Andrés Antonio García Acosta, campesino majorero nacido el 10 de enero de 1800 en Fuerteventura, Islas Canarias, bautizado y criado dentro de la fe católica tradicional, en el contexto de una más que centenaria influencia franciscana local. Luego de alguna instrucción primaria fue labriego y pastor de ganado menor; además por la distancia de los servicios asistenciales desde niño tuvo que aprender a conocer de enfermedades y plantas medicinales. A la muerte de su madre en 1832 migró a Montevideo, Uruguay, buscando una mejor vida, donde luego de realizar distintos trabajos civiles menores ingresó a la Orden Franciscana en 1835 como hermano donado limosnero y portero. La inestabilidad política y los enfrentamientos militares ocurridos en esos años llevaron a las autoridades a decretar a mediados de 1838 la expulsión de la Orden. Por esta circunstancia fortuita nuestro personaje llegó a Chile acompañando a un fraile de su convento, fray Felipe Echenagussia, su consejero y director espiritual. Ambos arribaron en julio de 1839 a la Recoleta Franciscana de Santiago, ciudad que por entonces contaba con unos 100.000 habitantes.
Andrés Antonio tenía ya 39 años de edad. Era de porte bajo y aspecto ordinario, siempre vistiendo el mismo tosco hábito de color gris ceñido a la cintura mediante cordón y calzando sandalias. Acá continuó análogas funciones menores que en Montevideo, con una jornada diaria de levantada de madrugada, seguida de asistencia a misa y oración, luego recorriendo hasta el atardecer la ciudad para solicitar directamente a personas o en viviendas de todos los niveles sociales y económicos su aporte para las diferentes obras del convento (comedores populares para menesterosos e inicio de la construcción del nuevo templo en 1842). Con frecuencia también realizaba visitas a enfermos en sus casas, donde aconsejaba en problemas personales y hacía curaciones mediante imposición de manos y remedios en base a yerbas medicinales que él mismo preparaba. Invitaba también a quien quisiera acompañarlo los domingos por la tarde al cementerio a rezar por las ánimas del purgatorio, alternando con ocasionales visitas a los enfermos de los hospitales y a los presos de la cárcel. La continuidad de tales rutinas pronto lo hizo conocido y prestigiado en diferentes ambientes, desde la Casa Presidencial y otros hogares acomodados hasta modestas viviendas de los suburbios, recibiendo cariñosamente el apodo de Fray Andresito, no obstante haber rechazado varias veces recibir las órdenes religiosas menores por no sentirse digno de ello, las que finalmente aceptó sólo el día anterior a su fallecimiento.
En 1842 supo por primera vez de Santa Filomena, quedando tan impactado por su compromiso cristiano de vida y martirio a manos del emperador romano Diocleciano a comienzos del siglo IV, que inició su culto e incluso adoptó su nombre a continuación del propio (se autodenominó desde entonces Andrés Filomeno); además, luego de finalizada la nueva Recoleta Franciscana por 1848, dispuso la erección de un altar lateral especial para su veneración. Por esta misma época empezó a reunir en la Iglesia todas las noches a artesanos y trabajadores de los alrededores, con quienes rezaba y luego entregaba breves reflexiones. Este movimiento creció paulatinamente mediante el apoyo del padre guardián fray Francisco Pacheco, llegando a constituir la "Hermandad del Corazón de Jesús", entidad de autoayuda en casos de pobreza, enfermedad, vejez y accidentes laborales, la cual, ya fallecido Andrés, alcanzó a tener 17 capillas, escuelas y talleres con 4000 socios y 3000 socias en Santiago y otras ciudades del centro del país. Esta gestión lo convierte en el precursor de la organización social de los trabajadores en Chile.
De su numerosas prácticas curativas, así como de sus cualidades como vidente, variados testimonios contemporáneos suyos acreditan que sanó a numerosas personas, algunas incluso desahuciadas por la medicina docta de esa época (sin embargo tuvo relaciones respetuosas y hasta amistosas con algunos importantes facultativos de entonces); además supo orientar a varias otras respecto de circunstancias difíciles o inciertas. Se presentaba a quienes ayudaba como 'médico' por la gracia de Cristo, la Virgen y Santa Filomena, incluso considerando a ésta como su pareja auxiliar espiritual de inspiración. El conjunto de esta vida simple tan entregada al servicio de los demás, alcanzando en sus roles de sanador y taumaturgo estados mentales de trance inspirados en particular en Santa Filomena formalmente lo hacen partícipe del paradigma chamánico clásico, existente desde muy antiguo en prácticamente todos los pueblos del planeta. Falleció de una neumonía en su celda la mañana del 14 de enero de 1853, habiéndole practicado su médico tratante el Dr. Eleodoro Fontecilla una 'sangría' pocos días antes a manera de tratamiento, maniobra terapéutica por entonces todavía en uso. El impacto de su deceso motivó unos funerales imponentes, siendo enterrado en el cementerio aledaño al convento. Por una modificación arquitectónica del lugar debió ser exhumado dos años después, encontrándose su ataúd de madera ya podrido por la humedad pero con el cadáver incorrupto, circunstancia certificada por el Prof. Ignacio Domeyko y el Dr. Lorenzo Sazié (respectivamente rector de la Universidad de Chile y decano de su facultad de medicina). Años después sus restos fueron colocados definitivamente dentro del templo en una urna adyacente al altar de Santa Filomena. En julio de 1892 el padre Pacheco acompañado del Dr. Fontecilla dejaron constancia ante el notario Mariano Melo que la sangre de fray Andresito, obtenida de la sangría prescrita por éste 40 años atrás y guardada por aquél en un frasco común aún se conservaba líquida. En enero de 1893 el Padre Guardián fray Julio Uteau solicitó al Padre General autorización para iniciar la causa de canonización, proceso que aún no finaliza.
Durante el siglo XX y en esta primera parte del XXI, como manifestaciones de la devoción popular es de común constatación el gran número de personas que cotidianamente visitan su tumba para pedir su intercesión o manifestar su gratitud por favores recibidos y que sus devotos asisten todos los días 14 de cada mes a una misa de intercesión por su canonización. Paralelamente se han publicado escritos sobre diferentes aspectos de su vida y la Orden Franciscana continúa su obra social mediante un comedor popular que lleva su nombre y funciona diariamente al lado del templo.
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Diciembre 2012
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