientre de sus respectivas madres. Su mensaje es claro: Jesús es el Mesías, y Juan es su inmediato Precursor.

• Sentido El Evangelio de la “Visitación de la Virgen María” se puede dividir así:

• El Bautista salta de alegría en el vientre de su madre (1,39-41a). María se levanta y va a casa de Zacarías e Isabel. Y, al estar estrechamente unida a Cristo, ella beneficia a otras personas, con su presencia y su saludo: propicia el encuentro entre Jesús y Juan Bautista. Es el único encuentro entre ambos en el Evangelio de Lucas. Por eso, el Precursor, antes de nacer, “saltó de alegría” en el vientre de su madre. De esta manera, Juan, antes de nacer, da testimonio de Cristo como superior a él, y Juan queda como inferior y subordinado. Jesús, ya desde el vientre de su madre, empieza su misión: Llevar a otros a descubrir los caminos, que conducen a la plenitud humana, y a la alegría de la experiencia de Dios. María colabora con Jesús.

• Isabel manifiesta su experiencia en este encuentro (1,41b-44). La madre del Precursor, “llena del Espíritu Santo”, exclama admirada: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre!”. Y, desde la fe, agradece: “¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?”, con lo cual ella también reconoce que el hijo de María es infinitamente superior al suyo. Todo personaje que conozcamos en nuestra vida, por grandioso que sea, siempre será inferior a Jesús; y cualquier palabra, mensaje o propuesta, que encontremos, si humaniza, acerca a Cristo.

• La Madre del Precursor felicita la fe de María (1,45). María, la Madre de Jesús, creyó en Él como el Mesías (Hch 1,14), por eso recibe aquí esta bienaventuranza: “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. Según el relato de la Visitación, María se volvió a Nazaret justo antes de que naciera Juan, cuando Isabel más la necesitaba; o sea que ella solo fue donde Zacarías e Isabel, para que quedara en claro quién era el Mesías. María tiene una dignidad especial, como lo reconoce Isabel, porque es la “madre de mi Señor” (Lc 1,43). Nosotros también somos invitados a crecer en la fe, es decir, a cultivar la confianza sin límites en Dios, que siempre quiere lo mejor para los seres humanos. María es un arquetipo y modelo de nuestra fe.

Semana XX - Lunes (aquí)