VIDAS Y AVENTURAS

Fang Fang: Diario de Wuhan


Diario de Wuhan. Sesenta días desde una ciudad en cuarentena. Es el título de las sesenta entradas que Fang Fang escribió en su cuenta Weibo. Wang Fang, su pseudónimo es Fang Fang, nació en 1955 en Nankín, capital de la provincia de Jiangsu. Su familia se mudó a Wuhan, capital de la provincia de Hubei, cuando ella tenía dos años. El río gran río Yangtze atraviesa ambas ciudades para desembocar en el puerto de Shanghái y el Mar Amarillo. Ella trabajó como obrera en Wuhan cuando la Revolución Cultural de Mao prohibía los estudios. A partir de 1978 pudo ir la universidad hasta 1982.

Fang Fang ha escrito poesía y publicado varias novelas. Obtuvo en 2010 el premio literario Lu Xun, importante en China. El 25 de enero comenzó a escribir un diario en su blog, cuya última entrada fue el 25 de marzo. La Editorial Planeta, con sello Seix Barral, ha publicado el Diario este mes de julio. Se puede leer la presentación de la propia Fang (aquí), también en inglés en Amazon. Entresaqué alguna información y unas citas de la edición en inglés y de una selección en el sitio Modern Chinese Literature and Culture (aquí).

 

Al comenzar a escribir el primer día, dice ella, nunca imaginó que seguiría haciéndolo sesenta días, tampoco que tendría millones de lectores y que al final terminaría siendo un libro. El 20 de enero un epidemiólogo, Zhong Nanshan, dio la alerta de que el nuevo virus podía contagiarse de persona a persona, contra lo que decía el gobierno: “No es contagioso entre personas” y “Se puede controlar y prevenir”, porque ya corría un rumor desde finales de diciembre, cuando un oftalmólogo que murió contagiado, Li Wenliang, había advertido sobre el brote. Escribe el 7 de febrero:

«Ayer murió Li Wenliang. Estoy trastornada. Apenas sucedió, mis amigos cercanos dijeron que esa noche todo Wuhan lloraba por él. ¡Y quién podría haber adivinado que la gente en toda China estaba llorando por él! ¡El torrente de lágrimas se convirtió en una poderosa ola en Internet! Esa noche, Li Wenliang fue llevado al otro mundo bogando sobre todas las lágrimas derramadas por él.

Al mediodía se empezó a oír voces en Wuhan: “Todos nosotros vamos a cuidar de la familia y los hijos de Li Wenliang”. Fue una respuesta abrumadora. Esta noche, todo el mundo en Wuhan quiere apagar sus luces a la hora en que Li Wenliang murió anoche y proyectar un haz de luz al cielo con linternas o teléfonos celulares y emitir un silbido. Li Wenliang fue, él mismo, este rayo de luz en la tétrica noche oscura».

Fang Fang disgustó al régimen de su país, censuraron su blog, lo bloquearon; en las redes sociales, los fanáticos del régimen la denostaron. A una joven que cuestionó su postura, le escribio el 18 de marzo:

«Me dices, jovencita, que tienes 16 años. Cuando yo tenía tu edad en 1971, si alguien me hubiera dicho: “la Revolución Cultural es una calamidad”, te aseguro que lo habría golpeado hasta hacer sangrar su cabeza. No lo habría escuchado, aunque hubiera tratado de razonar conmigo por tres días y tres noches sin parar. Porque desde los 11 años hasta los 16 me habían enseñado durante cinco años que, “la Revolución Cultural es buena”. Tres días y tres noches jamás habrían bastado para convencerme de lo contario. Y por lo mismo, yo no puedo ahora hacer que cambies de parecer.

Pero quiero decirte, jovencita, que tarde o temprano encontrarás respuesta a tus dudas. Esa respuesta tendrá que venir de ti. Dentro de 10 años, quizás 20, llegará un día en que pensarás, ¡ay, qué infantil y despreciable fui entonces! Porque para esas fechas quizá te habrás vuelto un yo diferente por completo. Pero si sigues el camino por el que esos ultraizquierdistas quieren llevarte, tal vez nunca llegues a tener una respuesta tuya».

Entre las enseñanzas que deja la pandemia y la forma en que ha sido enfrentada por los gobiernos y la gente, dice esto en la presentación de su libro:

«La negligencia de China en la fase inicial y la arrogancia de Occidente por desconfiar de la experiencia china en la lucha contra el coronavirus han ocasionado numerosas víctimas mortales, han destrozado a innumerables familias, y toda la humanidad ha padecido un duro golpe».

«Los nueve millones de habitantes de Wuhan trabajaron unidos para colaborar con las instrucciones del gobierno. Su resiliencia y su paciencia ayudaron a que Wuhan fuera capaz de contener este virus, merecen todas las alabanzas que podamos ofrecerles en reconocimiento de su sacrificio colectivo».

En el libro del Génesis tenemos esa célebre etiología de la dispersión de las lenguas, que cobra nuevo sentido como parábola de la arrogancia humana colectiva: el relato de la Torre de Babel (Gen 11). Fang Fang responde a un periodista que le preguntó qué lección debe aprender China de esta epidemia. Su respuesta sintoniza con el relato bíblico, pero ella espera que esta dura experiencia no conduzca a la dispersión sino a la solidaridad mundial:

«La propagación del coronavirus no quedó en China, ha afectado a todos alrededor del mundo. El nuevo coronavirus ha dado una lección no solo a China, también al mundo entero. Esta lección es: La humanidad no puede permitirse continuar perdida en su propia arrogancia; no podemos seguir pensando que somos el centro del mundo; no podemos seguir creyendo que somos invencibles; y no podemos seguir menospreciando la fuerza destructiva de los elementos más pequeños, como un virus».

«Los virus son un enemigo común de la humanidad; esta es una lección para todos los seres humanos. La única forma en que podemos vencer a este virus y liberarnos de su amenaza es trabajar unidos todos lo que formamos parte de la humanidad».

La presentación del libro está firmada el 13 de abril de 2020. Termina así:

«Este libro está dedicado a la gente de Wuhan y también a todos los que llegaron a ayudarnos en estas horas más oscuras de mi ciudad. Todos los ingresos que obtenga por él serán para ayudar a quienes han arriesgado su vida en el frente por esta ciudad».

• En la segunda fotografia: arreglo floral en memoria del Dr. Li Wenliang a las afueras del Hospital Central de Wuhan.

Responsable de la publicación: Francisco Quijano