No des crédito a quien te dice que solo basta rezar, ni a quien piensa que la oración es inútil. No establezcas oposición entre la oración y cualquier otra expresión de la vida de fe, porque el Reino de Dios no está dividido contra sí mismo.
Tu aspiración debe ser esta: nada de lo que constituye la plenitud de la fe debe resultarte extraño. En la Iglesia hay diversidad de temperamentos y carismas, pluralidad de vocaciones y ministerios, pero no puede haber más que «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, entre todos y en todos» (Efesios 4,5-6).
La fe única encierra tantas riquezas que no puede expresarlas sino en actos innumerables y múltiples momentos. Tú tienes que desear conocer todas esas riquezas, participar en todos esos actos, vivir todos esos momentos. Lo cual no es una ambición presuntuosa: es apreciar los dones de Dios y tener sabiduría espiritual.
Una persona que cree experimenta dentro de sí una agua viva y una voz del dinamismo pascual que la invita y le murmura «ven al Padre» (Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos), sabe que Dios la espera para una cita en el silencia en alguna parte, ya en la montaña ya en una cueva en las rocas (Éxodo 33,21-22).
Sabe también que no rendirá culto en espíritu y en verdad, a no ser que cada uno de esos momentos esenciales la introduzca ante el Otro y la lleve a profundizar en Él. La oración recrea en ella un corazón y lo modela, el misterio litúrgico ilumina ese corazón y lo fortalece en la comunión de la Iglesia: uno y otro de estos momentos, y otros más si los hay, con los que se expresa la vida sobreabundante de la gracia, anticipan para esta creyente la vida eterna en el seno de las exigencias del tiempo presente. «Todo es suyo, ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios» (1 Corintios 3,22-23).
• Esto dice Ignacio de Antioquía: «Mis deseos han sido crucificados, y no hay fuego de anhelo material alguno en mí, sino sólo un agua viva (Jn 4,10 Jn 7,38) que murmura dentro de mí, diciéndome: "Ven al Padre". No tengo deleite en el alimento corruptible o en los deleites de esta vida. Deseo el pan de Dios, que es la carne de Cristo, que era del linaje de David; y por bebida deseo su sangre, que es amor incorruptible».
• Publicaremos con cierta regularidad meditaciones de fr. Albert-Marie Besnard OP (1926-1978), editadas con el título Propos intempestifs sur la prière, Cautelas intempestivas sobre la oración. Fue un gran maestro de espiritualidad, formador de jóvenes dominicos en los convulsos años 60, director de la revista La Vie Spirituelle en la que publicó numerosos artículos, editados después en libros. Supo despertar el gusto por la unión con Dios en quienes lo buscan. En este libro comenta unas máximas o cautelas en un estilo sobrio y vivaz. Sugiere cómo conducir la oración, cómo orar con el cuerpo, cómo pasar por las pruebas. Hace ver que hay para todo el mundo un camino hacia Dios.
Responsable: Francisco Quijano
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