PALABRA DEL MES

¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!
— por Francisco Quijano

«Vayamos a otra parte, a predicar en las poblaciones vecinas, porque para eso he venido». «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!». Dos consignas, una de Jesús, otra de Pablo, que tienen un carácter de urgencia.

La prestigiosa revista inglesa The Economist señaló varios cambios que dejará la pandemia. Estos son algunos:
- El trabajo a distancia llegó para quedarse.
- El turismo de trabajo (congresos, convenciones) casi desaparecerá.
- Lo repetitivo se volverá virtual: iglesias, museos, gimnasios, cines, entretenimiento.
- La educación: estudiar off-line y on-line será lo normal.
- Las consultas médicas a distancia serán habituales.
- La gente replanteará sus metas de trabajo, salud, dinero, espiritualidad.

Se podrá discutir si habrá o no estos cambios y cómo serán. Lo cierto es que algo va a suceder. Es más, ya sucediendo de tiempo atrás. Sobre ello quiero abundar.

En distintos países hay un malestar sordo que se ha amparado de poblaciones enteras: Chile, México, Brasil, Venezuela, Reino Unido, Estados Unidos, Turquía, Rusia, Myanmar...

No pienso en gobiernos, políticos, élites, clérigos. Pienso en ciudadanos de a pie, en estados de ánimo, actitudes, reacciones, vaivenes de pensamiento, tendencias, ondas, troles, bots...

Pongo nombres: actitudes fanáticas, reacciones polarizadas, adhesión a embustes, propagación de mentiras, difusión de conspiraciones, exaltación del autoritarismo, indiferencia ante sucesos atroces, comodidad y frivolidad, ausencia de compromiso, desentenderse de la sociedad, vivir en el limbo...

Advierto sucesos que llaman a responsabilidad. Un proceso constituyente, unas elecciones en Chile. Elecciones también en México. Sanar el tejido social en un país que ha sido espectáculo mundial grotesco en días recientes. Reconstruir países desechos por malos gobiernos y otras causas. Todo ello es responsabilidad también de ciudadanos de a pie.

Ante esto y más, hay que las consignas de Jesús y de Pablo tiene algo que decirnos:

Vamos a hacer aquello para lo cual hemos sido enviados al mundo. Ay de mí si no hiciera lo que tengo que hace por el mundo en que vivo.

Si de predicar se trata, ay de mí si no voy a otras partes, si vivo en la nostalgia de lo que fue (galpón lleno, coro, misa dominical...).

Ay de mí si pienso no pienso en iglesias puertas afuera, si añoro iglesias puertas adentro.

Ay de mí si no descubro el evangelio de la verdad en un mundo de posverdad.

Ay de mí si no lo verdadero, honesto y recto no me libera de embustes y mentiras.

Ay de mí si no tengo decisión y arrojo para sentar las bases de una sociedad solidaria.

Ay de mí si no salgo de mi burbuja de colores para hacerme cargo de la sociedad en que vivo.

Ay de mí si no pongo entereza, esfuerzo, dedicación y tiempo por el bien del país en el que vivo.

Ay de mí por tantas cosas necesarias para la convivencia que relego por temores, desprecio, comodidad, indiferencia.

Porque vamos a hacer aquello para lo cual hemos venido a este mundo.

Vamos descubrir y anunciar el don de la vida en esta pandemia.

Vamos a buscar caminos para que la salud sea el bien más valioso que es preciso procurar y cuidar en la sociedad.

Vamos a instrumentar una economía desde los de abajo que la sustentan: trabajo doméstico, autoempleo, pymes...

Vamos a exigir y monitorear que gobiernos, empresas, políticos, gente de negocios den cuenta de su administración y erradiquen la corrupción.

Vamos reclamar a los gobiernos que cumplan con la más exclusiva e rrenunciable de sus competencias: seguridad contra el crimen, erradicación de la impunidad, paz social.

Vamos a hacer esto porque somos parte de esta humanidad y de las sociedades en que vivimos

Vamos a hacer esto porque ser humano no es un privilegio que se disfruta a costa de los demás, sino obligación de hacerse todo para todos.