ARTE, POEMAS E IMÁGENES

Oda XVIII en la Ascensión / Jerusalén está en fiesta
Fray Luis de Léon y Padre Esteban Gumucio

¿Y dejas, Pastor santo,              
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto,
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos crïados,
de Ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

 Aqueste mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto

al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡Ay!, nube envidïosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!

 

 

Esta Oda XVIII En la Ascensión de fray Luis de León (1527-1591), poeta, escritor y teólogo agustino, está compuesta liras, que son estrofas de versos heptasílabos y endecasílabos, con rima ababb.

Hay en ella imágenes y evocaciones bíblicas: el pastor que guía a las ovejas por valles hondos y oscuros (Salmo 23); el parto y la crianza materna (Jn 16,21); la tristeza de la partida (Juan 16,16.19-20); la zozobra de la barca amenazada por la tempestad (Mc 5,35-41); la nube que envuelve a Cristo ascendente y la añoranza por su partida (Hechos 1,9-10).

El poema está construido en una inclusión: Y dejas... nos dejas, versos primero y último. El sentido, que es una nostalgia vertida en tonos líricos, está contenido igualmente en el verbo dejar: abandonas a tu grey... nos dejas abandonados. Todo el poema es desolación. Las preguntas que lo atraviesan no son retórica vana: son la forma literaria que se ajusta al tono lírico de nostalgia y desolación.

Hay un crescendo en la expresión del sentimiento que embarga a la voz que habla en el poema. En la primera estrofa, soledad y llanto en este valle oscuro de la tierra. La segunda acentúa el abandono con la imagen de la distancia afectiva de una madre que desteta a su criatura. En la tercera estrofa la distancia pasa a ser ausencia de la persona amada a quien ya no se la ve ni se la escucha. La imagen de la barca a merced de la tempestad en la cuarta estrofa acentúa el dramatismo del abandono y la desolación. La quinta es la coda del crescendo lírico: el pastor amado queda sustraído del alcance de su grey abandonada en contraste con la nube que lo envuelve y oculta.

Esta Oda puede leerse como una glosa lírica de estos versículos del relato de Lucas en los Hechos (1,9.12): «Los apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de su vista...» «Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús, que les ha sido quitado y elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir».

 

 

Aleluya, aleluya,                                           
Cristo sube a las alturas.
Aleluya, aleluya,
el Señor entra en su mansión.

Jerusalén está en fiesta,
canta la esposa del Rey;
alzan todos sus coronas,
felices cantando: "Amén".
Hoy brillan sus cinco llagas,
más puras que el mismo sol.
Cantan de gozo los mártires,
por el triunfo del Señor.

Ábranse puertas eternas,
ábranse de par en par,
canta el coro de los santos
batiendo palmas de paz.
Hoy entra Rey a los cielos,
el siervo que aquí sufrió.
Los ángeles lo reciben,
llévanlo al trono de Dios.

Pasan las penas del mundo,
llega la hora de Dios,
los que fueron despreciados
reciben su galardón.
Felices son los humildes
y los que buscan la paz,
felices los perseguidos
porque con Él reinarán.

 

En contraste con la Oda, las Coplas Jerusalén está en fiesta del padre Esteban Gumucio (1914-2001), sacerdote chileno de la Congregación de los Sagrados Corazones, poeta y escritor igualmente, siervo de Dios en proceso de beatificación, celebra el gozo culminante de la resurrección y glorificación del Señor Jesús y la nuestra. Los cantos de alabanza y las imágenes festivas del Apocalipsis inspiran estas coplas de carácter popular. 

Esta perspectiva se ajusta mejor al sentido teológico de esta celebración pascual previa a Pentecostés. Corresponde a uno de los Sermones sobre la Ascensión del Papa san León Magno (390-461) que comienza así:

«Al igual que en la solemnidad de la Pascua la resurrección del Señor fue para nosotros causa de alegría, así también ahora su ascensión al cielo nos es un nuevo motivo de gozo, al recordar y celebrar litúrgicamente el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza fue elevada, en Cristo, por encima de todos los ejércitos celestiales, de todas las categorías de ángeles, de toda la sublimidad de las potestades, hasta compartir el trono de Dios Padre.

«Hemos sido establecidos y edificados por este modo de obrar divino, para que la gracia de Dios se manifieste más admirablemente, y así, a pesar de haber sido apartada de la vista de los hombres la presencia visible del Señor, por la cual se alimentaba el respeto de ellos hacia él, la fe se mantuviera firme, as esperanza inconmovible y el amor encendido».